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Acultzingo: "A las ocho de la noche todos se van a dormir”
Acultzingo, Ver. “Tenemos tres meses sin agua. Las pipas del ayuntamiento, que nos cuestan 100 pesos, no pasan; y las particulares, que nos cuestan 450 pesos, no tenemos dinero para pagarlas. Necesitamos el agua para bañarnos, limpiar la casa y para darle de beber a nuestros animales”, se queja una ciudadana en la Presidencia municipal.
La secretaria escucha los reclamos similares de al menos tres mujeres más que vienen de la localidad de El Potrero. Entre sus manos la secretaria sostiene otras 50 solicitudes de abasto de agua de diferentes comunidades con el mismo problema desde hace más de dos meses. La funcionaria no cuenta con argumentos para detener el enojo y pide a las quejosas llenar su solicitud de abasto para tratar de apaciguarlas. Antes de que termine la semana, sus planteamientos serán atendidos, promete.
La renta de pipas para el suministro de agua que hace el ayuntamiento de Acultzingo, debe ser autorizada por el alcalde, Salomón Cid Villa, pero como acaba de regresar de su exilio de tres meses, por amenazas de la delincuencia, y sus apariciones en palacio son esporádicas, la mayor parte de los trámites están parados.
Hoy, custodiado por unos diez policías federales y dos patrullas, Cid Villa llega a su oficina alrededor de las 10:30 horas. Las tres mujeres se cruzan con él en los pasillos del ayuntamiento, pero el simple hecho de internar un saludo significa enfrentar la mirada de los escoltas que le cuidan en todo momento y que siempre traen la mano en la pistola y escudriñan todo con sus miradas inquisidoras. Las mujeres se intimidan desde el primer momento y mejor callan.
Sí se trata de entrar a la oficina de Cid Villa, las personas deben presentar una identificación oficial, firmar una hoja de registro y pasar una revisión de sus pertenencias. Una vez en el privado deberán expresar sus peticiones delante de sus guardias.
Moreno, ojos redondos, nariz aguileña y baja estatura, así es Salomón Cid Villa, el alcalde por el PRD, que tuvo que huir ante el alza de hechos violentos en su demarcación. En septiembre pasado las autoridades federales desmantelaron un campo de adiestramiento del cártel de Los Zetas, y allí detuvieron a 33 presuntos reclutas de sicarios; en esa acción también abatieron a tres custodios. Meses después, el anterior presidente municipal, fue secuestrado y al poco tiempo apareció flotando en un río.
“La vida ya no es igual, pones en juego lo más sagrado que es la familia. Pero con miedo y lo que ustedes quieran, creo que la decisión que se tomó fue la más certera: el no agachar la cara, el no doblar la cabeza”, cuenta al afirmar que está de vuelta para poner orden en su administración, y sobre todo, no dejar solo a su pueblo y plantarle cara a la delincuencia.
“Estoy seguro de que vamos a dejar huella. De los 212 alcaldes, no todos le entramos de frente al tema. Esa es la satisfacción que a mi me queda: el pueblo sabe que se tomó la medida que era de beneficio para todos”, refiere, y recuerda que el acoso en su contra comenzó cuando se negó a la extorsión, en octubre de 2014, por parte de un Ministerio Público de la federación que ahora está preso.
Desde la oficina en donde hoy habla, grabó el intento de extorsión y con la cinta puso su denuncia ante la Procuraduría General de la República (PGR), que detuvo y proceso Oscar Tadeo, que en ese entonces estaba adscrito a San Andrés Tuxtla. En respuesta, al poco tiempo, sujetos armados intentaron atraparlo cuando realizaba unos trámites en Orizaba –ciudad ubicada a unos 40 kilómetros de su pueblo- pero el edil escapó.
A partir de ese día y durante los tres meses siguientes, nadie conoció su paradero. Sin revelar su ubicación, el alcalde precisa: “no salí huyendo, salí a solicitar apoyo, gestioné y me puse de acuerdo con autoridades estatales y federales, para realizar esto que ya es un hecho (establecer una estrategia de seguridad en el municipio)”.
Salomón Cid tiene apenas 15 días que regreso al Palacio Municipal. Lo hizo en medio de un fuerte dispositivo de seguridad, que incluyó la desaparición de la policía municipal y la instalación del Mando Único, integrado por elementos de la Seguridad Pública, y labores de inteligencia de la Marina y el Ejército.
El regreso para él incluye una guardia personal de diez elementos de la Policía Federal, que lo acompañan las 24 horas del día. De los cuales, cinco permanecen a unos cuantos metros, y otros cinco integran un cinturón de seguridad más cercano.
Tuvo que renunciar a la convivencia diaria con su familia. Sólo él sabe donde se encuentran, lejos del poblado. Se comunica con ellos por teléfono para saludarlos y preguntarles ¿cómo se encuentran?
“Todos tenemos miedo, pero la decisión que tomé fue la correcta, y estamos en pie de lucha”, afirma.
Durante el 2014, fueron asesinados 25 funcionarios públicos, el ex alcalde de Acultzingo Veracruz, Candido Morales Andrade, es uno de ellos. Cid Villa ingresó a la política a invitación de Morales Andrade. Cuando se le pregunta sobre su antecesor, cuenta:
“Trabajé con él dos años, para mi fue compañero, pero desafortunadamente, el tomar algunas malas decisiones dan esos los resultados (su muerte), y lo único que les puedo decir es que me quedo con un recuerdo de él. Y la vida tiene que seguir su curso para sacar esto adelante”.
Crimen, frena proyectos educativos y generación empleo
Acultzingo es un pueblo ubicado al pie de las montañas de la Sierra Madre Oriental y el inicio del Valle de Orizaba, en el centro de Veracruz. Desde esas montañas, las casas son manchas blancas que sobresalen entre el verde de los arbustos y el color café de los cerros.
De cerca puede comprobarse que la vida educativa, religiosa, política y comercial, se desarrolla entorno al parque principal Miguel Hidalgo: Si de un lado está el Palacio Municipal, en el otro extremo está la primaria Rafael Lucio; si de un lado está el Jardín de Niños Lázaro Cárdenas, en el otro lado está la iglesia. A unos metros, comercios de ropa, bisutería, “chacharas”.
El parque principal es una plancha de adoquín, dividido por varias jardineras con limonarias bien podadas. En una orilla, resaltan tres árboles de gran tamaño, que los pobladores llaman: “trueno”. Y en el centro, se yergue un kiosco de dos pisos, que en la planta baja funciona como la fonda de una mujer que vende Texmole, un caldo oloroso de color rojo, con pollo y verduras.
A las 10:00 de la mañana, el parque está semi vacío, sólo un par de personas, que realiza diligencias en la zona, pasan a tomar un descanso; pero a las 12:00 del día, que los niños salen del las escuelas, las mujeres de la oficina parroquial, y los hombres terminan sus trámites, el parque se envuelve bullicio.
Según el Coneval, de los 20 mil habitantes de Acultzingo, el 70 por ciento se encuentran en pobreza, de los cuales el 45 por ciento presenta pobreza moderada y un 25 por ciento están en pobreza extrema.
Además la comunidad enfrenta un fuerte rezago educativo. Mientras el promedio de escolaridad de los habitantes en Veracruz es de 7.7 años, en Acultzingo solo es de 6.3.
Cuando Salomón Cid Villa llegó a la administración municipal el 01 de enero del 2014, abanderado por el PRD, lo primero que se planteó fue generar empleos y crear infraestructura educativa de nivel superior.
Sin embargo, los hechos de violencia de mediados de 2014 echaron abajo las pláticas con una universidad vecina del estado de Puebla. Se trataba de un convenio con la SEV tomando en préstamo las instalaciones de un telebachillerato para ofertar licenciaturas a una matrícula inicial de 400 ó 500 estudiantes.
Para generar unos 250 empleos, tenía tratos con una empresa recicladora que instalara su planta en la comunidad El Mezquite. También pensaba establecer una Central Abarrotera en el auditorio municipal, que se iba a entregar en comodato a los empresarios. En este proyecto, se tenían contemplados un promedio de 100 o 150 empleos, pues todo eso se quedó a la deriva con la violencia.
“Todo esto vino a retrasar, pero bueno, ahorita estamos dando seguimiento, para retomar esos proyectos. Estoy empezando de nuevo, porque un empresario no nada más se sienta. No, ellos también quieren garantías de seguridad, de los servicios con que se cuenta en el municipio, las facilidades que les damos y si cuentan con el apoyo que la población”, dice esperanzado.
“Nunca he dicho me voy de aquí porque es inseguro: maestro
En la escuela primaria Rafael Lucio, un circuito cerrado de videograbación vigila la entrada principal, el patio central y algunos pasillos del plantel durante el horario escolar. La pantalla donde se refleja lo que sucede en cada espacio, está en la dirección de la escuela.
El profesor Celso Alberto Avendaño Rodelas, originario de otro municipio vecino, y que trabaja desde hace nueve años en Acultzingo, dice que este sistema les permite detectar cualquier movimiento: quién llama en la puerta, cómo están los niños en el patio.
En el 2010, el desplazamiento de fuerzas armadas en el municipio –como parte de una estrategia de reconocimiento -, fue suficiente para generar psicosis entre los padres de los 456 alumnos que atiende el plantel.
“Se amotinaron en la puerta, y pedían llevarse a sus hijos. Pensaban que iba a pasar algo, y que sus niños podrían salir lastimados… Eran tantos… que casi tiran la puerta, pasamos un largo tiempo hablando con ellos, tratando de convencerlos de que sus hijos estaban seguros aquí, pero no escuchaban. Tuvimos que organizar rondas, para entregárselos”.
En aquellos días, era popular un video en redes sociales, que reflejaba el pánico vivido por unos niños y su maestra cuando ocurrió una balacera en las afueras de una escuela, en el norte del país.
Inscritos en un programa de calidad que les dio un recurso extraordinario en efectivo, la escuela instaló el circuito de videovigilancia, para la tranquilidad de los padres.
Avendaño Rodelas dice que a pesar de los hechos de inseguridad, nunca he pensado en irse del pueblo.
“Ningún compañero ha pedido su cambio. Relativamente, a pesar de que en otros municipios se habla mal de este lugar, ya tengo nueve años trabajando y tengo compañeros que van desde los 16 , 17 años en servicio. No hemos tenido que decir: ‘mejor me quiero ir de acá porque está inseguro’”.
La principal fortaleza de esta localidad es la actitud de sus pobladores: “Los padres de aquí son muy participativos, responden. Cumplen con sus uniformes, con sus cooperaciones, con sus tareas. Realizan sus faenas”, dice el profesor Rodelas.
Ante los proyectos de generación de empleos y de oferta educativa que se frenaron por la inseguridad, Avendaño Rodelas estima que las autoridades municipales, pronto puedan reencauzarlas.
“Hemos tenido hechos agresivos pero afortunadamente se han sobrellevado, la gente que está al frente del ayuntamiento los han sabido sacar a flote”.
Oraciones por la paz
Petra Baz, una mujer de 59 años, recuerda que cuando era niña, Acultzingo era un pueblo tranquilo. Por ningún lugar se miraban camionetas “raras”, hombres sospechosos. Nadie se guardaba temprano y no existía el miedo de ser asaltado o extorsionado.
“Había esa tranquilidad de andar en la calle a las 10, 11 de la noche, y no pasabas de ver un borracho tirado. Era un pueblo muy tranquilo. Ahora no la gente ya no sale en la noche. Si usted anda a las 8:00 p.m., ya no hay ni alma de Dios. Todos se guardan en sus casas…”, dice desde el parque principal, en donde espera que su nieta salga del colegio.
Pero en los últimos tres meses del 2014 –retoma- comenzó a notarse la presencia de “gente rara: mucha camioneta, muchas motos, y en la noche suben, bajan”. Se desataron los eventos que generaron tanto temor, que algunos habitantes comenzaron a dedicar la Hora Santa -una celebración religiosa que se realiza en la iglesia-, para pedir por la tranquilidad de Acultzingo.
“Viene toda la comunidad, las mujeres, los hombres, y pedimos por la paz del pueblo. Para que sea como era antes: tranquilo, que podía uno andar, subir, bajar. Yo lo pido principalmente para mis nietos”, dice Petra Baz.
Lo único que para Petra Baz sigue igual que antes es la falta de empleo, de servicio de agua potable y la falta de oferta educativa.
Sus dichos son más tarde confirmados por Maricela Guevara Martínez, dueña de un negocio en la calle Zaragoza, quien asegura que las ventas no levantan y la inseguridad es una amenaza constante.
“Nosotros (los comerciantes) somos los más vulnerables. Por un lado, las ventas están más bajas que hace dos años, y por el otro, la inseguridad, los robos, las extorsiones”.
Aunque asegura que hasta ahora, a ella no le ha tocado ser víctima de la delincuencia, “se sabe, se escuchan cosas”. Por eso, si antes de que todo esto empezara, cerraba a las 10:00 de la noche, ahora cierra a las 08:00.