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Algunos pagan poco y nos humillan: Liz, empleada doméstica en Veracruz
Ángel Cortés Romero
Veracruz, Ver.- “A veces no quieren dar lo que uno pide porque a ellos se les hace fácil y te dicen que qué vas a hacer, es un trabajo muy pesado”, relata Elizabeth Solís, quien desde hace 10 años ininterrumpidos es trabajadora doméstica en el puerto de Veracruz.
Liz, como es conocida entre sus amistades, es parte del universo de empleadas domésticas que conforman un millón ochocientas mil mujeres mexicanas, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Este miércoles 30 de marzo se conmemora el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar.
Originaria de Córdoba, Elizabeth gana 300 pesos durante seis horas diarias como empleada en una casa ubicada en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, sin embargo, no cuenta con seguridad social ni prestaciones.
“A mí me pagan diario, pero he escuchado otros lados donde ya les dan seguro; yo no tengo prestaciones, nada de eso, ni vacaciones ni nada”, afirma.
La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, con corte al cuarto trimestre de 2021, revela que las empleadas domésticas reciben 38 pesos por cada 60 minutos trabajados pese a que, en promedio, trabajan 30 horas a la semana.
Según Liz, quien actualmente tiene 37 años, tiene que ser ingeniosa para que el dinero le alcance, desde hace seis años trabaja en la misma casa, pero su sueldo sigue siendo el mismo.
“Hay casas donde te consideran y dicen bueno, te vamos a dar un poquito más porque la casa es muy grande”, asegura.
Un comunicado que el INEGI publicó el pasado 28 de marzo manifiesta que sólo una de cada 100 empleadas domésticas del país trabaja sin un contrato escrito, cuatro de cada 100 tienen acceso a servicios de salud y 28 de cada 100 reciben prestaciones como aguinaldo y vacaciones.
Liz asiste durante cuatro días a la casa donde da servicio de limpieza y el resto de la semana alterna sus actividades con trabajos de belleza que ofrece desde hace dos años, cuando empezó a estudiar algunos cursos.
Sus servicios de belleza los acuerda con una cita previa para que con un día de anticipación pueda pedirle permiso a su jefa para faltar al trabajo doméstico, de lo contrario pierde la oportunidad para ganarse un dinero extra.
“Obviamente yo le doy más prioridad a lo que yo gano más, porque de entrada no trabajo toda la semana y no me rinde el sueldo”, comenta.
Mientras que como trabajadora doméstica gana mil 200 pesos a la semana, los servicios de belleza que ofrece le dejan ingresos de hasta mil 500 pesos en un solo día, sin embargo, es un dinero que gana solo de vez en cuando debido a que no está enfocada en su propio negocio.
Elizabeth es madre de dos niñas Geraldine, de 12 años, y Allison, de siete. Aunque las menores viven con su padre, quien no le pide dinero, asevera que se preocupa por cubrir los gastos de las cosas personales de ambos o de las cosas que observa que les hacen falta.
“Yo tengo ese pendiente, que si ya comieron, que si ya cenaron, que si les hace falta esto. Ahorita entran a la escuela y se supone que yo tengo a una a cargo mío, entonces tengo que comprarle uniforme, que los libros, que la escuela, que llevarla y prácticamente lo que yo gano no lo cubre como tal”, expresa.
Pena, burlas y discriminación, experiencias en 25 años de trabajo
A lo largo de 25 años de trabajo en servicios de limpieza en casas, Liz guarda experiencias que van desde satisfacciones, vergüenza, burlas de la gente y discriminación por parte de personas que la contrataron.
“Humillaciones de las personas, que denigran lo que somos. Muchas veces oigo que dicen ‘es que son sirvientas, es que para esto están’, y yo digo que no, no se confundan.
Al menos yo tengo un estudio, tengo bachillerato terminado, tengo inglés básico, estudio belleza, a mí el trabajo no me denigra”, señala.
La información que el INEGI publicó el pasado 28 de marzo también revela que el nivel promedio de escolaridad de las trabajadoras domésticas mexicanas es de 8.2 años, es decir, estudiaron hasta el segundo grado de primaria.
Elizabeth Solís comenzó sus servicios como trabajadora doméstica en su natal Córdoba, en la región de las Altas Montañas del estado de Veracruz, a sus 12 años. Sus padres Gabino e Isabel apenas se habían separado cuando su abuela Juana la mandó a trabajar limpiando casas.
“Mi primer trabajo no fue muy grato para mí, porque me discriminaban de cierta manera Yo siento que, por mi caso, que era un poco complicado, porque estaba yo viviendo con mi papá nada más”, recuerda.
Elizabeth trabaja desde las ocho de la mañana en la casa de una de esas vecinas, quien la trataba mal y con groserías le exigía que cepillara a mano las escaleras, que eran de mármol. A las 12:30 de la tarde corría hacia su escuela, a veces sin comer.
“La señora a veces me hacía; ‘si vas a comer, come en la cocina”, narra.
Hace 20 años llegó al puerto de Veracruz, en donde hasta ahora continúa ofreciendo sus servicios como trabajadora doméstica. Al principio le daba pena y consiguió otros empleos, sin embargo, se dio cuenta que lo suyo es trabajar en casas.
“Realmente he tenido muy pocas experiencias malas. Yo casi no trabajo en cualquier casa. Para sentirme bien en una casa, tienen que darme esa confianza, de cómo tratan a las personas”, menciona.
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