La tuta y el Z-42: los tiempos electorales, los asuntos del sistema que somos todos…
- José Luis Ortega Vidal
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Producto de un siglo XX política, social y económicamente fallido; resultado de una Revolución fallida; surgidos de una mezcla atroz -y llena de barbarie- entre elementos delincuenciales, oficiales y sociales fallidos, los cárteles o mafias agrupados en el concepto genérico de Crimen Organizado se han consolidado en México y su existencia será permanente: han llegado para quedarse.
Evolucionan y evolucionarán.
Nunca se irán.
Como el chorrito de Cri-Cri: se harán grandotes y se harán chiquitos pero cuando despertemos seguirán ahí, igual que el dinosaurio de Monterroso.
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Bajo la lógica empresarial que nace y se desarrolla desde el modelo de producción capitalista (hoy salvaje) el universo de las drogas lo incluye todo: la producción, la distribución, la venta y sólo tiene un patrón: el señor mercado regido a su vez por la inagotable ley de la oferta y la demanda.
Mientras haya consumidores de droga habrá quien la siembre o fabrique, existirá el distribuidor y operará el vendedor.
Lo demás es: parafernalia, estructura oficial y social hipócrita, discurso demagógico, muerte como una variable del propio mercado porque las armas y los cadáveres también son negocio; esperanza de que un día sí, en serio, las cosas cambiarán; teatro humano; ensayos y ensayos, modelos y modelos, búsquedas sin hallazgos; hartazgos sin respuesta posible.
¿Pesimismo?
Quizá.
Los números, sin embargo, son fríos y calculadores, realidad pura: más de 20 mil desaparecidos reconocidos oficialmente en el México del 2015.
83 mil muertes en el sexenio de Felipe Calderón, según el Semanario ZETA*: 2007, 2 mil 826 ejecuciones; 2008, 6 mil 837; 2009, 11 mil 753; 2010, 19 mil 546; 2011, 24 mil 068; 2012, 18 mil 161 hasta el 31 de octubre.
Y las cifras de Enrique Peña Nieto van por el mismo camino.
Un modelo de guerra contra los cárteles que dio inicio con Calderón Hinojosa y sigue intacto con Enrique Peña Nieto arrojando el mismo resultado: la atomización de los cárteles, su evolución a grupos pequeños sin que a la fecha se haya quitado un solo pelo al gato del crimen organizado, a su violencia permanente, a su búsqueda de mercados alternos: ahí donde “se calienta” el mercado de la droga los narcotraficantes se convierten en extorsionadores, secuestradores, tratantes de blancas, esclavizadores, explotadores del hambre de cientos de miles de migrantes.
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Desde cierta perspectiva –hay varias; nos referimos a una en particular- el crimen organizado surge desde el Estado: Gobierno/Sociedad en el México postrevolucionario, dado que ésta dupla consume sus productos y comparte sus ganancias vía la complicidad, la corrupción y la impunidad.
También es importante analizar el factor legal.
Mientras la marihuana no fue un producto ilegal alrededor suyo no existía el concepto de mafia; lo mismo ocurre con el resto de las drogas; lo mismo ocurrió con el alcohol en el ejemplo de Estados Unidos.
Tal visión -legal y presuntamente moral- nace a partir de la definición del consumo de drogas como un delito y se incrementa en la medida que el drogadicto es concebido como un delincuente y no como un enfermo.
Es una perspectiva superficial, contradictoria y clave para entender el andamiaje político/social que se genera, se alimenta, se reproduce, a partir de la óptica oficial sobre el tema de las drogas, la definición de consumidores y distribuidos como mafia y la auto proclamación del Gobierno como el defensor obligado ante la enfermedad social que estrictamente el Estado ha creado.
¿Y la responsabilidad de la sociedad?
¿Y la opinión de la sociedad?
¿Y la parte de la solución que corresponde a la sociedad dado que ella pone a los enfermos, a los delincuentes y a los muertos?
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Todos estos elementos conducen a un ensayo o a muchos ensayos. Empero, esa no es la intención de este texto.
Sólo se pretende invitar a la observación y la reflexión individual y colectiva a partir de hechos noticiosos que pretenden ser vendidos como logros de una política estatal a toda claridad errónea.
Me explico: la detención de Servando Martínez Gómez “La Tuta” y Omar Treviño González “El Z-42” han sido presentadas durante los últimos días como logros históricos del gobierno federal mexicano.
Con un manejo mediático mucho menor, pero el equipo de seguridad de Peña Nieto detuvo también a Abigail González Valencia el pasado 28 de febrero.
Raymundo Rivapalacio lo describe así en su columna Estrictamente Personal**:
“El comunicado que distribuyó la Marina dedicó sólo 338 palabras a su detención, con detalles generales de la operación conjunta con la Policía Federal y la PGR. González Valencia fue detenido en Puerto Vallarta junto con un mexicano, dos colombianos y un venezolano, identificado como el “principal operador financiero” del cártel Jalisco Nueva Generación. En realidad era mucho más que eso. Es el jefe de esa organización, donde su temido líder, Nemesio Oseguera Cárdenas, El Mencho, es su lugarteniente.”
Son logros, sin duda.
¿Históricos?
Desde luego que no.
Sería histórica la disminución permanente –a lo largo de uno, dos, tres, cuatro sexenios- de los índices de violencia generalizada ligados al crimen organizado.
Sería histórico lograr un relevo generacional sin analfabetismo, con índices delincuenciales reducidos al mínimo, con la enfermedad de la droga y sus consecuencias comerciales y costos económicos bajo control.
De otro modo, la captura de líderes momentáneos en un contexto donde hay muchas más agrupaciones distribuidas por todo el territorio nacional, no implica mayor trascendencia.
Una de las características con que han evolucionado los cárteles es su conversión en modelos empresariales.
Operan como tales.
La figura del “padrino”, del jefe cuya estructura de mando es rigurosamente vertical, ha pasado de moda.
Los cárteles operan con mandos horizontales: con consejos administrativos, con estructuras bien cimentadas que se montan en los andamios oficiales llámense bancos, partidos políticos, instancias de gobierno de todos los niveles desde el municipal hasta el estatal y federal; con el apoyo de cuerpos de seguridad, apoyados por infraestructura de comunicación vigente.
Los cárteles no construyen aeropuertos, carreteras, vías de tren, líneas de camiones. Utilizan las existentes.
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“La Tuta”, “El Z-42”, Abigail González Valencia ya tienen sucesor porque siempre han tenido sucesor.
Sus organizaciones no desaparecen, únicamente se transforman.
Ellos son, a su vez, sucesores de otros detenidos o muertos en la historia fugaz y sangrienta de sus propias existencias.
Y a sus sucesores el Estado no los detendrá de manera instantánea porque los tiempos de los cárteles son también los tiempos oficiales.
Avanza la mafia o se detiene, de acuerdo a los calendarios electorales.
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Es una lógica implacable.
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Son asuntos del sistema.
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Y el sistema somos todos.
Postdata
La lista de potenciales relevos en el mando de Los Zetas –por cierto- atraviesa por Veracruz; concretamente por el Sur; específicamente por Coatzacoalcos.
* http://aristeguinoticias.com/2711/mexico/83-mil-muertes-en-el-sexenio-de-calderon-semanario-zeta/
** http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/50-millones-por-una-imagen.html