Juventudes en Veracruz: la fiesta inclusiva

  • Eduardo Barrios
Valdría la pena un espacio de encuentro con los otros que permita conocer y reconocer la diversidad

Hace poco revisaba una entrevista que le hicieron a la antropóloga Rossana Reguillo sobre la apropiación de los espacios públicos en un México y Latinoamérica que ha construido sus urbes no tomando en cuenta la diversidad en sus juventudes, en todo caso una parte de esa diversidad.

En aquella entrevista hubo no solo una reflexión sobre lo sistemática reducción de los espacios que son autorizados para los jóvenes y que los reducen básicamente, en palabras de Reguillo a los “antros y shoppings”, sino también una invitación a repensar las ciudades. 

Bien es cierto que la ciudad tiene relatos subalternos que no gozan de la misma espectacularidad y protagonismo de aquellos en los que ciertos sectores juveniles han puesto empeño para ser visibilizados; a esto habrá que sumarle el contexto de violencia que vive el país que imposibilita otras formas de apropiación y ocupación de los espacios públicos.

En esas realidades se encuentran las comunidades de jóvenes que se reúnen en casas privadas a platicar y compartir sobre literatura, cine o política; también aquellos que se apropian de los espacios abandonados para expresarse a través del arte urbano.

Los rostros de las juventudes subalternas también, como una suerte de cadena equivalencial en términos conceptuales de Laclau, reúne a los marginados que habitan la penumbra de la ciudad, los atravesados por jeringas o consumidos por el alcohol de los bares y cantinas del primer cuadro de la Ciudad de Veracruz.

La lucha de estos actores del espacio público también es política, social y cultural, todos ellos forman parte de la generación que habita un espacio complejo y diverso cuyas conexiones no terminan de darse en un sentido de encuentro dentro de una ciudad que se alista para festejar 500 años de existencia.

Quinientos con letra, quinientos repito de reorganización de disputas en todos los terrenos y que no ha sido capaz de reinventarse en los tiempos exigentes de los “pos” del siglo XXI, una ciudad tradicionalista –que no del todo-, asustada a la hora de hablar de sexualidad pero que ocupa primeros lugares en enfermedades de transmisión sexual, lo que habla mucho de su cosmovisión.

Es la misma ciudad veracruzana que cumple quinientos años con incipientes formas tecnológicas y ofertas culturales que si bien son diversas no satisfacen la exigencia de las otras juventudes que insisten en la separación, cuyos referentes culturales y de entretenimiento, se encuentran en lugares como la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey o Querétaro.

Son esas juventudes autoexcluidas pero hegemónicas en cuanto a formas de diversión ofertadas por grandes empresas extranjeras o locales pero que pertenecen a un sector “exclusivo” de la sociedad, las que buscan y traen nuevas formas de habitar la ciudad sin explorar o inventar las propias.

Hipnotizados por los componentes simbólicos de las marcas y los atractivos lemas publicitarios, invierten o exigen invertir en novedosas marcas o tiendas departamentales que cubran sus necesidades de vestimenta o de productos y servicios de los que gozan en otros países.

Hablar de Veracruz implica también hacerlo de Boca del Río en donde se ha concentrado buena parte de la oferta cultural, gastronómica de servicios e infraestructura de la zona conurbada, las conexiones entre ambas ciudades son dignas de otro texto.

¿De qué formas las juventudes han propiciado un encuentro con los otros?, ¿qué tipo de expresiones subalternas a lo que hegemónicamente conocemos, existen en la Ciudad de Veracruz?, ¿quiénes son los protagonistas de esas “otras” realidades?

Valdría la pena un espacio de encuentro con los otros que permita conocer y reconocer lo que nos hace diversos y desde luego lo que nos une como para propiciar una fiesta inclusiva, que no solo tenga como expectativa arrojar pirotecnia o dar discursos, sino que sea capaz de visibilizar lo subalterno, analizar su patrimonio así como sus códigos y recursos humanos como para empezar una verdadera transformación social.

Finalmente todos somos hijos del mar, la playa y el Sol por nacimiento, convicción u adopción, aquí estamos todos, habitando y transformando.

Usted qué piensa, lo invito a que me deje sus comentarios en mi cuenta de Twitter @EduardoBarrios_, por allá hablamos de todo en digital.