CARA O CRUZ: EL FENÓMENO DE LA SUERTE
- Jafet R. Cortés
Muchos consideran que existe un vínculo poderoso e irrompible entre la vida y el azar, que dirige los últimos pasos de nuestro camino hacia prados verdes o profundos abismos, dependiendo de qué tanta suerte tengamos para ello.
Por definición, la suerte es considerada una causa o fuerza que supuestamente determina los hechos o circunstancias. Es decir, que éste fenómeno únicamente es una idea incomprobable del por qué suceden las cosas.
Otra versión –bastante parecida, pero con otros elementos-, indica que la suerte es el resultado, positivo o negativo, de un suceso poco probable. Esto significa que -no importando el desenlace-, el azar estaría jugando un papel fundamental en la posición final de los dados.
La probabilidad influye en múltiples circunstancias, aunque el uso y abuso del concepto de la suerte, ha creado una versión tergiversada de la realidad, corrompiendo la visión colectiva, eclipsando el esfuerzo y haciendo menos toda recompensa que venga de éste.
Como ejemplo tenemos los juegos de apuestas, donde el azar puede o no estar de nuestro lado. En este sentido, tendríamos “buena suerte”, si el azar nos hace ganar ante circunstancias poco probables; o “mala suerte”, si contando casi todo a favor, el “casi” nos termina ganando. En estos dos ejemplos, el azar significa un juego de suma cero, donde unos tienen que perder para que otros ganen.
La suerte se ha convertido en un mantra para evitar responsabilizarnos de lo que dejamos de hacer, cuando no obtenemos los resultados que queremos; o para hacer menos lo que otros consiguen con su propio esfuerzo. En estos dos sentidos se le culpa a la dichosa y multicitada suerte.
La suerte se puede convertir en un manto de seguridad -una pócima-, que nos lleve a creer fervientemente en nosotros mismos y a que el resultado que queremos, llegará tal como lo pensamos; o se puede convertir en un velo de insensatez –un ancla-, que nos conduzca –envalentonados- al fatídico e inminente desastre.
Thomas Jefferson creía mucho en la suerte, aseguraba que mientras más trabajaba, más suerte tenía. Con esto, el expresidente de los Estados Unidos tocaba un punto fundamental en el entendimiento de éste fenómeno, porque lo interpretaba desde la posibilidad que tenemos -a través de nuestras acciones-, de tomar el timón y hacer algo por cambiar de rumbo, buscando rutas con mejores posibilidades de llegar a la meta deseada.
Es verdad que necesitamos tener un plan, una hoja de ruta que nos indique qué tenemos que hacer para lograr lo que queremos. No es que diseñemos una estrategia rígida –militar- que debamos seguir al pie de la letra, sino que seamos lo suficientemente flexibles para no quebrarnos ante los cotidianos e inesperados aires del cambio.
Aún con lo anterior, debemos saber que ningún plan es infalible. Aunque consideremos cada variable y ejecutemos cada acción necesaria, la realidad es que en la vida siempre va a existir la posibilidad de fallar, por más ínfima que ésta sea.
La realidad es que no todo es un ejercicio de suma cero -donde unos pierden y otros ganan-, a veces todos perdemos y en ocasiones todos ganamos; las variables se vuelven tan complejas como lo es la vida misma.
Pese a todo, siempre va a ser mejor utilizar aquella organización laboral –trazando objetivos y acciones diarias, semanales y mensuales, de manera metodológica- en nuestra vida cotidiana, mejorando nuestra probabilidad de lograr nuestros objetivos.
Debemos olvidarnos –por un momento siquiera- de aquella moneda que está girando en el aire mientras nosotros avanzamos y actuar para que las cosas pasen. La moneda seguirá girando -sea cual sea el resultado final que tome-, pero nosotros, nosotros debemos continuar con el plan -mientras las variables no cambien-, o adaptarnos a las nuevas circunstancias. Siempre avanzando.
Datos del autor:
Licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana
Consultor Político y de Comunicación/ Municipalista/ Humanista/ Escritor y poeta/ fotógrafo.
Xalapa, Veracruz; México / Twitter e Instagram: @JAFETcs / Facebook: Jafet Cortés