- Seguridad
“Estamos más seguros en la calle que en nuestras casas”
Medellín, Ver.- Las calles oscuras de la colonia Gutiérrez Rosas de El Tejar son más seguras que las viviendas de sus propios habitantes. El calor del hogar no genera confianza, causa duda, temor de ser asaltados o irrumpidos por personas con armas de fuego como ocurrió en la vivienda de un comerciante y el reportero, Moisés Sánchez.
Un grupo de vecinos cubiertos con chamarras gruesas, silbatos, tubos de acero, algunos machetes y lámparas deambulan entre la terracería que rodea sus casas.
A más de 15 días de la desaparición del reportero y activista social, Moisés Sánchez, los vecinos no bajan la guardia de seguir vigilando sus casas, se alientan entre ellos para proteger lo poco o mucho que han conseguido en años de duro trabajo.
La noche refresca, la luna se convierte en la única luminaria de la zona y los vecinos comienzan a reunirse en un punto central de las doce manzanas que conforman la colonia Gutiérrez Rosas.
Desde el mes de diciembre, una comitiva de al menos 15 personas se organiza los siete días de semana para rondar las encharcadas calles nombradas como flores; Lirios o Violetas, por mencionar.
El miedo se revuelve con el frío, la furia, la frustración o la adrenalina de encontrar a sospechosos que asaltan la zona repleta de trabajadores de la construcción, amas de casa, empleados de tiendas departamentales o simplemente personas de la tercera edad dedicadas al campo.
Su caminar es lento al adentrarse a la boca de casas abandonadas por sus dueños que prefirieron conseguir un hogar seguro en otra colonia, otro municipio o de plano, fuera de Veracruz.
Las lámparas de mano no cesan de alumbrar los hundimientos que intentaron ser rellenados por escombro o tierra conseguida por los vecinos. El silencio de los rondines es imposible, en cada cuadra transitada a pie por los vecinos armados de machetes y lámparas se escuchan ladridos de perros.
Sin cadena, corriendo por los patios o simplemente admirando como circulan por la zona, los animales parecen no acatar el consejo que en meses pasados comentó el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, quien sugirió a los veracruzanos adquirir un perro para evitar ser víctimas de la delincuencia.
El consejo por el funcionario público es cumplido solo por cuatro perros criollos que acompañan a sus dueños en los rondines efectuados a altas horas de la madrugada.
Los elementos de dicha corporación estatal (Seguridad Pública) y ambulancias rara vez ingresan a la colonia. Al ser solicitados los servicios urgentes vía telefónica no llegan o demoran más de una hora por la calidad de las calles carentes de pavimentación.
La edad no importa entre los llamados “Vecinos vigilantes” o “Silbato amigo”. La mayor de los participantes en vigilar la seguridad tiene 78 años de edad y camina como si estuviera en su mejor época de juventud.
Considerada una de las fundadoras de la colonia Gutiérrez Rosas, la mujer adulta de 78 años aguanta el ritmo de los varones que se acercan sin dudar a los linderos de los potreros.
Al menos siete potreros rodean a la colonia. La oscuridad impera entre los grandes árboles de higuerillas señalados nidos de ladrones o rutas de escape rápido para los violadores.
Por su ubicación, la colonia Gutiérrez Rosas funciona de vía rápida para transitar hacia Dos Bocas, Playa de Vacas, Paso Colorado o Boca del Río.
El potrero que más los conecta está catalogado como un foco rojo, el mismo donde rateros se convierten en violadores de mujeres o delincuentes que dan muerte a comerciantes en Medellín.
“Por aquí salieron, se metieron al potrero y salen allá por Dos Bocas”, relatan y señalan con sus lámparas el camino de escape de los ladrones que dieron muerte a un comerciante el pasado 14 de diciembre y lesionaron gravemente a otra persona.
Las mujeres con palos y machete en mano no temen, se arman de valor y alumbran hacia la boca de ese feroz monte verde compartido con conejos.
Los minutos pasan. En cada fracción de cuadra se topan de frente o de espaldas otra comitiva de la vigilancia, la multitud es nula, la intensión de mantener vigilado todo el cuadrante se convierte en el tema de conversación por algunos segundos mediante los radios negros comprados por ellos mismos.
Ya pasaron unas horas, el frío incrementa y un café negro no les caerá nada mal. Mientras algunos inspeccionan, otros ingresan a una vivienda convertida en la base de alimentos. Un café bien caliente se mezcla en el estómago amargado por la inseguridad de la comunidad El Tejar, municipio de Medellín. La temperatura de los alimentos incrementa la corporal y alienta anímicamente a los vigilantes que en su mayoría son varones con manos trabajadas en el campo, su dureza se exhibe con callosidades y resequedad.
Con información de Arantxa Arcos y fotografía de Félix Márquez, AVCNoticias.
Video: Moisés Sánchez