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Vencer al cáncer de mama, la victoria de Gladys la fotoperiodista

  • Heidi Castellanos
Gladys, una fotoperiodista de Coatzacoalcos, superó al cáncer de mamá con la misma determinación con la que cubre nota roja en campo.

Coatzacoalcos, Ver.- Cuando Gladys del Carmen Collado Reyes, fotoperiodista desde hace más de 20 años en Coatzacoalcos, fue diagnosticada con cáncer de mama, su mayor temor no era perder un seno o su cabello, sino la posibilidad de no ver más a su hija. 

Acostumbrada a cubrir eventos policiacos y situaciones de alto riesgo como fotoperiodista, Gladys enfrentó su diagnóstico con la misma determinación que empleaba en su trabajo. Para ella, la lucha contra el cáncer no era diferente a enfrentar cualquier desafío: se requería valor y resistencia

 “No tuve miedo de enfrentar la enfermedad. Como en mi trabajo, uno se arma de valor y enfrenta lo que viene. Y así lo hice, no tuve miedo de perder el cabello, no tuve miedo de sufrir el frío, ni menos perder un busto, pero gracias a Dios, tengo manos, puedo caminar, te puedo ver, te puedo escuchar, gracias a Dios estoy bien. Lo importante era estar aquí y presente para mi hija”, expresó.  

Un diagnóstico inesperado

En 2021, durante la pandemia de Covid-19, Gladys notó un absceso en su seno derecho. A pesar de que los primeros estudios no revelaron ninguna anomalía, un año después, el dolor en su brazo y la aparición de una “pelotita” bajo su axila la llevaron a consultar nuevamente con su médico.

Fue el doctor Javier Reyes Muñoz, director de Salud Pública Municipal, quien le advirtió del riesgo que corría. Finalmente, durante una visita del “Doctor Vagón” a Coatzacoalcos, los estudios confirmaron lo que temía: Gladys tenía cáncer de mama y requería tratamiento urgente.

“Me hicieron la biopsia, el resultado salió positivo y ahora sí, a enfrentarme a lo que es la enfermedad”, recuerda.

Durante su tratamiento en el Centro de Cancerología de Xalapa, Gladys fue sometida a quimioterapias y radiaciones que transformaron su cuerpo. Un día, antes de su segunda sesión de quimioterapia, mientras se duchaba, su cabello comenzó a desprenderse. 

 “Un día me meto a bañar, y cuando siento, se me vienen los pedazos de cabello entre los dedos. Solo me reí, salí del baño y le dije a un familiar que me prestara unas tijeras. Al final terminé en una estética, donde me raparon por completo,” contó con una sonrisa. 

A pesar de que había estado alejada de la religión, fue la fe lo que terminó por darle a Gladys la fuerza para continuar su lucha. Motivada por la madre de un compañerito de su hija, asistió a misas de sanación que la ayudaron a reconectar con su espiritualidad.

“Fui a la misa de sanación, antes de las quimios, y fui a la Iglesia San Pedro y San Pablo. El padre me hizo retomar mi fe y esa es la que me tiene aquí,” compartió. 

Una vida marcada por cicatrices de victoria

Después de concluir las quimioterapias, Gladys fue sometida a una cirugía para extirpar su seno derecho. En lugar de sentirse avergonzada o disminuida, abrazó su nueva realidad con orgullo. Para ella, esta cicatriz es un símbolo de su lucha y su victoria sobre el cáncer

“Perdí un seno, pero nunca me he sentido menos mujer. Esta cicatriz es el símbolo de mi lucha y de mi victoria sobre la enfermedad,” expresó con determinación. 

Gladys encontró una conexión inesperada entre su tratamiento de quimioterapia y su carrera como fotoperiodista. Comparó la experiencia con el revelado de fotografías, una técnica que dominó en su trayectoria profesional. 

 “Yo viví esa parte de la quimioterapia. Yo revelaba antes fotografía en el Diario del Istmo, me tocó el revelado y la impresión de fotografía. Entonces, no te puede dar la luz. Después de la quimioterapia no te puede dar la luz, tienes que estar en la oscuridad, con una luz tenue en tu cuarto,” recordó. 

Siguió con su vida 

 Actualmente, Gladys está libre de cáncer, aunque sigue bajo supervisión médica durante un periodo de cinco años para prevenir recaídas. Para ella, cada día es una oportunidad para estar con su hija y disfrutar la vida. 

“Estoy agradecida por cada día que me toca vivir. Aún no puedo correr ni practicar deportes, pero puedo abrazar a mi hija, verla crecer, y eso es lo más importante,” concluyó con una sonrisa. 

La historia de Gladys  es un recordatorio de la importancia de la detección temprana del cáncer de mama y del coraje necesario para no rendirse ante las adversidades. Como ella misma afirma: “Lo importante no es lo que pierdes, sino lo que ganas al final de la lucha.”