La mala racha
- Alberto Delgado
La suerte, según el diccionario, es la causa o fuerza que supuestamente determina que los hechos y circunstancias imprevisibles o no intencionados se desarrollen de una manera o de otra. Esto puede ser favorable a nosotros o no, gracias a lo cual terminaremos llamando a este encadenamiento de sucesos “mala” o “buena” suerte, dependiendo de cómo nos vaya. Hay en muchas culturas una carga religiosa o espiritual en cómo se vive la suerte, y consideran que realizando ofrendas, sacrificios o actos en honor a las deidades se puede modificar la suerte de quien los realiza. También para eso sirven los brujos o chamanes.
Nunca he creído en la suerte. Ni la buena ni la mala. Sin embargo, los últimos días me han hecho empezar a replantearme el asunto. Creo que estoy pasando por lo que algunos dirían “una mala racha”, y me aterra un poco. Lo único bueno de esta época de mala suerte es que es como todo lo que me pasa, más bien ridícula, y hasta el momento, sólo ha servido para hacerme pasar momentos penosos. Como el mismísimo momento en que la mala suerte empezó: invité a una amiga a cenar, todo estaba muy bien, yo presumiendo mi escaso talento en la cocina, cuando, sin previo aviso, se acabó el gas y se apagaron todas las hornillas. Ya se imaginará, amable lector. La mirada de la chica como de compasión y burla, y esa manía de hombre de salir a cargar el tanque de gas como para pesarlo, como si estuviéramos equipados con una báscula que te diga exactamente por qué no calculaste que ya te estabas quedando sin gas en vez de hacerte el fortachón. Afortunadamente, el microondas tuvo el talento, el temple y la capacidad de improvisación necesarias para salvar la situación. Pero desde ese momento supe que algo estaba mal.
Esa sospecha me fue confirmada al otro día muy temprano, cuando, también sin previo aviso, mi cámara empezó a entregar archivos digitales dañados, pero sólo por un rato, porque luego dejó de entregar cualquier cosa. Como se imaginará, puse el grito en el cielo, sobre todo porque era sábado, apenas unas horas previas al proceso electoral que afortunadamente ya pasó, y pues usted comprenderá que, siendo la cámara mi instrumento de trabajo, era lo menos oportuno que pudo pasar. Lo mejor es que en la preocupación por mi cámara descompuesta, al revisarla, tiré mi telefoto, que se dio tremendo golpe en el piso, y por poco se descompone también. Toda una serie de eventos desafortunados.
El día de la jornada electoral fui a trabajar con una cámara que no es la mía, pero resolviendo el problema. Y todo iba muy bien, hasta el incomodísimo momento en que me di cuenta que en algún lugar indeterminado de Xalapa 2000 mi teléfono se habría salido de la mochila (solito o con ayuda, qué más da) y pues todo colapsó un poco. Sin posibilidad de enviar mis fotos e incomunicado, afronté valientemente el resto de las elecciones. No faltaron (de hecho, ya estaban sobrando) las bromas de todos los compañeros por haber perdido el teléfono (¡Te estoy marque y marque, contesta!... ¡Checa el PREP en tu teléfono, anda!)
“Tal vez sí sea una mala racha”, me dije. Y no me quedó otra que esperar que no dure mucho y tratar de poner más atención. Pero no estaba dispuesto a dejar que todo pasara sin dar pelea. A las 00:30 de este mismo lunes, cuando el lugar más triste de Xalapa era la casa de campaña de Ana Miriam Ferráez y el lugar más aburrido del planeta era la casa de campaña de Carlos Luna Escudero, unos amigos y yo estábamos comprando un par de cervezas y compartiendo los pormenores del día de trabajo. Como debe ser. Con ese sentimiento del deber cumplido a pesar de las adversidades, y esperando que la cerveza fuera capaz de limpiar los rastros de un fin de semana de mala suerte. Para Nicholas Rescher, “los dos factores cruciales en la determinación de la suerte son dos: 1) La creación de una diferencia significativa en nuestro malestar o bienestar; y 2) Un suceso que vaya en contra de las probabilidades percibidas, contra lo que se puede esperar razonablemente desde la perspectiva del beneficiario” Viendo ese punto de vista, creo que mi mala racha no es para tanto y lo mejor que pude hacer al respecto fue lo que hice, levantar mi cerveza y declarar clausurada la temporada de mala suerte. Hasta nuevo aviso.
Hablando de malas rachas, mi recomendación musical de hoy es esta rola que es una adaptación de un poema de Eduardo Galeano, cantada nada más que por Joan Manuel Serrat: súbale a la música, nos leemos el lunes, espero que con mejor suerte.
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