Improvisación bajo la marcha: una historia sin fin
- Jafet R. Cortés
Dos de las cabezas de la hidra que se está comiendo a México de manera sistémica, sin duda son la improvisación y la falta de continuidad dentro del Gobierno, que se integran de forma más clara en dos frases: “Cuando llegue el momento, veré qué hago”, y “si yo no lo hice, está mal”.
La falta de planeación dentro de las acciones de Gobierno, ha traído consigo una serie de tropiezos que, como en todo lo que es mal ejecutado, termina lastimando la vida de muchas personas.
La carencia de continuidad de programas, proyectos y acciones que han tenido probados resultados positivos, por pocos o muchos que sean los casos, es la segunda etapa del desastre, conduciéndonos poco a poco al precipicio, quemando nuestras naves, y permitiendo que de un momento a otro, no haya forma alguna de regresar. Punto sin retorno.
Después de las elecciones del 6 de junio, se abre un panorama muy grande de cambios en todo el país. Serán renovados más de 21 mil 368 cargos, entre los que se encuentran 15 Gubernaturas, y la mayoría de ellos, ocuparán un cargo administrativo dentro de uno de los niveles de gobierno, teniendo la responsabilidad de recibir una administración, de señalar irregularidades si las hubiera, y de construir una plataforma para conducir sus acciones.
Lo anterior se complica más, cuando nos cuestionamos, cuántos de estos personajes y equipos políticos que llegarán al poder tienen la preparación suficiente para realizar esta transición de la mejor forma; y cuántos realmente están preparando el terreno desde ahora para poder atender las problemáticas urgentes y el rezago en un corto, mediano y largo plazo. Aquí es donde recae el primer error de gestión, la organización y planeación, que se acompaña de alguna u otra forma de corrupción e impunidad.
Porque claramente existe un hecho de corrupción en tener la obligación ética y administrativa de hacer algo, pero por omisión, complicidad o desconocimiento no hacerlo.
La directriz general de las acciones de un Gobierno están contenidas en su Plan de Desarrollo, y esto, tristemente, se ha convertido en muchos casos, más en los municipios, en el cumplimiento de un requisito, y no en una verdadera brújula que ayude a guiar la administración hacia el cumplimiento de sus objetivos.
Los Planes de Desarrollo son la antítesis de la improvisación bajo la marcha, pero tienen que venir acompañados de estructuras administrativas de planeación, con la que pocos gobiernos cuentan, que evalúe, de seguimiento a todas y cada una de las áreas de gobierno, y coordine de manera integral los esfuerzos para volver más eficientes las acciones.
La administración pública es complicada. No sólo es el hecho de ver la forma en que los recursos públicos sean aplicados para lo que fueron destinados, sino que estos sean ocupados de la mejor forma, teniendo en cuenta las necesidades populares más trascendentes, y para esto sirve la planeación y la evaluación periódica, con criterios objetivos, siguiendo una metodología.
Entre los nuevos gobiernos que entrarán en funciones en meses próximos, habrá quienes se estén preparando desde hoy para llegar, que estén haciendo lo propio en la construcción de sus planes de desarrollo, integrando sus equipos de trabajo y capacitándolos para lo que venga, que estén teniendo el acercamiento previo con organismos públicos y privados para coordinar acciones; y hay quienes se encuentran, sencillamente, perdiendo el tiempo y disfrutando de su buena fortuna.
Ejemplos de los terribles resultados que se auguran por no invertir tiempo y recursos en planeación, está en el ámbito del desarrollo urbano la proyección del crecimiento de las ciudades, que termina generando más problemas que soluciones a las necesidades de vivienda, poniendo en riesgo muchas veces la vida de las personas ocupando espacios no aptos para dichas funciones y propensos al desastre.
Otro ejemplo se encuentra en las dependencias encargadas del cuidado y abastecimiento del agua, que han traído consecuencias cada vez más evidentes en nuestra vida cotidiana. Actualmente en el Estado de Veracruz, aproximadamente el 25 por ciento del agua residual es tratada, y el otro 75 por ciento llega directamente a los cuerpos de agua de una Entidad Federativa que posee el 33 por ciento de las fuentes de agua del país.
Lo anterior en el entramado de la falta de planeación, coordinación e interés de las autoridades de atender en un corto, mediano y largo plazo este problema de contaminación de recursos naturales, que afecta a miles de familias en gran parte del territorio Veracruzano, y de todo México, cada día proyecta más cerca el punto sin retorno.
Hablar de planeación, es centrarnos en la construcción de acciones integrales, que resuelvan de mejor forma las problemáticas existentes; estas deben de formarse de manera interdisciplinaria con la participación de expertos y de la ciudadanía.
La inversión de tiempo y recursos en planeación y prospectiva dentro del Gobierno, es un punto esencial para la transformación de realidades. Sin esta, seguiremos dando palos de ciego, y reiniciando las acciones cada tres, cuatro o seis años; se seguirán despilfarrando recursos, empezando de cero y tirando por la borda resultados positivos, por pocos o muchos que sean.
Es necesario rescatar lo que esté funcionando entre las acciones de los gobiernos salientes, independientemente de la corriente, bandera partidista o grupo político que lo haya impulsado; mejorar lo que se pueda mejorar; y arrancar de raíz lo que en los hechos no sirva.
Todo en esta vida cuesta, y el no tener una brújula definida de manera correcta sobre los objetivos que se quieren cubrir, y las acciones que se tienen que realizar para esto, cuesta tiempo y dinero que, sencillamente, no vamos a recuperar el día de mañana.
Datos del autor:
Licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana
Consultor Político y de Comunicación/ Humanista/ Escritor y poeta/ diletante de la fotografía.
Xalapa, Veracruz; México / Twitter e Instagram: @JAFETcs / Facebook: Jafet Cortés