Tiempo de matar

  • Alberto Delgado
Nadie necesita 400 cucarachitas caminando por su casa, y yo estaba decidido a evitar ese escenario.

Hace unos cuantos días encontré, no sin horror, caminando en una pared de mi casa, un ejemplar de cucaracha. No era demasiado grande, ni representaba por sí sola un peligro. Sin embargo, hice lo que todos hacemos cuando encontramos uno de estos bichos en casa: la aplasté; pero, no me dejó dormir con mucha comodidad la idea de que ese individuo no estaba ahí solo. Tenía que haber más.

Por días dejé de ver esos animalejos en casa, por lo que me dejé de preocupar. Anoche, mientras me disponía a tomar un vaso de agua, vi a otra cucaracha caminando alegremente encima de mi horno de microondas. Se quedó muy quieta, volteó a verme con sus ojitos compuestos mientras movía sus antenas, y supo que ahí acabaría todo. De alguna manera, en ese momento los dos supimos que sería imposible una coexistencia pacífica entre nuestras especies. Intentó huir pero fue en vano. Encontró una muerte similar a la de su amiga, la que me visitó hace varios días.

Intrigado por esta asquerosa presencia, fui al supermercado para buscar un insecticida que pudiera librarme de esta plaga. Aún no sabía si sería una plaga, pero era muy probable. Al fin y al cabo, una sola cucaracha puede producir hasta 400 descendientes. Nadie necesita 400 cucarachitas caminando por su casa, y yo estaba decidido a evitar ese escenario. En el mercado hay de todo contra las cucarachas: insecticidas, trampas, gises (¿gises? ¿Qué haces, les escribes que no son bienvenidas en tu casa, que por favor se vayan?) y placas para que se queden pegadas. Además tenía que tomar en cuenta que Groupie anda por la casa, por lo que no podría dejar cosas con veneno por cualquier lugar. Debería ser un ataque certero y planificado. El primer problema sería encontrar su escondite.

Eso se resolvió con relativa facilidad. No me había dado cuenta que junto al asador, tengo una caja con cachivaches, el cual representa un perfecto escondite para estos bichos. Dice internet que las cucarachas pueden pasar el 75% de su vida escondidas en una grieta o en algún lugar oscuro, como muchas personas en sus oficinas. Me acerqué a esa caja y supe que ahí estaban todas. O casi todas. No sé cuántas eran, la verdad. Pero había algunas realmente grandes. Salí de ahí. Era un hecho que esta misma mañana terminaría con el asunto.

Era tiempo de matar. Regresé a la sala para tomar los implementos necesarios, que consistían, básicamente, en un par de guantes de hule, mis botas, una escoba y el arma letal: un insecticida que aseguraba matar “hasta cucarachas”. Entiendo que las cucarachas se encuentran entre las especies más resistentes del planeta, y además, que son una maravilla de la ingeniería genética. Su presencia en el mundo es muy anterior a la humana, de hecho, llegaron casi más de 300 millones de años antes que nosotros, y exterminar a todas las cucarachas que viven en mi casa sí supone un dilema ético. Sin embargo, no se me sale de la cabeza que estos bichos constituyen un vector para varias enfermedades que no quiero tener, así que son ellas o yo.

Elaboré cuidadosamente una “playlist para asesinar”, que contenía rolas de Frank Sinatra, Josh Smith y Rachmaninov, y entré a donde se encontraban mis enemigas. Me superaban en número, pero eso no era un problema. Tampoco eran tantas como para llamarlas “plaga”. Pero no iba a permitir que siguieran en mi espacio. Así que fueron cayendo una a una. No les di un minuto de tregua. Solo caían. Era muy interesante ver cómo algunas se aferraban a seguir viviendo. ¿Si iban a pasar el 75% de sus vidas en una grieta de la pared, por qué se esforzaban tanto? El insecticida que usé aparentemente sí era muy potente. ¿Cómo es posible que esos bichos van a sobrevivir a la bomba atómica si no aguantan un insecticida de 20 pesos? Dicen algunos etólogos que cuando uno aplasta a una cucaracha, y truena, en realidad lo que está pasando es que, antes de morir, el insecto manda un mensaje para sus compañeras para que se reproduzcan más y más rápido, pues está en peligro la especie. Algo así como una plegaria. Pero era difícil suponer o adivinar que las cucarachas estuvieran elevando plegarias para no morir. ¿Eso pensará algún dios cuando “envía” catástrofes al mundo? No lo sé. Lo que sí sé es que durante un buen rato no habrá cucarachas en casa.

No sigamos con los dilemas éticos, y escuchemos un buen rocanrol. Tito y Tarántula en su álbum debut “Tarantism” de 1997. “Angry Cockroaches” que fuera incluida en el soundtrack de “From Dusk Till Dawn" de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino. Súbale a la música, nos leemos el lunes...

Sígame en tuiter, nadie lo va a exterminar por eso: @albantro