¿Por dónde empezamos? ¿Por lo que sostiene la ciencia en torno a la evolución de los seres humanos a partir de ciertas especies de primates? ¿O por lo que nos cuentan las Sagradas Escrituras?
Revisemos ambas teorías que, de cualquier modo, ni en una ni en otra encontraremos una explicación a eso que llaman “familia natural” y por la que grupos conservadores –impulsados por la iglesia católica y otras instituciones cristianas- marcharon hace unos días en diferentes ciudades del país.
Empecemos por Adán y Eva. ¿Es el modelo de familia que fundó Dios? Si es así, tengo unas cuantas preguntas. ¿Cómo es que una familia tan bendecida por Dios pudo gestar un individuo como Caín, capaz de asesinar a su hermano? Adán y Eva eran heterosexuales, ¿de dónde tanta maldad al interior de su hijo?
Otra pregunta: ¿Quiénes eran las nueras y los yernos de Adán y Eva? Si nos atenemos a la Biblia que nos dice que ellos fueron los primeros seres humanos sobre la faz de la tierra, lo único que nos queda pensar es que las nueras y los yernos de Adán y Eva eran, también, sus hijas y sus hijos; o acaso algunos nietos y nietas. Es decir, el incesto a todo lo que da. ¿Esa es la “familia natural” que formó Dios?
Ahora vámonos a la teoría de la evolución. De acuerdo a los hallazgos localizados por arqueólogos –y por una que otra arqueóloga- los primeros seres humanos tampoco formaron familias. Eran manada. Un grupo de hombres que recorrían las tierras acompañados de mujeres y que sostenían relaciones sexuales indiscriminadamente. Las mujeres parían y se quedaban en los campamentos criando a sus hijas e hijos y se desconocía quiénes eran los respectivos padres. ¡Vaya! Ni siquiera se sabía que los hombres participaban en el proceso reproductivo. Pensaban que las diosas elegían a ciertas mujeres para ser madres y que los hombres no tenían la mínima intervención. Eso se vino a descubrir cuando los seres humanos se hicieron sedentarios, encerraron al ganado en corrales y descubrieron que si el macho no montaba a la hembra, nomás no se preñaba.
Pero volvamos a la Biblia. Muchos siglos después de la historia de Adán y Eva, hay numerosas referencias a patriarcas que no tenían sólo una esposa, sino decenas de ellas. Incluso había quienes tenían descendencia con sus esclavas. ¿Ya nos acercamos a la idea de “familia natural” creada por Dios? Creo que no. Ni siquiera se conocía bajo ese nombre, eran clanes o tribus, pero el concepto de familia ni siquiera pintaba.
Fue en la Roma clásica –cerca del inicio de la Era Cristiana- cuando se funda la familia bajo ese nombre. El ‘pater familias’ era el dueño de la esposa, las hijas, los hijos y los esclavos que vivían bajo el mismo techo. Nadie –ni la esposa ni las hijas e hijos- podían tener posesiones, todo pertenecía al ‘pater familias’. Curiosamente, el nombre de familia viene del latín, fames, que significa hambre, y de famulus (de ahí viene el término más actual de ‘famulla’ o sirvienta). Famulus era el nombre dado a los esclavos que estaban a la orden del ‘pater familias’ para satisfacer el hambre. Así es que, dicho sea de paso, para todas aquellas personas que dicen que el matrimonio no puede existir entre dos hombres –porque viene de ‘matris’, madre- pues entonces tendrían que aceptar que su familia no puede llamarse de esa manera a menos que tenga algunos esclavos a su servicio. Esclavos, que desde luego, serían parte de la familia.
Queda claro, entonces, que no hay un solo modelo de familia. A menos, desde luego, que quienes hayan marchado hace unos días aboguen por el retorno de la esclavitud cosa que, a estas alturas, ya no me sorprendería.
Es importante mencionar, además, que hoy en día, y de acuerdo a los registros del INEGI, la manera en que se conforman los núcleos familiares en nuestro país son muy diversos y van más allá de las parejas formadas por papá, mamá e hijitos. Están las familias formadas por una mujer y sus hijas e hijos; las formadas por un hombre y sus hijas e hijos; las formadas por un hombre y sus hijas e hijos, y una mujer con sus hijas e hijos; las formadas por abuelos y nietos, por hermanos o hermanas que viven juntas. Y, por supuesto, las formadas por parejas del mismo sexo, con o sin hijos e hijas, en algunos casos con hijas o hijos de parejas anteriores. La pregunta es, ¿todas estas formas de organización familiar tendrían que dejar de existir?
En el delirio de sus sinrazones, los grupos conservadores aluden al tema de la reproducción y señalan que dos hombres o dos mujeres no pueden reproducirse biológicamente entre sí. Es cierto. Pero, entonces, ¿un hombre o una mujer estéril tampoco tendrían derecho al matrimonio?, ¿una mujer al llegar a la menopausia y perder su capacidad reproductiva, dejaría de formar familia con su esposo? ¿Una pareja que no quiere tener hijas e hijos, estaría imposibilitada para casarse?
Lo que tendrían que entender estas personas es que el mundo cambia. Y si hace 2 mil o 3 mil años el mundo judeo-cristiano necesitaba poblarse, y por ello eran condenadas todas las prácticas sexuales que no estuvieran encaminadas a la reproducción, hoy no es así. Y si durante siglos lo que unía a las parejas –que formaban familias- eran la reproducción y los intereses políticos y económicos -¿cuántas historias no conocemos de niñas unidas en matrimonio con adultos a quienes ni siquiera conocían con tal de unir reinos o fortunas?- hoy ha de ser el amor el ingrediente principal de las familias.
Desde luego que existe la libertad de expresión. Pero tengo otra pregunta: ¿podemos expresarnos para promover el odio y la discriminación?, ¿podemos expresarnos para exigir que se le quiten legítimos derechos a otras personas?
Cuando se habla de la “defensa de la familia” pareciera que existe la intención de limitar los matrimonios únicamente a personas del mismo sexo y dejar en la indefensión a las parejas heterosexuales. Por supuesto que esto no es así. Los hombres y las mujeres heterosexuales y mayores de edad podrán seguirse casando sin ninguna restricción.
Y es que hemos de ser muy claras. La motivación que hay detrás de las marchas homofóbicas y en contra de la educación sexual, no está en la moral, mucho menos en las Sagradas Escrituras. Eso es sólo el pretexto. Las verdaderas motivaciones son políticas y económicas por parte de una iglesia que se niega a perder su poder y que mueve a mucha gente a la que ha adiestrado con dogmas milenarios para que no tenga el mínimo sentido crítico.
Hay quienes han llegado a decir que es la avanzada que lleve a Los Pinos –en el 2018- al más rancio conservadurismo; de la mano, quizá, de Margarita Zavala. Puede ser, habrá que esperar, pero dudo mucho que este país esté para soportar más violaciones a los derechos humanos. Este sexenio se ha caracterizado por el desprecio a las libertades políticas; sería muy grave que a este panorama le sumemos la falta de libertades para el ejercicio del amor y el erotismo. Sería un retroceso que las próximas generaciones no nos perdonarían. ([email protected])