¿Esposas frígidas o maridos irresponsables?
- Salma Teodosio
El confinamiento por la pandemia de covid-19 trajo consigo muchas consecuencias, sin embargo, ninguna de ellas fue la disminución de las cifras de infidelidad en las relaciones de pareja, por el contrario, surgieron fenómenos como la infidelidad virtual y se incrementó la crisis emocional en parejas jóvenes.
Con pandemia o sin pandemia la infidelidad permanecerá si no se actúa en contra de la cosificación de las mujeres y la irresponsabilidad afectiva. Estos temas son puestos sobre la mesa por las feministas en el día a día, aunque no todas las personas lo ven de la misma manera, mientras Coral Herrera en 2018 trajo al mundo “Mujeres que ya no sufren por amor” una obra que desmitifica al amor romántico, Martha Lamas dijo en agosto de 2020 que los hombres infieles recurren a las prostitutas como solución ante el problema denominado “esposas frígidas”.
¿Qué tiene de malo lo que dijo Martha Lamas? Todo. ¿Cuál es la diferencia entre la opinión de Martha Lamas y otras mujeres feministas? La conciencia sobre el privilegio. Analicemos esta crítica desglosando los conceptos.
Para entender la cosificación de las mujeres desde una perspectiva rápida hay que tener presente que en los esquemas del machismo cotidiano que ahoga a nuestro pueblo hay dos clases de mujeres: las esposas abnegadas y las amantes ardientes. A las primeras se les exige que sean buenas amas de casa y madres excelentes, recatadas, silenciosas, que mantengan perfil bajo. Son objeto de chistes misóginos que las retratan como devoradoras de quincenas, poco atractivas, con sobrepeso y dolor de cabeza constante, pero en medio del divertidísimo stand up ¿alguien se pregunta por qué les duele la cabeza?, ¿será porque lavan, planchan, cuidan de los hijos, preparan alimentos, administran los gastos, crían maridos con complejo de Electra, no tienen acceso a la realización personal, no se les permite opinar, no se escuchan sus necesidades y se invisibiliza su trabajo? A lo mejor, muy probablemente.
Por su parte las amantes son objetos de consumo, cosas que se adquieren a cambio de un precio en dinero o en especie. Tampoco hablan mucho porque su fin es satisfacer las necesidades sexuales de los pobres maridos y escuchar sus quejas. Reciben atención a medias, pero se les hace creer que son importantes. A ellas se les dedican letras románticas y canciones que describen a la infidelidad como riesgo, aventura, emoción, placer. Para que no se percaten de la cosificación que sufren se les permite creer que ejercen relaciones de poder sobre otras mujeres: las esposas, y se inicia la denigrante competencia de la que Pimpinela hizo sus mejores éxitos. Una pelea en lodo entre dos objetos que pertenecen a un mismo dueño o metafóricamente hablando “la lucha por el amor”.
¿Quién gana? Ninguna, aunque el patriarcado diga lo contrario.
Mientras las primeras fungen como segundas madres de sus esposos evitando que se conviertan en adultos funcionales, las amantes se ocupan de los caprichos que restan. A las primeras no se les permite disfrutar de su sexualidad, las segundas dependen de ello para ser vistas. Difícilmente alguna de las dos destaca por su inteligencia, su capacidad de liderazgo, visión, empeño. Tienen en común la explotación, pero no se unen porque la cultura las ha hecho enemigas. Se odian mutuamente, se lanzan indirectas, buscan afectarse emocional y patrimonialmente, mientras el tercero en cuestión se libra de salir afectado.
¿La solución está en las pensiones alimenticias y los divorcios express? Claramente significa una consecuencia para el agresor, pero ¿el agresor aprende?
Para una sociedad que perpetúa actitudes machistas y decide sobre los cuerpos, emociones y pensamiento de las mujeres, el antídoto radica en actuar desde la conciencia y la empatía, educando en el amor y la igualdad, cuestionando los estándares impuestos y rechazando la violencia física, psicológica y emocional hacia nosotros y hacia otros individuos, ¿por pura moralidad? No, porque la discriminación es un delito, la cosificación es violencia, la infidelidad es sinónimo de inmadurez emocional y carencia en la comunicación.
Si usted no es capaz de lavar su ropa y entender sus propias emociones, evite dañar la esfera de derechos de otras personas irresponsablemente. La responsabilidad no aplica únicamente al ámbito académico y profesional, un ser humano que se ocupa de cuidar sus emociones y las emociones de quienes le rodean es responsable afectivamente, sea usted un adulto funcional responsable en todos los aspectos de su vida.
Nota a quienes que están a punto de decir que también hay mujeres infieles: es cierto, aunque este texto va enfocado a la cosificación de las mujeres puede usted leerlo de nuevo e invertir los papeles si eso le satisface, luego revise las cifras de infidelidad entre hombres y mujeres y analice.