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Así fue como Dulce y Pancho sobrevivieron a sismos del 85 y 17
Veracruz, Ver.- Hace 39 años, varios miembros de la familia Haro Gurrión, originarios de Veracruz, pero residentes en la Ciudad de México por motivos laborales, vivieron uno de los momentos más impactantes en la historia de México.
Dulce María trabajaba entonces en la fábrica de Vidrio Plano de México, donde entraba a las 7 de la mañana. Por las tardes, atendía su consultorio dental.
"Yo estaba en la oficina, entraba a las 7 de la mañana, pero la ex hacienda donde estaba la fábrica, en las faldas del cerro del Chiquihuite, es pura piedra, así que no se sintió realmente. Vimos que los pallets de vidrio se movían mucho, igual que los garrafones de agua, como si fueran olas, pero no lo sentimos tan fuerte como en otros lugares", recordó Dulce.
Explicó que, debido al sismo, quedaron prácticamente incomunicados. No había luz ni teléfono, pero mantuvieron la calma, esperando que pronto se resolviera. Fue un compañero, que venía del centro de la ciudad, quien les informó sobre la tragedia.
"Le preguntamos qué había pasado, porque no sabíamos nada. Consiguió un radio de baterías en la fábrica y nos reunimos para escuchar las noticias. Era terrible", relató.
A la misma hora del sismo, a las 7:17 de la mañana, su hermano Pancho, que era director de la preparatoria de un colegio en la Ciudad de México, vivió el fuerte movimiento desde su trabajo. Escuchó los gritos de los estudiantes, que se encontraban en las aulas de los pisos superiores, y sintió miedo.
"Era jueves, lo recuerdo bien. Estaba en mi oficina cuando bajé al patio para ver si todos los estudiantes ya habían entrado. De repente, todo comenzó a moverse. El director de secundaria y yo vimos cómo los edificios se balanceaban de lado a lado, parecía que iban a colapsar. Nos tambaleamos y tuvimos que sostenernos mutuamente, pero siempre mirando hacia arriba, preocupados por los estudiantes que estaban en las aulas", compartió Pancho.
Algunos jóvenes lograron salir al patio, pero ni ellos ni los profesores habían experimentado un temblor de tal magnitud. Cuando el movimiento cesó, Pancho y sus colegas subieron a inspeccionar las escaleras para asegurarse de que fueran seguras y comenzar a evacuar a los alumnos.
"Vimos que no había daños, así que empezamos a llevar a todos al patio trasero, que sabíamos era un lugar de concentración seguro. Aunque había brigadas para revisar el edificio, nosotros, los profesores, nos encargamos de todo porque los estudiantes estaban en shock. Pasamos lista y, al confirmar que no faltaba nadie, empezamos a entregarlos a sus padres", aseguró Pancho.
Para mayor seguridad, decidieron trasladar a los estudiantes a un deportivo cercano, ya que temían réplicas. Muchos de ellos estaban aterrados, ya que desde las ventanas habían visto un edificio colapsar.
Mientras tanto, su hermana Elena iba camino a la fábrica de ropa donde trabajaba. El destino la favoreció: ese día entraba a las 8 de la mañana.
"Entraba a las 8, pero las costureras que habían entrado a las 7 quedaron sepultadas. Muchas de ellas murieron, no lograron rescatarlas con vida", explicó Dulce.
Elena se quedó atrapada en el centro de la ciudad, sin posibilidad de regresar a casa. Los medios de transporte estaban colapsados y los pocos disponibles se usaban para trasladar heridos.
"Caminó muchas cuadras hasta llegar a la casa de su jefa. Nos contó que los zapatos se le rompieron de tanto caminar entre escombros. Le tocó vivir momentos muy difíciles y no pudo regresar a casa en varios días", recordó Dulce.
Casi 15 años después del sismo, Elena regresó a Veracruz junto con Dulce y el esposo de esta. Permaneció allí hasta su fallecimiento hace más de una década.
Otro de los hermanos, Toño, estaba entregando refrescos en la zona centro cuando el sismo comenzó.
"Un edificio muy alto, cuando se dio cuenta, lo que antes era la azotea ya estaba en el suelo", recordó Dulce.
Otra de las hermanas, Carmita, estaba en casa cuando su madrina le pidió que la acompañara a buscar a su nieto, quien estaba en un edificio de Tlatelolco. Al llegar, se encontraron con la devastación: el edificio era solo ruinas.
"Iban todos los días para ver si encontraban algún rastro del joven, pero nunca apareció", relató Dulce.
El 10 de septiembre de 2017, otro terremoto sacudió la Ciudad de México. Para entonces, Elena, Carmita y Toño ya habían fallecido, y Dulce había regresado a Veracruz. Sin embargo, Pancho volvió a revivir los traumas de 1985.
"Estaba con mi esposa en casa. Ya con la experiencia que teníamos, no recuerdo si sonó la alarma sísmica, pero bajamos a la calle y vimos cómo todo se movía: postes, cables, todo. Afortunadamente, en casa no pasó nada", comentó Pancho.
Ese día, sus dos hijas quedaron atrapadas entre los escombros de la ciudad. Tras horas de caminar, lograron reunirse. Una de ellas estaba embarazada. Finalmente, el 20 de septiembre pudieron llegar a casa.