Los propósitos de año nuevo

  • Alberto Delgado
Esas metas que nunca se cumplen pero todos nos hacemos cuando un año inicia.

Después de darle a usted un par de semanas de descanso de esta, su columna de los lunes, estamos de vuelta.  Y bueno, las fiestas nos habrán dejado un poco entrados en gastos, kilos y desvelos, pero justo para eso sirven los tradicionales Propósitos de Año Nuevo.

Los propósitos de año nuevo son esas metas que nunca se cumplen pero todos nos hacemos cuando un año inicia. Estudios recientes demuestran que los propósitos de año nuevo se pierden en un 20% en la primera semana de enero y el restante 80% lo vamos perdiendo a lo largo del año. Resultado: No llevamos a cabo nuestros propósitos de año nuevo.

¿Por qué? Bueno, en principio porque realmente no estamos dispuestos a hacer lo que se tiene que hacer para cumplir con tales metas (porque para bajar de peso, debemos dejar de tragar como si no hubiera mañana). En segundo lugar, porque nos ponemos metas demasiado grandes para nuestro alcance (como si yo, que no he corrido el año pasado ni por salvar mi vida, ahora me propusiera correr la maratón). Y en tercer lugar, porque creemos en el eterno retorno (o sea, podemos tener los mismos propósitos el próximo año).

También se requiere una buena dosis de prudencia. Digamos que nos la pasamos comiendo sin control durante las fiestas de diciembre. Nuestro propósito de bajar de peso desde el primero de enero se verá un poco afectado si no contemplamos la naturaleza social de comer, y que al menos habrá dos días de recalentado, Rosca de Reyes en el trabajo, con amigos, con la familia, y un largo etcétera. El resultado de eso es que estaremos aún más obesos y abandonaremos el propósito, y ni han pasado diez días del año.

Le contaré cómo la ciencia nos ayuda a cumplir con los propósitos de año nuevo, mediante un experimento que realicé en el recién terminado 2016. El año pasado pasé un muy mal invierno. Tuve frío todos los días que hizo frío y casi me prometí a mí mismo que eso no me volvería a ocurrir. Ese fue mi propósito de 2016. Así que en aras del conocimiento científico y la comodidad invernal, conforme trascurría el año me puse a olvidar la dieta y el ejercicio, para lograr desarrollar una capa adiposa que me proporcionara la energía y el calor necesario para pasar un invierno menos tortuoso (es decir, hice lo necesario para alcanzar mi objetivo). Me alimenté con grandes cantidades de calorías y refrescos, no le decía que no a ninguna cerveza, taco o torta que estuviera a mi alcance (disciplina). Al final del año, logré desarrollar una consistente capa adiposa (resultado). Sin embargo, estos últimos dos días me han demostrado lo equivocado que estaba, y que esa lógica funciona sólo si eres una foca, un oso o un lobo marino. La cosa es que sigo pasando fríos (aquí hay que reconocer que el experimento era estúpido, pero así se construye el conocimiento científico).

Haciendo cuentas, creo que salía más barato comprar chamarras o suéteres en vez de comida y cervezas, por lo que el experimento-propósito del que hablamos además de estúpido, resultó caro.  Con mucha pena, tendré que pisar un lugar común en lo que a propósitos de año nuevo se refiere: bajar de peso. Y es que ahora resulta que en vez de salvarme del frío, la tal capa adiposa pone en peligro mi salud, ya de por sí deteriorada, por lo que tendré que, habiendo pasado ya todas las posadas, las cenas, las reuniones y las roscas, disciplinarme al respecto de mi manera de comer y hacer ejercicio. No será fácil, porque llevo al menos un año sin cuidar en absoluto tal rubro, y lo que sí es fácil es eso de no cuidarse.

Sé que podría ponerme otro tipo de propósitos más sensatos, como el de dejar de escribir babosadas en su columna de los lunes, o ahorrar, o viajar por el mundo. Pero vamos, usted y yo sabemos que lo de las babosadas no va a dejar de pasar, que con la crisis que viene ahorrar no va a ser muy posible y lo de viajar no se puede hacer si se apodera de uno la mala salud. Así que, una vez completado el experimento de resguardarnos del frío por medio de la grasa corporal, y habiendo comprobado fehacientemente lo equivocada que estaba mi hipótesis inicial, me dispondré a batallar contra la tal capa adiposa que, además de inútil, resulta cara y dañina. Me perdonará, amable lector, si no le acepto la cervecita de media tarde y a cambio me tomo una botellita de agua,  o si lo avergüenzo en sociedad pidiendo comida sana en vez de los tacos de siempre, o si dejo las tortillitas intactas en su mesa.

Al menos, le puedo prometer que no seré de esos insoportables runners que buscan el aplauso público cada que completan unos cuantos kilómetros, o que no lo abrumaré con sermones o recomendaciones acerca de su salud y la capa adiposa que usted haya desarrollado (si su trabajo le costó, yo respeto) ni lo invitaré a ser vegano ni veré su comida rica en calorías con un gesto desaprobatorio (tal vez sí con un poco de envidia, pero no más).  Ojalá que usted no ande experimentando con sus propósitos y simplemente haga durante este año todo lo que se proponga. Por mi parte, seguiré en este espacio, su columna de los lunes contándole cosas que a nadie le interesan, para pasarla bien, en lo que logramos tener un buen año. Nos leemos el lunes.