La búsqueda de la torta perfecta

  • Alberto Delgado

Perfección, en el diccionario, se define como “la ausencia total de defectos o errores”. En nuestra vida diaria, aunque no nos demos cuenta hay gente persiguiendo la perfección todo el tiempo; la propia, la perfección en lo que ellos mismos hacen, o la perfección en lo que hacen los demás. En mi caso, he recorrido la ciudad en busca de una torta perfecta. Y tengo que decirle, estimado lector que Xalapa está cerca, pero aún no lo logra.

En primer lugar, tendríamos que decir que en Xalapa, nuestros torteros no entienden muy bien el concepto de “torta”. Sé que es muy peligroso entrar en ese tipo de discusiones y que puedo herir susceptibilidades, así que trataré de explicarme: la torta perfecta no es sólo un pan (de preferencia telera o bolillo) cortado “longitudinalmente” como lo sugiere la RAE (que en el colmo del mal gusto dice que es un tipo de sándwich), con carne adentro. La torta mexicana es, de hecho, una unidad de alimentación completa, o sea, por sí misma, una torta debería ser un desayuno, comida o cena (aunque si uno es tragón, como quien esto escribe, se vale comerse dos o más).  Dentro de ese pan, cortado con precisión quirúrgica,  se encuentran, cuidadosamente acomodados por las artesanas manos del tortero, vegetales como la hojita de lechuga, el chile, la cebolla  y el tomate; leguminosas como los frijolitos; algún aderezo como mayonesa o crema, y el pedazo de animal de su preferencia (pollo, puerco, pavo, res, o en algunos penosos casos, puros vegetales).

El origen de la torta ha sido largamente discutido y nunca se ha llegado a una conclusión definitiva. Mientras hay voces que ubican el origen de la torta en Puebla (hipótesis que aunque fuera cierta jamás se va a aceptar, porque nadie le quiere deber nada a Puebla), hay quienes dicen con mucha convicción que nacieron de las manos de Armando Martínez Centurión en 1892, en la Ciudad de México; sea cual fuere el origen de este invento genial, lo cierto es que responde a un cambio en las costumbres de la clase trabajadora mexicana, que, al verse limitada en tiempo y espacio para comer, tuvo que recurrir a esta magnífica opción de alimento “para llevar”. Incluso, hasta hace poco a las tortas les decían “tortas paseadas” en algunos lugares. Lo que digo con esto, es que la torta mexicana posee el carácter intrínseco de portátil, y en nuestra querida Xalapa, en la inmensa mayoría de los lugares en donde venden este alimento, tristemente nos encontramos con panes que se hacen pedazos, esperpentos aguados, pedazos de carne dispuestos de forma caótica, o el colmo, las llamadas “tortas didácticas”, porque son del tipo “ármela usted mismo”.

También ha sido objeto de debate la temperatura que una buena torta debe tener. Si aceptamos el carácter portátil de la torta, los ingredientes de la misma deberían estar a temperatura ambiente. ¿Por qué? Porque el encanto de una torta, es precisamente que la podamos transportar dentro de una bolsa de papel, y que cuando lleguemos a nuestro destino o a la hora de comer, la frescura y belleza de nuestra comida se mantenga. Le reto a intentar eso con una torta de La Parroquia, sin tener que sustituir a los quince minutos la bolsa de papel por una de plástico o un contaminante recipiente de unicel, todo esto porque su torta está aguada, o peor, que usted se vea orillado a volver a armar su torta porque ya está hecha pedazos, como sus ganas de comer (y en algunos casos, su corazón).

Es verdad que nuestra forma de comer está relacionada con nuestras costumbres y necesidades; en Xalapa todo se encuentra cerca, por lo que, en general, si uno se organiza, puede ir a comer a un lugar y tal vez no tenga la necesidad de andar paseando una torta por horas (lo digo porque estoy aventurando una hipótesis para explicarme la proliferación de las tortas calientes y autodestructivas) por lo que podemos encontrar prácticamente en todos lados tortas de guisado y cosas similares, que, desde mi punto de vista personal, no son necesarias: los tacos responderían a su necesidad de comer guisado de una forma digna y deliciosa.

En fin, amable lector, en nuestra ciudad podemos encontrar tortas  en muchos lugares; tristemente, aún no podemos encontrar una torta que reúna todas las características que se requieren para llegar a tocar la perfección; sin embargo, sí podemos encontrar tortas que se acercan mucho, y aquí me va a perdonar por no darle los nombres de las torterías y tener que averiguarlo usted mismo, pero le voy a orientar un poco: las tortas de Murillo Vidal, por la funeraria, están bien hechas, aunque su tamaño es cuestionable; y las de Leona Vicario, en el centro de la ciudad, que tienen un único defecto: carecer de frijoles (sobre esto, ya he hablado con el tortero, quien culpa a su mujer por dicha falta, pero no quiero ahondar mucho en el tema porque en este espacio no trato de ocasionar algún conflicto familiar).

Xalapa: ¡aún no aprendes a hacer tortas!

Lo bueno de: buscar tortas

La búsqueda exhaustiva de una buena torta en Xalapa me ha hecho valorar uno de los máximos avances que ha tenido la tecnología de alimentos en nuestra capital: los pambazos. Son lo mejor que tenemos, el verdadero tesoro de esta ciudad. Si, como yo, usted se rinde en eso de buscar una torta excelente, los pambazos nunca van a lastimar sus sentimientos.

Y hablando de tortas y sentimientos, mi recomendación es una gran canción de otro de nuestros tesoros nacionales: Botellita de Jerez. Disfrute esta rolota, nos leemos el lunes.

En lo que decide si comerse un pambazo o una torta, sígame en tuiter: @albantro