Sin economía estable no habrá vida mental saludable
- Eduardo Vázquez Reyes
Este viernes 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental. Nos espera ver y escuchar −como es costumbre− a la pléyade con sus discursos elegantemente elaborados acerca de la importancia de resaltar una fecha de amplia y urgente pertinencia social. Nos tocará encontrarnos en nuestras redes sociales con esas personalidades activistas (a veces multicausas) que enarbolarán su amor incondicional por la ciudadanía, no sin antes asegurarse que dicha publicación les generará los likes necesarios, pues saben perfectamente que ese es un tema del que tienen que hablar. También, estimado lector o lectora, verá usted a ciertos políticos preocupados por resolver esa gran problemática que hoy por hoy nutre lamentablemente nuestras estadísticas. En el mejor de los casos serán ellos los que habrán redactado su propio discurso y no simplemente leerán algo que tienen que leer porque es lo que viene en su agenda del día: unas palabras, unos abrazos, unas fotos y listo. ¡A lo que sigue!
Vaticino los reflectores que algunos medios de comunicación pondrán al servicio de psicólogos “especialistas” todólogos para que nos iluminen con sus conocimientos y nos dejen perplejos por el exceso de empatía que mostrarán para con la sociedad vulnerable que ya no ve por dónde queda el final de su lánguido sendero de tristezas. Así es, lector o lectora de esta columna. Estas mismas personalidades desempolvarán su discurso acostumbrado para cambiar unas cuantas palabras que se acomoden al día en cuestión. Al final de cuentas, al igual que el político del párrafo anterior, estos psicólogos demagogos tienen que decir algo. ¡Si supieran que podrían ser la causa del problema de una sociedad que no es atendida psicológicamente con responsabilidad! ¿O tal vez lo saben?
De ellos ya hemos hablado en otras presentaciones de esta columna Palestra y parley y, seguramente, lo seguiremos haciendo. Solo quisiera decir que dichos medios de comunicación (en los que estas personas tienen espacio, lamentablemente) deberían fortalecer sus estrategias para abordar temas nada sencillos y que tienen que ver con implicaciones y repercusiones en salud y bienestar social. De ahí la importancia de la continua actualización para decidir qué profesional de la salud tiene las credenciales necesarias y la experiencia para hablar de problemas tan fundamentales, tan delicados. ¿A quién deberías entrevistar al respecto? Solo el ojo clínico periodístico lo dirá. Auguro (y de cierta forma ya lo estoy viendo con mi cualidad clarividente) una cantidad de charlas que este viernes se dictarán y se difundirán, teniendo como protagonistas a estos todólogos y su simulación.
Después de haber sentado las bases de nuestra circunstancia local y nacional, intentemos indagar, en su generalidad, en qué punto estamos en cuanto avance en la materia. Sabemos que la situación de una sociedad deprimida no es la mejor. De hecho, ya se habla desde hace algún rato de las nuevas incapacidades causadas por algún tipo de problema emocional. ¿Qué tenemos hoy en día luego de varias ediciones del Día Mundial de la Salud Mental? ¿Hemos progresado en política de salud y en su difusión? Afortunadamente, las campañas que se realizan año con año han contribuido a la visibilización de este problema. Ya no es un tabú ir a terapia. La gente ya puede manifestar abiertamente en sus redes sociales, familiares, educativas y laborales cuando padecen algún tipo de malestar psicológico. Antes habría sido imposible. Claro, nunca nos salvamos de los que aprovechan las modas para impactar significantemente en su audiencia y subirse al barco, aunque no estén pasando por esas dificultades, pero como marketing sirve.
A pesar de este camino recorrido, hay un factor que muchas veces no se toma en cuenta en el fondo de los discursos de la atención a la salud mental, y sobre todo en la promoción de la importancia que tiene el atenderse y sentirse acompañado por un especialista. Es claro que no todas las personas tienen la oportunidad de llevar un buen proceso, razón por la cual nos les queda más que adaptarse “a lo que les toca”, por más molesta que parezca esta última frase. Y lo que les toca es una atención muy general, sin la precaución al detalle, al minucioso análisis de su persona, de su contexto particular y sus vivencias.
Este, aunque importante, no es el único aspecto del factor económico al que me refiero y que me gustaría resaltar esta semana, sino el hecho evidente según el cual, por lo menos en México, no contamos con una estabilidad económica adecuada. No se han construido las condiciones eficientes para que la falta de oportunidades y las limitaciones financieras no sean un elemento para que gran parte de nuestra sociedad caiga en ansiedad o en depresión, o en el peor de los casos en una combinación de amaba: una razón de peso para permanecer en ese abismo de manera indeterminada. Situación en la que muchos ciudadanos se encuentran en este momento: cuándo, cómo y con qué llegar al final del mes. ¡He ahí la cuestión!
Es necesario que la política encargada en el diseño de estrategias para la prevención de estas dolencias vaya coordinada con la construcción de planes para el crecimiento económico de las familias y la apertura de oportunidades laborales. En efecto, el discurso y las acciones en pro de la atención a la salud mental han avanzado significativamente. Pero no se ha trabajado lo suficiente para la prevención de estos padecimientos que, en gran medida, en muchos casos tiene que ver con este factor económico. Sin una buena base económica nada se puede, mucho menos la felicidad, así sostengan lo contrario los amantes de la normalización y la romantización de la desigualdad social. Mientras no exista estabilidad en este sentido, no será posible, me temo, una vida mental saludable y ni siquiera deseable. ¡Por las barbas de Platón!
¡Leven anclas!
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Filósofo, lógico y periodista de Ciencia. Egresado de la Universidad Veracruzana. Docente de UPAEP y CEUT, campus Tehuacán, en las materias de Filosofía, Lógica y Argumentación. Amante del análisis, la discusión y el debate público en temas de política científica, tecnológica y educación. Consultor de comunicación y discurso.



