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Mandinga: pueblo de pescadores desplazado por fraccionamientos de lujo
El paisaje verde con casas pequeñas de concreto y techado de lámina de zinc que se ubican a un costado de la Laguna de Mandinga, contrasta con los lujosos fraccionamientos que se edifican alrededor de este pequeño pueblo costero.
La localidad de Mandinga se ubica en la porción norte del municipio de Alvarado, a 20 minutos del puerto de Veracruz. Sus mil 254 habitantes se dedican a la pesca de ostión, camarón, jaiba y peces que pueden obtener en la laguna.
Otra de sus fuentes de ingreso se encuentra en el turismo que llega en temporadas de vacaciones y fines de semana, atraídos por los paseos en lancha en la zona de manglares y la gastronomía que distingue al pueblo, donde hay alrededor de 20 restaurantes.
La historia de este pueblo se remota a más de 300 años, se dice que un grupo de esclavos africanos se reveló de los españoles para vivir en ese lugar, que para entonces era apartado de la ciudad.
Desde entonces la laguna se convirtió en su principal sustento para mantener a sus familias, pero desde hace 10 años se encuentra amenazada por la construcción de grandes y lujosos desarrollos inmobiliarios.
“Están acabando con el ecosistema, con la fauna y la flora. Hay mucha contaminación, vierten muchos desechos al río, pero principalmente es la tala de los manglares. Han acabado con los manglares, desafortunadamente son personas que tienen mucho dinero y contra eso nosotros no podemos hacer nada”, cuenta Juan, mientras limpia presuroso los ostiones que acaba de recolectar.
El pescador cubre su cabeza con un sombrero. A golpe preciso y sin el temor de perder un dedo, clava su cuchillo en el ostión para quitarle el exceso de tierra, conchas y larvas que tiene el producto, este proceso lo repiten su hijo y otro compañero.
Son las 9:00 de la mañana y hace media hora llegaron a la cooperativa. Ellos comienzan a trabajar antes de que salga el sol, para que al medio día el ostión ya esté listo para ofrecerlo a los visitantes.
Juan no nació en Mandinga, pero este pueblo es su hogar desde hace 48 años. Llegó a vivir junto con su familia a la edad de cuatro.
El hombre de 52 años, dice que los 120 integrantes de las tres cooperativas de pescadores que hay en Mandinga, mostraron su descontento ante los nuevos fraccionamientos que se construyeron, pues aseguran que desde entonces la pesca escasea.
La contaminación de aguas negras provenientes de las casas y centros comerciales que se construyeron alrededor y que llegan hasta la laguna son la principal amenaza; además, la tala inmoderada de manglares vino a robarles el espacio de desove de especies como robalo, chucumite, cangrejo azul, moro y la mojarra, que antes se pescaban en abundancia.
PESCA YA NO ES REDITUABLE
“La pesca está crítica. Yo me dedicaba a pescar ostión cuando había, pero ahorita que no hay solo rasqueteó. Salí en la noche y agarre como 10 kilos de pescado de ese que le llaman revuelto, de varias especies”, dice Alejandro Santos, su rostro medio adormitado es seña de que se pasó toda la noche sobre su lancha.
Alejandro llegó a vivir a Mandinga en su adolescencia, desde entonces se dedica a este oficio, dice que si la salud y sus 49 años se lo permitieran, buscaría otro trabajo porque este ya no es redituable.
Es por eso que prefirió que sus hijos se dedicaran a otras profesiones, augura que dentro de ocho años la poca producción que hay de ostiones y demás mariscos se acabará, si el crecimiento urbano inmoderado sigue.
“Hace 35 años esto era otra cosa, la laguna estaba recién dragada, todo llenó de ostión. Antes se vendían en una buena semana de cuatro a hasta cinco mil costales de ostión. La contaminación está muy dura por todo por los grandes proyectos. El Dorado es uno de los principales, echa sus descargas residuales directo a la laguna. Mentira que tienen plantas residuales”, agrega.
De acuerdo con Cristian Rebolledo Chipuli, presidente de la Fundación Ecosociety, desde hace 30 años la producción pesquera disminuyó aproximadamente 10 por cierto.
Con estudios que actualmente realizan buscan revelar los datos exactos del daño que les causa el impacto de los fraccionamientos.
“Los pobladores de Mandinga, desde hace tres generaciones se han dedicado a la pesca. Todas sus familias han sido pescadoras y lo que está pasando es que su economía se está viniendo abajo, ya que a la hora de embarcarse en sus lanchas de repente pasan yates de estos residenciales, lo que mueve el oleaje, esto hace que los pescadores corran peligro y que el oleaje se lleve su equipo de pesca”, menciona.
Debido a la situación, los pescadores tuvieron que buscar otros empleos, algunos lo hicieron en los mismos fraccionamientos que ahora los desplazan, como vigilantes y barrenderos, mientras que las mujeres trabajan de empleadas domésticas o cocineras, asegura Cristian Rebolledo.
A todo lo anterior, se le sumaron las afectaciones por la pandemia de covid-19. Durante un año vivieron sin el ingreso que les dejaba el turismo, la gente se rehusaba a salir de sus casas y no podían pescar porque no había a quién venderle el producto. Durante este tiempo la laguna fue su principal fuente de comida.
Alejandro padece diabetes, tras la pandemia de la covid tuvo síntomas graves a tal grado que estuvo a punto de morir, menciona. A más de un año de haber padecido los síntomas, las secuelas siguen, ya no puede bucear como antes porque empieza a tener taquicardias, por lo que solo realiza la pesca con red.
NOS QUIEREN DESPLAZAR
Alejandro fue presidente de la Sociedad Cooperativa de Pescadores de Mandinga y Matoza en Alvarado, durante el tiempo que estuvo al frente encabezó la lucha para detener la tala de manglares causada por la llegada de nuevos fraccionamientos.
Interpusieron denuncias ante la Procuraduría del Medio Ambiente (PMA), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), todas sin dar respuesta a favor.
“Hemos recolectado pruebas, fotos, acudido a todas las dependencias, tenemos todo a nuestro favor, pero no podemos hacer nada. Sentimos impotencia porque nos están destruyendo nuestra única fuente de trabajo”, dice.
Fraccionamientos como Punta Tiburón, Residencial y Lomas de La Rioja 1 y 2, ubicados en la zona conocida como la Riviera Veracruzana, son algunos de los fraccionamientos que crecen sin tener un plan sustentable, afirman.
Las casas en estos lugares alcanzan valores de entre tres y ocho millones de pesos. De acuerdo con la página de Punta Tiburón, ofrecen a sus residentes un entorno de 386 hectáreas rodeados de naturaleza, con una flora y fauna, así como lugares de esparcimiento público como ciclovías y parques. En las imágenes se pueden apreciar fotografías con grandes áreas verdes, casas con albercas y campo de golf.
Mientras que en Lomas de la Rioja se ofrecen terrenos y casas de 170 metros cuadrados, con servicios que incluyen casa club con alberca y gimnasio, áreas verdes para convivir con la naturaleza en medio de la urbanización.
Todos estos fraccionamientos fueron creados sobre la tala inmoderada de manglares, asegura Alejandra Saucedo Plata, Socióloga e integrante del grupo Monitores de Mandinga.
La especialista vivió durante nueve años en la localidad y lleva de cerca la lucha que los pobladores han realizado durante más de cuatro años, con las denuncias de los ecocidios que se cometieron en la zona.
“Lo que hemos presenciado es que aquellos fraccionamientos como Punta Tiburón y Lomas de la Rioja se han extendido incluso en zonas de manglar. Entonces, cuando ellos quitan toda la vegetación para hacer sus residenciales, la arena con el viento la lleva hasta la laguna y ahí es el impacto más dramático que presenciamos”, asegura.
La activista señala que desde hace cuatro años intentaron interponer al menos seis denuncias ante las dependencias correspondientes, apenas en 2021 lograron que la Profepa les aprobara una.
“Ha sido un problema para denunciar, nos piden datos y nombre de las personas a cargo de los fraccionamientos, obvio ellos no nos los quieren dar. Mientras no tengamos esa información no nos aceptan nuestras documentaciones”, agrega.
Los pescadores y la agrupación denunciaron la quema de manglar y vegetación por las noches, en la época que estaban los trabajos de construcción del fraccionamiento Punta Tiburón.
Además de eso, los fraccionamientos no cuentan con plantas de tratamiento de aguas residuales, por lo que todo el desecho llega hasta la laguna.
“Esa tala la han hecho hasta de noche, si uno anda pescando uno escucha a las personas que están trabajando, al otro día llegan las máquinas y tapan, ya cuando llegan a los manglares es porque ya taparon los humedales. Ahorita está parada la tala de mangle”, comenta Amando Mora Pérez, presidente de la cooperativa Pescadores Unidos de Mandinga.
En la localidad existen tres tipos de mangle, está el rojo, negro y blanco. Los bosques de mangle son Áreas Naturales Protegidas, en México están amparados por la Norma Oficial Mexicana NOM-022-SEMARNAT-2003, que establece las especificaciones para la preservación, conservación, aprovechamiento sustentable y restauración de los humedales costeros en zonas de manglar.
El biólogo Adrián Ciprés Chávez, quien forma parte de la agrupación Monitores de Mandinga, explica que el mangle alberga una gran vegetación y fauna que se reproduce en las zonas donde estos se encuentran; además, protegen a los pueblos de los nortes y huracanes.
“El cambio de uso de suelo por parte de los fraccionamientos ha ocasionado la desaparición de zonas costeras, la vegetación y la selva”, agrega.
NO ESTAMOS PELEADOS CON EL CRECIMIENTO, PERO YA NO QUEREMOS MÁS ECOCIDIO
Amando Mora está consciente que la zona debe crecer, pero pide que esto no sea a costa de su trabajo, en lugar de eso se deben implementar programas sustentables de desarrollo urbanístico, sin afectar al entorno.
De acuerdo con Lina Arceo, expresidenta del Colegio de Ingenieros Civiles, la autorización indiscriminada y sin planeaciones de los fraccionamientos hace que la vegetación y fauna se encuentre en peligro a causa de estos lugares.
Los permisos fueron dados sin los impactos ambientales, sin estudios serios, esto causa que el problema para los habitantes se recrudezca, asegura.
“Cada administración y fraccionamiento trae su proyecto, cosa equivocada, porque tiene que haber un proyecto general para toda la zona, toda vez que es una misma y no va cambiando. El problema es que se hacen las autorizaciones y hacen interrupción de la vida silvestre”, añade.
Lina Arceo, quién también es ingeniero en Ciencias Pesqueras, asegura que debería constituirse un consejo ciudadano para dar continuidad a un plan de desarrollo que beneficie a todos y no excluyan a los pescadores ni las especies, quienes fueron los primeros en llegar a la zona y que ahora se encuentran excluidos.
Por otra parte, Adrián Ciprés comenta que pretenden impulsar proyectos de investigación participativa dentro de la comunidad, para crear mecanismos y estrategias que beneficien a los pobladores mediante un plan de manejo ambiental, a cargo del Centro de Investigaciones Tropicales de la Universidad Veracruzana.
También pretenden incluir a diferentes niveles de gobierno, al igual que las empresas privadas para que existan alternativas de construcción y así minimizar los impactos negativos a la laguna y a los pescadores.
Por ahora, los trabajos de construcción de dos marinas siguen en pausa, gracias a la resistencia de los habitantes de Mandinga.
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