¡Somos imparables!
- Silvia Susana Jácome G.
El pasado 21 de marzo, a petición de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Estado mexicano decretó el 17 de mayo como el Día Nacional de la Lucha en Contra de la Homofobia.
La fecha no es casual, se eligió en virtud de que un 17 de mayo –del año 1990- la Organización Mundial de la Salud retiró la homosexualidad de los catálogos de los trastornos mentales. Han pasado 24 años y sigue siendo necesario establecer un día para reflexionar en torno a este tema.
Y es que, como bien dicen las y los especialistas, la homosexualidad no es una enfermedad; la homofobia, sí. Habría que decir, con el ánimo de ser incluyentes, que para la ONU la fecha no se limita a la homofobia, a nivel global es el Día Internacional de la Lucha en Contra de la Homofobia y Transfobia. Pero en México sería demasiado pedir; a duras penas están entendiendo qué es eso de la homosexualidad como para todavía hablarles de transexualidad. Como botón de muestra, la Constitución señala expresamente que nadie puede ser discriminado por su preferencia sexual cuando, en rigor, habría que señalar que tampoco por su identidad de género.
El caso es que, por desgracia, la homofobia –y la transfobia- siguen estando presentes. El propio Felipe Calderón, durante su presidencia, no quiso hacer mención expresa del término y decretó un ambiguo Día de la Tolerancia y el Respeto a las Preferencias. Y que cada quien entienda por preferencias lo que guste y mande… o lo que prefiera.
Este año, en cambio, ya se habla abiertamente de homofobia, es un avance. Y valdría mucho la pena que en Veracruz se estableciera el Día Estatal de la Lucha en Contra de la Homofobia, toda vez que no es un mero enunciado simbólico –que de suyo ya sería importante- sino que contempla acciones en distintos ámbitos de gobierno.
Para empezar, habría que poner un alto a quienes desde el púlpito lanzan ataques en contra de las personas homosexuales y pretenden comparar el matrimonio entre dos hombres, o dos mujeres, con la unión de un hombre con un animal. Si la pretensión era ofender, por lo menos conmigo no lo lograron; estoy segura que hay gatitos y perritos con mucho mayor nobleza que algunos hombres, como esos misóginos, machistas y homofóbicos que lanzaron semejantes ofensas.
Lo grave es cuando esos mensajes llegan a madres y padres de familia sin la suficiente información, y a la hora que descubren que su hijo es gay o su hija es lesbiana, sienten que se les viene el mundo encima y que engendraron al mismísimo demonio. Con todo el sufrimiento para estas y estos chicos y, desde luego, para papá y mamá.
Pero no todas son malas noticias. Hace unos días se celebró el Festival Eurovisión y la ganadora fue Conchita Wurst, representante de Austria. El hecho no habría tenido mayor trascendencia de no ser porque la tal Conchita nació con sexo masculino y al Festival se presentó con un elegante vestido de noche, perfectamente maquillada, con un hermoso cabello largo y ondulado… ¡y con barba!
Para quienes, desde México, estábamos ajenas de la aparición de esta singular cantante, fue toda una sorpresa. Hubo quienes decían que Conchita era una mujer transexual; luego se supo que es una Drag Queen, es decir, una persona que se reconoce del sexo masculino y que eventualmente gusta de expresarse en el rol femenino. Y mencionan que la idea de semejante look nació como una protesta por el rechazo que alguna vez Conchita –desde su condición masculina- sufrió por ser homosexual.
Como sea, el hecho tiene muchas aristas interesantes. Una de ellas, sin duda, el cañonazo que con esto se ha lanzado hacia las rígidas estructuras de género. La otra, la aceptación y el apoyo que las y los organizadores del evento le brindaron, pese a las voces que se alzaron para que a Conchita se le impidiera su participación.
Así como John Lennon soñó e imaginó un mundo sin religión y sin fronteras, hay quienes imaginamos y soñamos un mundo sin géneros, en donde cada quien se pueda expresar de la manera que le venga en gana, sin importar si eso es “para los hombres” o “para las mujeres”.
Yo estoy convencida que ese día llegará. Y será una realidad en todo el mundo –o casi- que, por ejemplo, las actas de nacimiento dejen de señalar el sexo de las criaturas. Es el primer paso para la discriminación.
Quizá no llegue a ver ese día, pero llegará. No obstante, de lo que estoy segura es que estos actos, estas expresiones cargadas de libertad, constituyen un paso muy importante de cara a esa desaparición de los géneros. Y es que, cuando a la propia Conchita se le preguntó si tenía algo que decirle a los regímenes homofóbicos como el de Vladimir Putin en Rusia, simplemente dijo: “¡somos imparables”. ([email protected])