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María: vivir de propinas en el puerto y ser el sostén de una familia

  • Ángel Cortés Romero
"Ser mesero es mal pagado", María Antonia tiene 40 años y es mesera desde que tiene 15

María Antonia Sánchez Bautista es una de las más de 500 mil personas que trabajan como meseros en México. Gana 180 pesos diarios, pero sus ingresos dependen sobre todo de las propinas que dejan los comensales.

“Sí, ser mesero es mal pagado, porque realmente con 180 pesos no sobrevives”, dice la mesera, quien tiene más 24 de años de experiencia en restaurantes de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), para 2016 México tenía 534 mil 988 meseros. El 42 por ciento eran mujeres, como María Antonia.

Aunque los fines de semana son las mejores fechas para los meseros, hay días en que María Antonia sólo recibe 30 pesos de propina

Las gratificaciones que recibe de los comensales debe repartirlos con sus compañeros de cocina y loza. Los días “buenos” transcurren sobre todo de viernes a domingo, cuando gana entre 200 y 250 pesos por jornada.

María Antonia recuerda que en sus primeros trabajos como mesera, se quedaba prácticamente con la mayor parte de las propinas. Si acaso, cada domingo repartía un porcentaje a sus compañeros de cocina.

“Yo recuerdo que antes cada propina que ganabas era tuya y realmente se repartía a partir del día domingo, tú le dabas un porcentaje a la cocina o barra, pero aquí no, aquí es repartir todo con cocina y loza”, indica.

El INEGI también señala que los meseros laboran en promedio 42.4 horas a la semana por un sueldo de 28 pesos por hora trabajada. Para María Antonia, las jornadas son peores.

La mujer, quien tiene 40 años y es mesera desde que tiene 15, pasa nueve horas diarias de martes a domingo en un restaurante ubicado en la avenida Costa Verde, en el municipio de Boca del Río.

“Es difícil estar parada, sin comer, sin tomar un poco de agua ni ir al baño”, narra la empleada.

Su sueldo diario es de 180 pesos, pero debido a que el dinero no le alcanza, también trabaja vendiendo comida corrida que entrega en el estacionamiento de una plaza ubicada en el área comercial boqueña.

 

“Regresé a ser mesera por necesidad”

Hace 10 años, María Antonia dejó su actividad como mesera para dedicarse al comercio. Sin embargo, hace tres meses regresó al mismo trabajo en un restaurante de Boca del Río debido a que es madre soltera de Ivana, una niña de cinco años.

La menor inició clases en un jardín de niños el pasado lunes 29 de agosto y eso generó gastos como la inscripción a la escuela, de mil 800 pesos, y los útiles escolares. La abuela paterna de la niña la apoyó con los uniformes.

A los gastos por el inicio de la educación de Ivana, se suman los pagos de la casa que renta en la colonia Villa Rica, de Boca del Río. Mensualmente María Antonia paga mil 500 pesos. También se hace cargo de su madre, Flora Bautista, de 65 años.

Pese a que ya buscó ingresar al Programa de Pensiones para Madres Solteras y la Beca para el Bienestar Benito Juárez de Educación Básica, la mujer asegura que el personal de la Secretaría del Bienestar le dice que los cupos para ambos programas están agotados o que la convocatoria se encuentra cerrada.

La misma necesidad que la orilló a regresar a servir a los comensales en un restaurante, fue la misma causa por la que se convirtió en mesera cuando apenas tenía 15 años.

Nacida en una familia de escasos recursos, el dinero era lo que más faltaba en casa. María Antonia fue la cuarta de seis hermanos. Cuando cumplió 15 años, sus hermanos ya se habían casado e ido de la casa. Su padre, Porfirio Díaz Sánchez, raramente conseguía trabajo como albañil debido al alcoholismo que padecía.

Apenas terminó la secundaria abierta consiguió trabajo en Jugos y Helados California, un negocio ubicado dentro de la Plaza Mocambo, en Boca del Río. Ahí se encargaba de lavar trastes, hacer café y jugos.

“Me dijeron que, si yo quería ser mesera; se ganaba un poco más. Al principio sí me fue muy difícil, porque yo no sabía nada, cada vez que llevaba un café o algo todo se me regaba”, relata.

Con su trabajo como mesera, María Antonia les dio estudios a sus dos hermanos menores. Ambos estudiaron hasta la secundaria. Uno falleció hace unos años y el otro, Ángel Gustavo, está casado. Pronto, las carencias fueron haciéndose menos.

“Mi mamá padecía mucho de decir que no había gas, que no había de comer, entonces trabajando yo con las propinas todos los días había que comer”, cuenta.

 

Una rutina agitada

María Antonia dejó su actividad como mesera a los 30 años, pero hace tres meses regresó a servir a los restaurantes. Su rutina involucra más que sólo ir a su lugar de trabajo.

Todos los días se levanta a las 6:30 de la mañana para ir a comprar los ingredientes que utiliza para las comidas corridas e inmediatamente regresa para alistar a su hija Ivana, a quien lleva al jardín de niños a las 9:00.

Durante el lapso que la menor pasa en la escuela, la mujer aprovecha el tiempo para preparar la comida que entregará más tarde. A las 11:00 de la mañana vuelve por Ivana. 

Para la 1:00 de la tarde ya debe estar en el estacionamiento de la Plaza Américas para entregar la comida corrida y media hora más tarde, sale rumbo hacia su trabajo en la avenida Costa Verde, en Boca del Río.

“Sí me canso, pero son más fuertes los pagos que hay que hacer”, expresa.

 

ch