El poder y la tecnología como su hacker

  • Eduardo Barrios
Estamos transitando por una época que se aferra a morir y otra que no termina de ascender al poder.

Es bien cierto que el poder está en crisis. El mundo está en crisis, pero por factores diversos, entre ellos una cuestión de poder cuyas fuerzas no terminan de acomodarse.

Tengo un ejercicio que proponerles como para la reflexión. Vivimos en un momento de mayor incidencia de los que son considerados como millenials en la vida en sociedad, que traen consigo formas distintas de comprensión de lo público y lo privado, del consumo, del entendimiento de la política (los que se involucran en ella), conceptos de familia diversos, entre otras cosas.

Pero quiero enfatizar en este escrito, que el tema es multifactorial, no radica en la supuesta “rebeldía” de ésta generación, o solamente en su apatía o desinterés, es también un tema el de la disputa por la hegemonía, la disputa por el poder.

Estamos transitando por una época que se aferra a morir y otra que no termina de ascender al poder y que en gran medida aparenta tenerle miedo.

Lo viejo, lo estructurado, con anclajes profundos frente a las arenas movedizas, de lo alterno o subalterno, una sociedad que se desliza como agua. Otra vez una sociedad con esquemas, normas, pautas de conducta que se enfrenta a lo diverso, lo multiétnico, lo desreglamentado, sin cadenas, tambaleante, la pluralidad. La sociedad localizable frente a una deslocalizada y ubicua.

Se ha convertido en cotidiano escuchar de diversos actores sociales que pertenecen a comunidades profesionales, la crisis por la que atraviesa su gremio, los grandes retos que ello implica y un largo etcétera que pone el acento en lo desconocido. Cuando uno revisa eso que es desconocido, parece ser que el tema se localiza, con variantes e interrelaciones en lo tecnológico.

¡Ah qué difícil resulta eso de la tecnología!, si, puede ser. Pero no por ello debe ser objeto del rechazo profundo a ultranza, diría.

Como en otros tiempos, la generación que nos ha tocado vivir, presenta rasgos puntuales, que por más que se intente desmarcar de aquellos, aparecen como lugares comunes frente a lo alternativo. Parece una búsqueda continua de la identidad, de la unicidad, de aquello que solo nos pertenece a nosotros.

Claro que es evidente la existencia de un vacío frente a lo desconocido, que nos genera incertidumbre, no se sabe a qué puerto se habrá de llegar, pero se trata de construir el proceso y disfrutarlo. Después de todo, es una característica de la era, la incertidumbre. ¿Deseable?, quizá no. El miedo obnubila y fortalece el rechazo al otro.

Ahora tenemos un sujeto nacido en 1946 allá cuando iniciaba lo que algunos llaman la generación baby boomer, gobernando el país más poderoso del mundo, regresando lo andando, “imponiendo orden”, replegándose frente a lo desconocido, rechazándolo.

Le decía, lo tecnológico como el gran reto. Entonces, pasamos a mirar a la tecnología desde nuestros miedos, todo ahora es inmensamente confuso, se le ha conferido la palabra a los que no la tenían, los golpes políticos para los de carrera política con una comunicación horizontal que empareja el piso, al menos el virtual, la disputa de la palabra para los periodistas, la lectura previa sobre enfermedades para los médicos; las cuentas en Excel con sistemas automatizados para los contadores, la lectura de los derechos en una presentación de Power Point para los abogados, todo está en disputa. Hay que estudiarlo y enfrentar el reto.

Ahora vemos la irritación colectiva, ciertos individuos saben algo de aquello. La infoxicación operando.

Entonces vienen las mutaciones, ¿buenas, malas, equilibradoras?, no lo sé. Están pues en el terreno de juego los actores de la vieja guardia, tratando de adaptarse a los tiempos y predicando su palabra como para conectarse con aquellos a los que ahora tienen miedo y se repliegan con un disfraz para gritar “yo también soy transparente, mírame cuan transparente soy” y la sábana que se ha puesto encima no le cubre los pies o viceversa, no le cubre la cabeza.

Así se mira el poder ante sus intentos de no fracasar frente a los reaccionarios y cuestionadores millenials, los que no saben nada, los que deben ser guiados, porque ellos así lo creen. Lo que ignoran es que son un producto de sus viejas prácticas, el hueco negro, la grieta no tapada, lo que no logró cerrar de su generación, como el vacío legal de los abogados. Algo se les escapó de las manos.

La coexistencia y eventualmente la convivencia de ciertos esquemas y la aparición de tensiones con arreglo a negociaciones, pueden ser una salida para esas generaciones que lo disputan todo. El matiz parece ser la mejor salida antes que el triunfo irracional de uno sobre otro. La tarea es seguir desenmascarando las viejas prácticas y negociando un nuevo orden.  

Nuevas prácticas se construyen ¿buenas, malas?, tampoco lo sé. Lo cierto es que están aquí, mirando el mundo y las más de las veces, transformándolo.

Los jóvenes se convierten en creadores de contenido y le dicen al mundo su percepción de las cosas, del mundo.

Las viejas estructuras de poder se escandalizan y tratan de normar. El caos no les va bien, no saben trabajar en él y tampoco lo desean. Sufren. 

No son casualidad los Snowdens o los Zuckerbergs, no es casualidad el Uber o Netflix. La pregunta es: ¿quiénes son sus opositores?, la respuesta puede estar en lo tradicional. Las viejas estructuras de poder, las empresas “normales”, los taxistas de la calle operando con viejos sistemas corruptos, la televisión dictadora de contenidos. La tecnología hackeando el poder.

Es más interesante dejar de preguntarse por los opositores y comenzar a preguntarse por los vicios de ésta generación. ¿Cuáles serán sus límites y quién finalmente se los marcará?, ¿se deben marcar?

No todos entran en ésta realidad que describo, como siempre, existen ventajas y desventajas del juego tecnológico, los segregados, los no incluidos son muchos, miles, millones que no tiene cancha pareja, permanecen en la periferia, mientras el duelo del poder se libra en algo alejado de ellos, la tecnología.

Usted, ¿qué piensa?, lo invito a que me deje sus comentarios en mi cuenta de Twitter: @EduardoBarrios_, por allá hablamos de todo en digital.