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Lerdo de Tejada, pueblo de Veracruz donde la policía mata y extorsiona

  • Iván Sánchez
Policías municipales de Lerdo de Tejada asesinaron a Brando Arellano Cruz la noche del viernes 19 de enero; intentaron lincharlos

Lerdo de Tejada, Ver. - A Lerdo de Tejada se lo tragó el miedo. El terror viaja en patrullas con luces rojiazules y uniformes. Son los policías municipales quienes propagan la incertidumbre mediante extorsiones y amenazas.

Apenas alguien pone un pie en ese municipio, las voces no se hacen esperar; cuentan cómo cada día son más comunes los relatos de personas detenidas por los elementos municipales, a quienes les "siembran" droga para exigirles un pago a cambio de su libertad.

A Brando lo mató la policía

Brando Arellano Cruz fue la víctima más reciente, según relatan los habitantes de la zona, y también la primera que pierde la vida. 

Según cuentan en el pueblo, Brando conducía su carro cuando los agentes le marcaron el alto. Ante las historias conocidas de abusos policiales, el oriundo de Lerdo prefirió continuar hasta la casa de su abuela.

"Recibo la llamada, me dice 'papá, me viene siguiendo una patrulla, voy a llegar ahí con la abuela', (...) logró entrar ahí a la calle y tenía su carro estacionado", relata Delfino Arellano, padre de Brando.

Luego, dos disparos rompieron el silencio; Delfino, maestro de profesión, se llenó de terror al pensar en las peores posibilidades para su hijo. Los policías que ya rodeaban el lugar le impidieron acercarse, sin embargo, logró ver cómo su esposa Erika llegaba hasta el vehículo desde el otro lado de la calle.

La mujer, de tez morena y cabello corto teñido, golpeaba el parabrisas, intentando ver hacia el interior del vehículo; en su mente, su hijo seguía vivo y el hecho de que estuviera de bruces contra el volante era solo porque se había desmayado.

Entre empujones y gritos, Delfino pudo llegar junto a ella, solo para confirmar su peor miedo: la brutalidad policial le arrebató la vida a un joven de 27 años.

"¡Despierta! ¿Qué te pasa?", Erika cortaba la noche con sus palabras de desesperación

”Yo pensé que mi hijo estaba desmayado; yo no me percataba del impacto de la bala", relata desde el dolor y con la presión sanguínea elevada.

 

Con fuerzas sacadas de la desesperación, Delfino rompió uno de los cristales del carro para llegar hasta el cuerpo de su hijo. Con sus propios ojos vio cómo una bala destrozó el cuello de ese muchacho que crió y educó, ese muchacho que todos describen como alegre, trabajador y padre responsable.

La palanca de velocidad estaba en neutral, se había detenido sin intenciones de escapar. Brando no representaba un riego para los municipales que desde la espalda, como matan los cobardes, le dispararon.

La policía municipal de Lerdo de Tejada, con dos balas, dejó a unos padres sin hijo, a una mujer viuda y a unos pequeños, una niña de dos años y un niño de 7, huérfanos.

Entonces, el pueblo ya no aguantó más, se llenó de rabia y la indignación se convirtió en golpes y fuego. Patrullas ardieron y el edificio del ayuntamiento se vio envuelto en llamas por los pobladores.

La sangre hervía y el dolor clamaba convertirse en violencia. Horas después llegó una especie de calma.

Cuatro policías municipales fueron detenidos y uno más logró escapar.

Entre empujones por parte de los pobladores hacia la policía, un disparo sonó al aire, según cuentan eso provocó aun mas la ira de los que ahí se encontraban, llevando las protestas un grado mas alto.

Puños y palos se estrellaron contra los cuerpos de los uniformados, las manos del pueblo voltearon los vehículos oficiales y los ojos de todos vieron como las flamas reducían a cenizas todo lo que había en las patrullas, desde conos de tránsito hasta formatos de Informes Homologados.

La respiración un poco más tranquila se confundía con las lágrimas alrededor del vehículo rojo que servía de ataúd a Brando; durante horas, el cuerpo permaneció en el carro a la espera de las autoridades ministeriales. 

 

 

Su madre le cantaba su canción de cuna, acariciaba su piel muerta.

"Aquí está el balazo, ¿quién le disparó a mi hijo?, son unos asesinos”.

A la gente la extorsiona la policía.

Todos cuentan que Lerdo no era así, que la tranquilidad era una constante en ese pueblo ubicado a casi dos horas del puerto de Veracruz. Pero hace dos años todo cambió, los policías comenzaron a amedrentar a la gente, pedían dinero a cambio de no levantar cargos falsos.

Algunos de sus 19 mil habitantes señalan que esto es algo de esperar en un pueblo sin ley. El alcalde electo y su suplente fueron detenidos antes de tomar protesta acusados de secuestro, por lo que la Síndica, María Esther Arróniz López, asumió como presidenta municipal.

Los delincuentes sin uniforme también se han hecho de Lerdo de Tejada, un hombre que prefiere reservar su identidad cuenta como hace unos meses tuvo que juntar 50 mil pesos para pagar el rescate de su hermano.
Señala que los secuestros en la zona son una constante y que las autoridades son consciente de ello, sin embargo se niegan a actuar y por el contrario trabajan de la mano con los maleantes.

“Lerdo necesita un gobierno que sepa gobernar, necesita justicia”, añade otro de los habitantes.

Después de la tragedia son ahora elementos estatales los que patrullan las calles, por los caminos con poca luz no se observa ni un elemento municipal. Pero los habitantes ya no saben en quien confiar, una persona con uniforme, placa y arma no trae paz, sino miedo.

A Lerdo lo enardeció la policía

Alrededor del cuerpo, decenas de personas se unieron a la familia con el pesar; las palabras buscaban ser un bálsamo de consuelo y fuerza, pero también de testimonio.

En los pueblos de Veracruz, la muerte deja presagios antes de golpear, relatos de personas que son ignorados por autoridades con oídos sordos; en Lerdo lo saben, el miedo más grande era hacia quienes debían cuidarlos.

"Desde hace tiempo detienen a varias personas en las calles, jóvenes, niños, adultos, de tercera edad; quizá no es la forma correcta que el pueblo debió actuar, pero hay que entender que es un pueblo que está cansado de abusos; Lerdo necesita justicia", cuenta Julio Maldonado, mientras a lo lejos ve cómo patrullas de la Policía Estatal resguardan el ayuntamiento que todavía huele a humo.

En Lerdo la policía ronda las calles como zopilotes, a la espera de poder picotear un poco de carroña en forma de billetes de 500 pesos; el uniforme hace de plumaje impune manchado de pólvora y sangre.