A Isidro, de quien no sabemos nada
- Miguel Ángel Sosme Campos
Los pájaros anunciaban su llegada. En su canto náhuatl se escuchaba ompa witz ompa witz, que quiere decir “allí viene”. Las mujeres se miraban unas a otras con particular angustia, mientras don Erasmo se asomaba entre las rendijas de la cocina de madera, cubierta por la ceniza del fogón y apolillada por el tiempo. Sobre el piso de tierra ardía la fogata en la que hervían los quelites y los frijoles, el alimento diario de los pobres, dijera doña Mago de 67 años.
Pasaban los minutos entre la curiosidad y la espera. De pronto dos gatos, uno más oscuro por el lodo entre su lomo que por su naturaleza, y el otro pardo y tan flaco que apenas disimulaba su estado hambriento, se acercaban a la fogata y se lamían la cara. “Allí viene”, decía doña Mago a su esposo Erasmo. Ellos me explican que los gatos son misteriosos, cuando un gato se lame la cara significa que se recibirán visitas. “No sabemos quién es la visita”, comenta el anciano.
Aunque no platican mucho, las dos mujeres frente al metate, Marina y Hortensia, parecen nerviosas. Hace 15 días que Isidro dejó Tlaquilpa para buscar una mejor vida en el norte. Se fue para Wisconsin, me dice su esposa. La última llamada la hizo desde Reynosa, el 15 de agosto por la mañana, al otro día, “primeramente dios”, cruzaría la frontera.
Cuatro días después nadie tenía noticias de él. La familia deseaba que la inquietud de los animales predijera su arribo, “quizás no pudo, tal vez se arrepintió, tal vez lo regresaron y por eso, allí viene”.
Dos días antes, la madre de Isidro lloraba con su esposo porque había escuchado una “chicharra” sobre la cama. Un muy mal augurio que los indígenas de Zongolica asocian a la muerte. No podía disociar el sonido de aquel insecto con la partida de su hijo.
Ompa witz ompa witz, se oía en lo alto mientras los gatos se lamían la cara. Doña Mago lloraba en silencio aparentando que su llanto provenía de la leña ardiente y no del flagelo de sus entrañas.
La pobreza había llevado a Isidro a dejarlo todo y ahora nada se sabía de su existencia. Lo esperaban sus padres, su esposa Marina y una niña de ocho meses a quien bautizarían próximamente. "Él quería levantar su casa y cambiarle la madera a la cocina que ya se estaba cayendo. Nadie quería que se juera, pero él pensó que eso era lo mejor para todos", comenta Marina.
El desayuno estaba casi listo pero nadie se sentaba a la mesa. El alimento más insípido es el que se ingiere en la incertidumbre de un ser querido que arriesga su integridad por una “mejor vida”.
-Xikawahtika, interrumpe una voz masculina quebrada por la tristeza, en tanto que las aves, gatos e insectos habían cesado su “misterio”. Al fin llegaba.
Sin el rebozo gris y con la cabellera enmarañada, corrió apresurada doña Mago. Temía lo peor. Le acompañaba un Erasmo viejo que trataba de sonreír y hablar con optimismo a su angustiada esposa. La conversación en náhuatl resultaba solemne, lenta, eterna para una familia que no tiene noticias del joven migrante. Las pausas y el silencio recurrente confirmaban que se trataba de una mala nueva. Sólo el llanto desconsolado de la mujer, que se enjugaba las lágrimas con las manos cubiertas de ceniza, expresaban la última palabra.
"Al Isidro lo detuvieron en Reynosa con otros muchachos de Tlaquilpa", le comentó el visitante quien era padre de uno de los jóvenes que salieron con Isidro desde la Sierra. “Por la tarde él le habló a mi hijo para pedirle ayuda, después de eso, nada más se escuchó”…
Han pasado cuatro años desde la desaparición de Isidro. El 15 de agosto de 2012 fue la fecha más amarga en la vida de esta familia indígena, momento del último llamado de aquel muchacho de 27 años, que lo dejó todo por un sueño.
-"Yo no entiendo por qué me pasa a mí esto. A mí me tocó sufrir los dolores peores de una madre. Hace 20 días falleció mi hijo el mayor. Tengo tres años llorándole todas las mañanas al Isidro. Lo sueño en las noches diciéndome: mamá, usté no se preocupe que yo estoy bien. Otras me dice que lo busque y que no me canse. Yo no conozco del ánimo. Mi vida es de puro dolor. Aquí sigo esperando a mi muchacho, mi xokoyotzin", comenta doña Mago, la madre de Isidro, el joven tlaquilpeño de quien no sabemos nada.
Apuntes
El número de jóvenes migrantes desaparecidos en la Sierra de Zongolica se ha incrementado en la última década. Hasta el momento, en Tlaquilpa, Veracruz, se desconoce el paradero de por lo menos diez migrantes nahuas, entre ellos Isidro Tzanahua Tentzohua, cuya historia se refiere en este texto. Aunque se abrió una investigación durante el sexenio de Javier Duarte, ésta nunca rindió frutos. Los padres de Isidro han emprendido una búsqueda de forma conjunta con los familiares de otros migrantes del poblado. Entre los nombres de los desaparecidos se encuentran también los de Roque Colohua Tehuácatl, Margarito Cervantes López y Fernando Tehuácatl García.
La falta de atención a estos casos se encuentra directamente asociada al origen de los jóvenes y sus familias, quienes son oriundos de contextos indígenas de alta marginación y extrema pobreza, teniendo un limitado acceso a los servicios públicos, a la impartición de justicia y al ejercicio pleno de sus derechos. En Veracruz, la iniciativa articulada desde la sociedad civil durante el sexenio pasado, la de fundar el Instituto Veracruzano de Migración, sigue pendiente.
Anteriores
Miguel Ángel Sosme Campos es licenciado en Antropología Social por la Universidad Veracruzana y maestro en Ciencias Sociales por la misma institución. Es autor del libro “Tejedoras de esperanza. Empoderamiento en los grupos artesanales de la Sierra de Zongolica” (El COLMICH), y coautor de artículos y libros sobre arte textil indígena y estudios de género, los cuales han sido publicados por el CONACULTA, INAH, UAM y la Universidad Veracruzana.
Ha obtenido los siguientes reconocimientos: Premio Nacional Luis González y González (El Colegio de Michoacán, recibido en el año 2014), Premio INAH Fray Bernardino de Sahagún (Instituto Nacional de Antropología e Historia, obtenido en 2014), Premio Arte Ciencia Luz (Universidad Veracruzana, año 2014) y Premio de Tesis en Género “Sor Juana Inés de la Cruz” (Instituto Nacional de las Mujeres, 2014).
Desde marzo de 2015 a la fecha, colabora en el proyecto Etnografía de los Pueblos Indígenas de México, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).