La herencia de la fidelidad

  • Eduardo Barrios
No son los jóvenes, son los jóvenes priístas devenidos en dirigentes...

-Si es el partido, si es el PRI

-No son los jóvenes, son los jóvenes priístas devenidos en dirigentes

Circuló un libro en los tiempos de la fidelidad, sobre el entonces gobernador de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán de cuyas páginas brotan caricias y besos hacia los zapatos del ex mandatario.

Página por página uno puede leer un elogio, pétalos de rosas tirados sobre el paso del supremo, una alfombra roja tendida a los pies del faraón.

Claro que los zapatos quedaron lustrosos ante tales reverencias.

El libro se llama “El compromiso de la fidelidad: El relevo generacional en Veracruz” escrito por Alejandro R. Morales de cuya cuarta de forros se extrae:

“Reflexionar en torno al gobernador de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán es hablar de un funcionario diferente (…) es hablar de un estadista, visionario e incansable”.

La herencia de la fidelidad marcó sus herederos a lo largo de varias páginas, eran los cuadros del PRI, es más, eran los cuadros personalísimos de Herrera Beltrán.

Nos dice Duverger que, “lo que los partidos de masas obtienen por el número, los partidos de cuadros lo han de obtener por la selección”.

El libro se empeñó con poco éxito en tratar de reivindicar la figura de los jóvenes y su participación política en el estado de Veracruz, además de destacar la importancia de que aquellos tomen un papel activo en la vida pública, pero al final de las oraciones, siempre se hacía referencia, si a un joven, pero priísta.

Eran los guiños hacia Javier Duarte de Ochoa, un “destacado” priísta que comenzaba su carrera por la gubernatura, fue el ocaso –al menos oficial- de la fidelidad.

Dice el libro en su página veintiséis “ciertos sectores juveniles han despertado, y de manera voluntaria o involuntaria han cambiado y están demostrando tener la capacidad para asumir responsabilidades sociales y políticas de peso”.

La fotografía de Duarte de Ochoa tirado sobre una camioneta en total desgracia ante sus fechorías, parece desvanecer esas letras  como polvo entre los dedos.

Pero como le decía, Duarte de Ochoa no fue el único nombre consignado en aquel libro, hay muchos otros que permanecen en silencio tratando de pasar, en estos tiempos, desapercibidos.

Consignan esa obra que se necesitaba a alguien que pudiera aprovechar los talentos de los jóvenes “ese personaje es Fidel Herrera Beltrán. Él escogió llevar ese papel en esta película que podríamos llamar ´Veracruz, resultado de un cambio generacional´, sostienen sus páginas.

Tres jóvenes fueron designados como Secretarios de Despacho durante su sexenio, todos menores de treinta y cinco años: Américo Zúñiga Martínez, Secretario del Trabajo y Previsión Social, Marcos César Theurel Cotero, Secretario de Comunicaciones y Transportes y Javier Duarte de Ochoa Secretario de Finanzas y Planeación.

A propósito de ello, nos insiste Duverger: “Solo los partidos fascistas repudian abiertamente ese procedimiento (el democrático) y lo sustituyen por la nominación desde arriba: los dirigentes subordinados son escogidos por el jefe supremo del partido; éste –que se ha designado a sí mismo- permanece en funciones toda su vida; la cooptación sirve para nombrar a su sucesor”, en clara alusión a los partidos europeos, con aplicabilidad al contexto del golfo.

Pero para no irnos tan lejos, Reveles en su libro sobre los partidos políticos en México nos propone una clasificación de las funciones de los partidos de élites devenidos en clientelares, entre las que destaca una que caracteriza al priísmo y a otros partidos:

“La postulación de candidatos se basa en la lealtad a los líderes de la facción o de las facciones y en la negociación entre ellos”.

Así pues, y a propósito de los comentarios de unos priístas quienes sostenían que no es el partido el responsable de Duarte de Ochoa, si señores; si es el partido, si es el PRI y su estructura, sus formas y prácticas.

No estamos mal quienes hemos visto a los jóvenes que se “educan” en sus filas con actitudes de prepotencia e intolerancia con apenas unos quince a dieciocho años.

Que quede claro, no son los jóvenes el problema, hay muchos ejemplos de una juventud más sensata y preocupada verdaderamente por asuntos públicos con intenciones honestas y compromiso por el trabajo en beneficio de otros, por suerte no se educan en las filas del PRI.

Así pues aquel libro generalizó a la juventud, como si ésta se redujera a los jóvenes que se educan en aquel instituto político, quienes asumen a la juventud del siglo XXI como PRIennials.

Es el caso de Rodrigo Escalante, un priísta y usuario de Facebook quien hizo circular en sus redes un diseño en el que surgió el término PRIennial, quien con amplias dotes filosóficas consignó en su cuenta:

“Ser joven priísta no es cosa fácil (…) Nos enfrentamos a las adversidades del día a día, de las grandes cargas de trabajo, de las agendas apretadas, de la corre, corre y de la chinguele, chinguele”.

De esas últimas palabras debieron conocer muchos de esos jóvenes del “nuevo PRI”, y también de las viejas generaciones, porque Duarte de Ochoa, no es, seguro; el único político-gobernador que ha robado tanto en nuestro país.

Usted que piensa, lo invito a que me deje sus comentarios en mi cuenta de Twitter @EduardoBarrios_, por allá hablamos de todo en digital.