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Sin señales ni llamadas de rescate, ¿dónde está Moisés?

  • Juan Eduardo Flores Mateos
La esposa de Moisés, explicó que el día que lo sacaron de su casa, no terminaron el peritaje.

Texto: Juan Eduardo Flores Mateos

Fotografías: Selene Ugalde

Medellín de bravo, Ver.- Tres vecinas de la colonia Gutiérrez Rosas, en el Tejar, Medellín de Bravo platican en la calle Violetas, frente a la casa del periodista Moisés Sánchez Cerezo, quien fue sacado de ahí, el viernes por la noche, por hombres armados.

-No puede ser que nadie hasta ahora se haya acercado a ayudar a la familia de Moy. ¿Sabe? Luego la gente no tenía dinero y él les decía “llévese lo del mandado, doña, luego me lo paga”, por eso quebró su tienda porque mucha gente le quedó a deber.

Con tono molesto, agregan que no es posible cuando Moisés siempre iba a dar la cara por la colonia al Ayuntamiento.

-Siempre se iba a pelear con los del Ayuntamiento, no es posible que nadie hasta ahora venga por lo menos a echarle la mano a su hijo.

Tan sólo apenas un par de semanas atrás, Moisés, cansado por los robos y asaltos a las casas de sus vecinos, armó una red de vigilancia vecinal que operaba por la noche.

“Somos unos 50 y al que agarraremos lo vamos a castigar. Así que si alguien extraño o sospechoso viene por aquí de noche, lo vamos a perseguir porque ya estamos cansados” dijo mientras tomaba una coca cola, aquel martes 16 de diciembre.

Entre las cosas que contó fue que una vez Tomás Carrillo Sánchez, quien irónicamente pasaba en la tele, le mandó agentes de migración porque según era colombiano.

Otra que no le caía bien al alcalde de Medellín, el panista Omar Cruz Reyes, porque estaba denunciando que había mucha inseguridad en El Tejar. Otra que en la zona habían desaparecido por lo menos unas 18 personas, y que fue en el último año cuando la cosa en Medellín se había puesto peor.

“Todo empezó con el robo de cobre, luego con robos a casa pero el año pasado comenzó lo feo. En 25 años que llevo viviendo aquí no habíamos estado tan mal”.

También contó que un amigo de él fue torturado por policías. Él como había estudiado un poco de derecho lo defendió.

“Él leía sobre derecho romano, y cada que un tránsito o policía detenía a alguien él se bajaba ayudar y decía ‘no, tú no puedes hacer esto porque en tal artículo dice que eso no se puede hacer”, recuerda su hijo Jorge.

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Eran cerca de las siete de la noche cuando cuatro automóviles llegaron a la casa número 4 de la calle Violetas de la colonia Gutiérrez Rosas. Bajaron de ahí hombres armados y entraron por el portón de fierro, a la casa de Moisés, que había quedado abierto.

Caminaron el patio frontal, a su costado izquierdo se alza un pozo y por el derecho un pino de navidad improvisado, y entraron a la casa.

Abrieron con violencia una puerta cerrada que daba a un cuarto, pero no había nadie. Preguntaron, a la esposa y a sus nietos pequeños que estaban dentro, por Moisés.

En el acto subieron las escaleras que dan a la planta alta donde Moisés dormía. Revolvieron cosas en la habitación para tomar su cámara, su Tablet y su computadora y le dijeron que si cooperaba no le harían nada a su familia.

No opuso resistencia. Desde la sala de la casa, sus dos nietos de apenas ocho y seis años, vieron cómo su abuelo desaparecía por el portón de fierro.

Llamaron a la policía municipal. Nunca contestaron. El hijo de Moisés, Jorge, llamó al Ejército. Comenzó el operativo. Pero ya habían pasado dos horas, elementales cuando alguien es secuestrado.

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“Mira, ésta es la primera cámara que él uso, es análoga”, dice mientras pone una cámara grisácea, marca Vanta, que tiene un lente de 70 mm. “Él usa ahora una digital, una Nikon, réflex, que le compré hace poco”.

Moisés Sánchez conducía un taxi para poder sacar un periódico barrial en forma de tríptico llamado La Unión, el cual repartía entra las colonias llenas de terracería del Tejar.

En el pequeño periódico registraba, desde hace diez años, problemas de baches, falta de agua potable, y últimamente, inseguridad. Todo lo registraba y todo lo publicaba. Lo mismo hacía en sus redes sociales, pero antes de ello abrió un blog hace cuatro años.

Todo era con la misma finalidad: Que los abusos del poder no quedaran en la opacidad.

Moisés era una versión contemporánea de aquellos hombres que en Roma y Babilonia registraban en actas y edictos todo aquello que sucedía en la sociedad. Mucho antes que existieran las escuelas de periodismo, los periodistas que se ufanan de sus charolas en espectáculos, periodistas que asisten a rifas cada que se celebra el día de la Libertad de expresión, hombres como Moisés dejaban testimonio de acontecimientos políticos y sociales.

Moisés se la pasaba reporteando, entrevistando a sus vecinos y dándole voz a la localidad. Cada que un evento importante ocurría en Medellín, ahí estaba Moisés. Incluso llegó a pasarle fotos e información a reporteros cuando estos llegaban tarde a los hechos.

La labor como periodista de Moisés ha sido menospreciada no sólo por el gobernador, Javier Duarte de Ochoa, quien en tono cínico le llamó “conductor de taxi y activista vecinal” sino también por ese grupo de periodistas asiduos al Café de La Parroquia que presumen que tienen de contacto al gobernador en su celular.

“Moisés era tan periodista como ciudadano con sed de justicia” escribió el reportero Ignacio Carvajal. “Su única pasión era el periodismo, ayudar a la gente” contó su hijo Jorge.

Por ende, organizaciones nacionales de periodistas han mantenido, como en otras ocasiones, campañas en las redes para exigir que aparezca con vida.

También periodistas de varios estados del país exigieron en una carta, a Enrique Peña Nieto, que la Procuraduría General de la República atraiga las investigaciones.

Incluso a 677 kilómetros de ahí, periodistas de Guerrero bloquearon la carretera que va de Chilpancingo a Acapulco. La consigna: Que Moisés aparezca con vida. En una manta larga, azul, se depositaba el reclamo generalizado: Ni un periodista más.

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Son cerca de las dos de la tarde del domingo 4 de Enero. Han pasado casi dos días de que Moisés fue sacado de su casa. El aire levanta polvo y miedo en la calle Violetas. Fuera de la casa de Moisés hay policías ministeriales y estatales que merodean dentro y fuera de sus camionetas, cual escena de CSI Miami, para la foto, como si fuera un operativo.

Dentro de la casa, el procurador del Estado, Luis Ángel Bravo Contreras, el subprocurador, Leopoldo Muñiz Descalzo, y sus subalternos, platican con la familia de Moisés, su esposa y su hijo Jorge.

Jorge había dicho que hasta ahora, estaban en lo mismo. No hay señales de su padre, ni una llamada de rescate.

Minutos antes, el procurador, en entrevista, aseguró que lo va a encontrar pero pidió comprensión con las preguntas sobre las investigaciones porque podría afectar la integridad del periodista.

“Como lo he hecho en todos los asuntos los convocaré para darle los pormenores y los detalles. Apelo hoy a su comprensión, échenos la mano, yo se los voy a encontrar (…) sí hay indicios, vamo’ bien, vamo’ bien, es algo que se tiene que tratar con mucho cuidado”, dijo Bravo Contreras.

Sin embargo, en la puerta por donde entraron los hombres que se llevaron a Sánchez Cerezo, un perito vestido de azul hace unas pruebas en la puerta. La esposa de Moisés, explicó que el día que lo sacaron de su casa, no terminaron el peritaje.

“Dijeron que por la rugosidad de la puerta no se podía hacer completo. Por eso es que apenas hoy pudieron terminarlo”.