Te regalo un cuento

  • Alma Espinosa

Los regalos y las sorpresas son dos cosas que nos hacen felices. Si vienen juntas son mejor y por eso esta vez pensé en regalar un cuento infantil. Sí, a ti adulto te voy a regalar un cuento para que tú también lo regales.

¿Por qué regalar un cuento? ¿Para qué? Nunca está de más reiterar la agradable sensación que provoca que alguien nos lea algún texto de ficción. No importa el género del que se trate, lo verdaderamente trascendente es sentir que una persona nos dedica un tiempo exclusivo para leer o narrar una historia fantástica. Además de llevarnos a otros lados, nos hará sentir importantes, y, mejor aún, felices.

Esta vez usemos de pretexto el Día Internacional del Libro Infantil, celebrado desde 1967 cada 2 de abril, fecha en que nació el escritor Hans Christian Andersen. Y es justamente el autor del cuento que te voy a regalar. Se titula “Los novios”.

Había una vez un trompo y una pelota que vivían en el mismo cajón. Un día el trompo le propuso matrimonio a la pelota y ella creyéndose una señora muy elegante no le hizo caso.

Días después el niño, dueño de los juguetes, le pintó unas líneas rojas y amarillas al trompo, con las que se veía precioso. Girando muy contento le preguntó nuevamente a la pelota si quería casarse con él, y ella respondió:

–¿Estás seguro? –dijo la pelotita–. ¿No sabes que mi padre y mi madre fueron zapatillas de tafilete y que yo tengo un taponcito en el vientre?

–¡Sí, pero yo soy de madera de caoba! –exclamó el trompo–.

A pesar de que la pelotita creyó en el trompo, le dijo que no podía casarse porque ya se había comprometido de alguna manera con la golondrina, pues cada vez que saltaba muy alto el ave le preguntaba “¿Quieres? ¿Aceptas?” y esto para la pelota era un tipo de noviazgo. Con esta explicación el trompo tuvo suficiente para no volver a dirigirle la palabra.

Al día siguiente alguien sacó la pelota del cajón. El trompo sólo veía qué tan alto volaba la pelota; siempre regresaba al suelo y volvía a elevarse, hasta que no se le vio más. El niño la buscó por todos lados sin tener éxito.

–Yo sé dónde está –sollozó el trompo–. Está en el nido de la golondrina y va a casarse con ella.

Los días pasaban y el trompo giraba con una pena en su corazón, no podía superar que la pelotita hubiera preferido a alguien más. A pesar de su tristeza, el trompo seguía sintiendo amor por la pelotita.

Aunque ya no era tan joven, un buen día decidieron dorar al trompo. Lucía hermoso como nunca con esa capa dorada que tenía encima. Se había transformado en un trompo de oro y saltaba tan alto que llegaba a hacerse daño. Un día saltó tan alto que desapareció.

Lo buscaron por todos lados y no lo encontraron. El gran salto llevó al trompo a quedarse atrapado en el canal de desagüe del tejado, donde había escombro, restos de carbón y ceniza. Mientras refunfuñaba por su suerte, alcanzó a ver entre los restos algo que parecía una manzana podrida. Pero no era una manzana, era una pelota muy vieja que había estado ahí por años.

–¡Gracias a Dios! ¡Por fin llega uno de mis semejantes y podré hablar con él! –exclamó la pelotita, mirando el trompo dorado–. Soy de auténtico tafilete, tengo además un taponcito en el vientre. Pero ahora ya nade se fija en mí. Estuve a punto de casarme con una golondrina pero me caí en el canal y a nadie se le ocurrió sacarme de aquí. El agua me ha estado mojando durante cinco años, pero se me han hecho cinco siglos.

El trompo permaneció callado sintiéndose seguro que ella era su viejo amor.

De pronto una mujer subió a vaciar el canal y rescató al trompo dorado. Lo regresó a su habitación donde gozó nuevamente del respeto de sus compañeros. Nadie se preocupó por la pelotita y el trompo no volvió a hablar de su viejo amor, porque el cariño pasa cuando el ser querido permanece cinco años en un canal, mojado por el agua de lluvia y viviendo entre los desperdicios. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

¿Qué hacer en la semana?

Como una alianza natural entre editores, académicos y estudiantes, el Departamento de Publicaciones del Instituto Veracruzano de la Cultura y la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana, se unieron para propiciar una charla en torno a la importante obra del antropólogo veracruzano Gonzalo Aguirre Beltrán, en el marco del ciclo Voces de la tierra. La cita será el miércoles 8 de abril, a las 13:00 horas en el salón Azul de Humanidades, en la ciudad de Xalapa.

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Alma Espinosa

Es originaria del Distrito Federal y desde hace más de una década radica en Xalapa. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Estudió la especialidad en la Enseñanza de la lengua y la literatura en la Universidad Pedagógica Nacional Unidad Xalapa, donde actualmente es docente. Es egresada de la maestría en Literatura mexicana por la Universidad Veracruzana.

Actualmente cursa el diplomado para la Profesionalización de mediadores de lectura por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Es mediadora del Programa Nacional Salas de Lectura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha impartido talleres relacionados con el tema de la lectura y la escritura, y desde hace dos años es una de las mediadoras que dirige la sala de lectura Equinoccios.

Como periodista ha trabajado en el Instituto Mexicano de la Radio, el periódico U2000. Crónica de la educación superior, y el Departamento de Prensa de la Universidad Veracruzana. Fue gestora cultural en la USBI Xalapa. Actualmente colabora en el área de Comunicación Social del Instituto Veracruzano de la Cultura.