“¿En qué país vivimos, Luvina?”

  • Joel Hernández Santiago
Ganó el presidente Enrique Peña Nieto el Estado de México. Pero perdió.

Ganó el presidente Enrique Peña Nieto el Estado de México. Pero perdió lo poco que le quedaba de credibilidad. Vaya forma de entenderse con los mexicanos.

Digamos que el día electoral fue bueno: todo a la medida del triunfo previsto; pero durante meses, semanas, días, como las hormigas, se construyó un triunfo que no es de los electores porque la “joya de la corona” no se podía perder: era una muestra de poder y fortaleza… pero, ¿poder y fortaleza de verdad? ¿Poder y fortaleza que emanan de la voluntad ciudadana?... No.

Con su intervención en favor del candidato priísta, familiar suyo y heredero de la dinastía Del Mazo en el EdoMex, el presidente se distancia aún más de los mexicanos. Pero no le importa. Ya no le importa. Lo que sí le importa es que esta estrategia política y de recursos la súper-aplicará en 2018 para conseguir que el PRI se mantenga en el gran poder. Esa es la lección de este domingo 4.

Esa fortaleza no es la de Alfredo del Mazo Maza. Tan es así que tuvieron que apuntalarlo, tuvieron que auxiliarlo, tuvieron que meter la mano y enlodarla para conseguir un magro triunfo frente a otros candidatos asimismo débiles porque débil es la política nacional y débiles los partidos políticos como los procesos electorales sin democracia…

¿Cuánto nos costó este triunfo? ¿Hubiera ganado Del Mazo sin esta supra ayuda federal? Muy seguramente no. Lo cierto es que será gobernador, si es que no se prueba lo contrario…

La estrategia de auxilio electoral cambió al paso del tiempo: ya no aquellos chanchullos de las urnas llenas, del carrusel famoso, de los acarreos para que gente votara en donde no tenía que votar o listas de resultados previamente llenas. Se decía entre los de a pie “Para qué voto si ya sabemos quién va a ganar”. Otros tiempos, los mismos fines.

Lo nuevo es más sofisticado, asimismo de engañoso plumaje: Asignar grandes cantidades de recursos públicos para que las manejaran secretarios de estado con responsabilidad en municipios o regiones a cuyo electorado tenían que “atender” e inducir su voto mediante dádivas, tarjetas de gasto y descuento, despensas míseras, promesas que no se cumplirán y facturas que habrán de pagarse luego. ¿Y qué tal filtrar información envenenada para debilitar y humillar al adversario?

¿No estaba prohibido todo esto por la Ley Electoral Federal? ¿No tendría que vigilar el Instituto Nacional Electoral (INE), que es decir los Consejeros Electorales tanto de ahí como los locales? “No está dentro de nuestras facultades” era la respuesta fatal.  Este INE e Institutos locales que tanto cuestan no funcionaron. Fracasaron. Fueron omisos. Cómplices. Todos, o casi todos, lo sabemos.

Cifras van y vienen. Pírricos triunfos en donde predominó la abstención, en donde, como en el caso del Estado de México, votaron sólo la mitad del padrón electoral que es de 11.3 millones de registrados. Los jóvenes no acudieron a votar. Otro fracaso terrible del sistema democrático y de partidos: la desconfianza en todo y por todo… Hoy vemos que con justa razón.

Morena-AMLO-Delfina Gómez, dicen que van a impugnar el caso del EdoMex. Coahuila en la mira por los márgenes y el presentimiento de chanchullo antes y después; Nayarit quita al PRI a pesar de que el gobernador Roberto Sandoval hizo hasta lo imposible para que los ciudadanos no votaran y por lo mismo puso trabas inauditas; Veracruz a medios chiles panista-priísta-morenista-perredista… Un poquito para todos…

Y de vuelta a “la joya electoral”, el Estado de México en donde la debilidad partidaria es de tal grado que el PRD se sorprendió de conseguir un lejano tercero lugar en votación. Están orgullosos, tanto Juan Zepeda, el candidato “triunfador” como Alejandra Barrales, presidenta de este partido. ‘Consiguieron lo insospechado’ porque, y ellos lo reconocen, al inicio de estas elecciones estaban a punto de extremaunción. ¿Ganó Zepeda o ganó el PRD? Cosas diferentes, a saber.

En 2018 el gobierno federal (PRI) hará hasta lo impensable para perpetuarse en el gobierno presidencial. Lo comprará. Manipulará. Filtrará. Acusará. Llenará de inmundicia el entorno político y electoral, no importa que la popularidad del presidente esté en el sótano nacional.

Su mínimo presidente priista, Enrique Ochoa Reza, como muñeco de cuerda, repetirá al infinito lo que le pusieron en su disco duro: “AMLO=Venezuela=Maduro”, no tiene otro argumento. No se da cuenta de que él no hizo ganar al PRI-EdoMex y que Delfina Gómez (Morena), le pisó los talones al ganador, pero con la diferencia de que ella no recibió recursos millonarios de la federación.

El PAN se debate en sus pleitos internos y los descalabros. Margarita Zavala seguirá mostrando indignación en contra de Ricardo Anaya, el presidente del PAN porque es su piedra en el camino; Anaya seguirá mintiendo a diestra y siniestra con un cinismo escalofriante…

El PRD tiene ahora una tabla de salvación: Zepeda. ¿Lo dejarán seguir las tribus primitivas y sin cepillar de que se compone este partido presuntamente de izquierda? Y Morena… ¡ay Morena! el enemigo a vencer; el beso del diablo para los partidos tradicionales ¿Deveras Morena es la solución? Morena es Andrés Manuel López Obrador que también se equivoca, como ocurrió en el EdoMex, pero que aglutina a los descontentos nacionales. ¿Lo harán polvo antes que dejarle ganar?

¿Y la izquierda mexicana dónde está? No en estos partidos.

Ganó el presidente Enrique Peña Nieto el Estado de México. Pero perdió. Eso es. El domingo 4 perdió lo que le quedaba de credibilidad. “¿En qué país vivimos, Luvina?” clamaba Rulfo.   

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Joel Hernández Santiago

Es periodista y editor. Ha sido editorialista en UnomásUno, La Jornada, El Financiero y más. Fue coordinador de opinión de El Financiero y director de Opinión de El Universal. Fue editor en la UNESCO y de Le Monde diplomatique. Ha coordinado obras como: "Planes en la nación mexicana", con El Colegio de México y "Pensar a David Ibarra", el más reciente.