El expresidente Carlos Salinas de Gortari ha bromeado siempre en privado al decir que nunca ha desmintió a quien le atribuyera más poder del que realmente tenía. Bajo esta lógica, puede asumirse que el líder senatorial de Morena, Ricardo Monreal, vive su momento de mayor poder. El que le achacan, el verdadero… y el que podría capturar.
El político zacatecano, uno de los más sagaces en el panorama actual, no ha tenido en algún momento del gobierno López Obrador una coyuntura como la actual en la que acapara espacios en los medios, en el debate público y aun en la “mañanera” presidencial. Lo ha logrado apegado a la definición más clásica de poder: provocar que una persona, o muchas, hagan algo que no necesariamente deseaban hacer.
A finales de la próxima semana, la bancada de Morena asistirá a una plenaria para marcar su agenda legislativa rumbo al periodo de sesiones del Congreso que arranca en febrero. El aire de la reunión estará cargado por versiones de que un grupo de senadores someterá a juicio a Monreal, lo que puede derivar en su remoción como coordinador.
Entre sus impugnadores se hallan lo senadores Antares Vázquez, José Narro y César Cravioto. Los tres incurrieron en el mayor pecado que exista dentro de la llamada cuarta transformación: actuar sin preguntar. Su rijosidad inicial, con la que esperaban halagar a Palacio (y a la jefatura del Gobierno capitalino, por lo que toca a Cravioto), se debilitó con rapidez, quizá en espera de mejor momento.
El olfato de Monreal para mantenerse bajo los reflectores pese al desplazamiento decretado en su contra por el Presidente, ha incluido moverse en la frontera de la ruptura, que difícilmente él provocará, pues a los ojos del respetable siempre es más políticamente rentable ser víctima que verdugo.
De acuerdo con análisis elaborados tanto al interior del Senado como en círculos gubernamentales, consultados por este espacio, una eventual defenestración de Monreal como coordinador atraería el riesgo de que surjas un bloque de legisladores adeptos, que podría alcanzar un número de 15, entre los poco más de 60 de la bancada morenista. De manera explícita, esa facción actuaría contra iniciativas presidenciales de reformas clave, como las ya muy cercanas en materia eléctrica, electoral y sobre la de la Guardia Nacional. Ello arruinaría el de suyo frágil equilibrio bajo el que se mueve ahora el oficialismo.
Monreal cerró el año pasado enfrentado al gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, un aliado de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, y acaso el mandatario morenista más cercano al grupo político de Claudia Sheinbaum, que sostiene con el senador zacatecano un diferendo cada vez más profundo.
El líder senatorial de Morena la ganó al mandatario veracruzano la partida contra la reforma penal en el estado que imponía cárcel por el delito de “ultrajes a la autoridad”, la cual encaraba un comprensible repudio y acabó siendo derogada.
Se prevé que el mismo camino siga la causa criminal contra José Manuel del Río Virgen, dos veces diputado federal, ex dirigente de Movimiento Ciudadano y actual secretario técnico del órgano máximo en el Senado, quien es acusado de asesinato sobre bases que lucen estrafalarias, por decir lo menos. Se espera que un juzgado de alzada decrete su libertad en las próximas semanas. En caso contrario el clima en el Congreso resultará más enrarecido, lo que catalizaría el endurecimiento de la comisión interna formada para este caso con los coordinadores de todas las bancadas y colocada en ruta de colisión con el propio gobernador García Jiménez.
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Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Fue Subdirector Editorial de El Universal y Director Editorial General de El Gráfico y de El Universal. Actualmente, es vicepresidente de la Comisión Contra la Impunidad de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).