Interpretaciones en torno a la corrupción en México
- Hipolito Rodríguez
Introducción
Si deseamos construir alternativas que permitan poner límites a la corrupción, la discusión en torno a sus causas es fundamental. En México, la corrupción es un fenómeno que disfruta del atributo de la transversalidad. La hallamos por todas partes: en los desastres ambientales, en los fraudes electorales, en la quiebra de las finanzas públicas, en la creciente inseguridad pública, en fin, en todo aquello que denota la ausencia de un verdadero Estado de derecho.
El fenómeno engloba una multiplicidad de trasgresiones que atraviesan muy diversos segmentos de la vida social, y sus manifestaciones se extienden desde el campo político, donde trastorna la equidad y confianza en la forma en que celebramos elecciones, hasta el más elemental plano económico, donde su impacto erosiona y permite el desvío de los fondos públicos, sin contar las múltiples situaciones de soborno y cohecho con las que esquivamos sanciones y penalizaciones al violar las reglas de tránsito en la vida diaria.
Tratándose de una suerte de plaga, las formas de interpretar sus distintas manifestaciones han cambiado en el curso del tiempo. ¿Desde cuándo nos preocupa la corrupción? ¿Qué es lo que permite que se despliegue? ¿Qué tipo de corrupción es la que suscita más inquietud? Para algunos, la corrupción forma parte de un proceso que debilita al Estado. Para otros, es un mecanismo que impide el progreso económico e incluso contribuye a la desigualdad. También hay quien considera que es un fenómeno cultural, un resabio de una época que es preciso superar.
En fin, se dice, la corrupción deteriora la eficacia de los cuerpos de seguridad pública, propicia la violencia y genera situaciones de vulnerabilidad ante el crimen organizado. En este ensayo me he propuesto examinar algunas de las lecturas que, a mi juicio, contribuyen de modo notable a entender los actos de corrupción más frecuentes en nuestra vida pública. Me interesa mostrar que, como en el relato de Rashomon, todas aportan un grano de verdad.
Al revisar las interpretaciones que han construido destacados intelectuales mexicanos y extranjeros, me guía una conjetura: la corrupción es en realidad una serie de prácticas que desafían a las instituciones modernas erigidas para regular la economía —donde las transacciones se rigen por el intercambio de equivalentes— e instauran relaciones de poder premodernas —la pretensión de apropiarse por la fuerza o por medio del dinero de aquello que está prohibido comprar o sujetar: la legalidad, la voluntad ciudadana, los bienes públicos, la vida misma— para permitir la reproducción de un orden político donde impera la desigualdad.
En la vida cotidiana, la sociedad advierte que la corrupción abarca una multiplicidad de actividades que trasgreden el orden jurídico y cuyo principal impacto es, en efecto, contribuir a que la desigualdad social se reproduzca: quien tiene “palanca”, quien puede pagar una “mordida”, puede acceder a beneficios —servicios, negocios, empleos, movilidad social— que excluyen a los desposeídos.
En un mundo desigual, las personas asumen que no pueden progresar gracias a su talento y esfuerzo, y perciben la corrupción como algo inevitable. Aunque se sientan incomodadas por su existencia, se avienen a aceptarla y participar en ella para salir adelante.
En un contexto adverso, no renuncian a comportarse de forma deshonesta si se presenta una oportunidad de obtener ayudas, de colocar a sus hijos en los mejores colegios públicos o de enriquecerse. Se mostrarán dispuestas a comprar favores, torcer voluntades o buscar la protección o el apoyo de poderosos. La agregación de estos comportamientos engendra dependencias de la senda (path dependencies), de las que resulta complicado apartarse. Es más, la propia corrupción refuerza, a su vez, la desigualdad, al otorgar ventajas a quienes ya parten de una posición de privilegio relativo (Marí-Klose, 2016).
Para neutralizar la corrupción, hemos ensayado un amplio abanico de antídotos. Sin embargo, muchos de ellos, al limitarse a ofrecer reformas en el plano institucional, sólo han dado pie a la frustración y el desencanto, ya que dichos remedios no han tenido hasta ahora las consecuencias deseadas —impedir el robo y el abuso—, lo cual indica que es preciso hacer algo más. Como veremos, involucrar activamente a los ciudadanos en la defensa del Estado de derecho, constituye el principal desafío.
De algún modo, neutralizar la corrupción equivale a revertir procesos de dominación de larga data que no sólo socavan la legalidad y la democracia, sino que también lastiman la equidad y la paz, amparándose, en el adversario, de toda justicia: la impunidad.
Este es un fragmento del texto: Interpretaciones en torno a la corrupción en México. Notas para salir del laberinto
Publicado en Clivajes. Revista de Ciencias Sociales ISSN: 2395-9495
Para leer el artículo completo, y otros textos relacionados, puede consultar el siguiente link: http://revistas.uv.mx/index.php/Clivajes/art icle/view/2390/4263 IIH-S, UV, México