Hace unos días, y gracias a la investigación periodística del equipo de Carmen Aristegui, se destapó un escándalo que ha puesto en evidencia un problema que, seguramente y por desgracia, no se limita a las oficinas del PRI en el Distrito Federal.
Se supo que desde hace años el dirigente de ese partido –Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre- contó con una red de prostitución a su servicio con recursos del propio PRI, lo que significa, en términos llanos, que fue con cargo al erario público, pues de ahí sale la mayor parte de los recursos de todos los institutos políticos con registro.
Así es que los impuestos de cada mexicana y de cada mexicano sirvieron para pagar los sueldos de estas chicas que, desde su extrema necesidad de empleo, terminaron aceptando las condiciones del dirigente partidista.
El tema da para muchas reflexiones. Nos quedamos con dos: la primera, la evidente complicidad con la que actuó Gutiérrez de la Torre. Y es que, ¿alguien pudiera creer que sus jefes, es decir, los miembros del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, no estaban enterados?
Y la segunda, ¿alguien pudiera pensar que estas prácticas se limitan solamente a la dirigencia capitalina del tricolor?
No contamos con evidencia, desde luego, pero cuesta trabajo pensar que este sea un hecho aislado. Y no sólo en los partidos políticos, ¿cuántos empresarios, cuántos funcionarios públicos no harán cosas semejantes?
En una sociedad machista y patriarcal como la nuestra, en donde el cuerpo de las mujeres se convierte fácilmente en mercancía, cuesta trabajo pensar que no existan, por desgracia, muchos otros Gutiérrez de la Torre.
No faltará el empresario que, en su defensa, alegue que los salarios de tales chicas salen de su bolsillo y no del erario público; cierto, eso lo exculpa del peculado, pero no de la violencia sexual ejercida en contra de sus empleadas aun y cuando nos pretenda hacer creer que ellas lo hacen por voluntad propia. Si el aviso de empleo habla de secretarias o edecanes y, llegado el momento, se les hace saber a las aspirantes que tienen que complacer sexualmente al jefe, eso es engaño y, desde luego, representa un abuso ante la necesidad de estas mujeres por encontrar un empleo medianamente remunerado. Sin contar con que, en otros casos, ni siquiera se les advierte al momento de la contratación, simplemente son víctimas de acoso y ya saben que, de no ceder o de presentar una denuncia, regresarán al desempleo.
Será importante que las mujeres que vivan situaciones semejantes no se queden calladas y pongan las denuncias correspondientes. El riesgo de perder el empleo existe, por supuesto, pero también es importante saber que la ley las protege y que en no pocas ocasiones podrán recibir una indemnización que les permita solventar el desempleo.
Asimismo, es importante que al interior de la administración pública –y de los partidos políticos- se lleve a cabo una investigación a fondo para evitar que se presenten situaciones semejantes.
En cuanto a Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre no basta con expulsarlo de su partido. Urge una investigación judicial y, en caso de comprobarse lo que parece más que evidente, que pague su correspondiente condena. ([email protected])