Los desvelos

  • Alberto Delgado

Mire, estimado lector, le voy a contar algo muy triste: El otro día (no sé exactamente cuándo) caminaba tranquilamente por la calle, cuando me encuentro a una amiga, que después de saludarme, preguntó: “oye, ¿y tu columna de esta semana?” A lo que le respondí con toda sinceridad: “¿Pues qué día es hoy?” y entonces me respondió que era un día de la semana, que no era lunes, y básicamente, que ya estábamos a media semana y yo sin entregar la tal columna. Lo triste del asunto es que me di cuenta que no sé en qué día vivo.

Pero eso no es nuevo. La verdad nunca le he puesto mucha atención al día que está pasando (al menos no al nombre) y soy muy malo para las fechas. Claro, todo esto se ha acrecentado desde que, al inicio de este mes, me ha tocado hacer la guardia de policiaca para uno de los medios en los que trabajo. La guardia policiaca inicia a las 11:00 de la noche y termina a las 6:00 de la mañana del día siguiente, lo cual trastoca todos los horarios de sueño de quien la lleve a cabo. No vine a quejarme, me gusta hacer fotos de noche, me gusta la ciudad sin el tránsito intenso, creo que la foto de policiaca es todo un reto fotográfico, pero he de admitir que cambiar de golpe los horarios de sueño puede ser terrible. Estoy empezando mi tercera semana en ese horario y como que apenas me estoy acostumbrando.

Hay desvelos de muchos tipos, y yo creo que he pasado por todos. Ya me he desvelado por hacer mis trabajos en la Universidad, por convivir con amigos (eso con cierta frecuencia lo hago porque bueno, los amigos son importantes); me ha quitado el sueño lo que supongo a usted le ha quitado el sueño también: la culpa, los impuestos, el trabajo, un buen libro, la fiesta, el desamor, el amor (esto último he tratado que no pase, desde que leí al maestro Luis Spota y una línea suya que dice: “sólo los pobres cogen de noche”), la enfermedad propia, la enfermedad de otros, entre muchas otras cosas. Y en ninguna de ellas lo recomiendo. Los efectos de la falta de sueño pueden ser devastadores: Dolor en los músculos, confusión o pérdida de la memoria, depresión, alucinaciones, temblor en las manos, dolores de cabeza, ojeras, riesgo de diabetes, irritabilidad, rabieta infantil (eso sólo en niños, aunque usted puede empezar a decir que este texto es una rabieta), y un largo etcétera. A mí me ha causado, en pocas palabras, que ande como zombie por la vida.

Buscando argumentos para recomendarle a usted amable lector (porque me preocupo por usted) que no se desvele, encontré un concepto bastante chistoso: “Deuda de sueño”, que se genera al someter al cuerpo al desvelo durante varios días, y genera cosas como sobrepeso. La verdad es que eso no me preocupó mucho porque yo ya tenía sobrepeso desde antes. Lo que me preocupó un poco fue lo del concepto de “deuda” aunque ya debería estar acostumbrado, dado que vivo en el estado más endeudado del país. Como sea, me preocupó un poco porque, como Veracruz, no sé con qué voy a hacerle frente a mi deuda, al menos en el corto plazo.

Le cuento que los primeros días de desvelo son mortales: anda uno distraído, como en otra realidad, sin poder comunicarse, con cara de menso buscando compasión, sin poder estar en ningún lado ni encajar en las actividades normales; como dijeran las abuelas: “andas como mal puesto”. Es difícil de explicar con palabras. Pero si quiere ver lo más cercano a ese estado, le recomiendo ver el video de la graduación de los cadetes de la Marina Armada de México de hace unos días, en Antón Lizardo. Supongo que estará en Youtube. Si encuentra el video, busque usted a lo que queda del gobernador de Veracruz, un tal Javier Duarte,  y si no me lo borraron como en las fotos, póngale atención, seguramente encontrará que se acerca mucho a la descripción que hice líneas arriba. Es terrible andar así. En mi defensa, puedo decir que a diferencia del gobernador, ese estado se me quita durmiendo unos días. Mi Elfa, cuando se enteró que cubriría ese horario, no tardó ni dos segundos en decir: “Te vas a poner aún más intolerante y neurótico”, y pues sí, tiene un poco de razón. Pero espero que pasando este período de desvelos se me quite, y pueda yo andar igual de intolerante y neurótico que siempre.

En fin, amable lector. Ya me desahogué un poco, pero no era la intención. Lo que quiero es recomendarle que no se desvele a lo menso. O que si tiene que desvelarse, como quien esto escribe, al menos busque cualquier pretexto y cualquier lugar para dormir un poco. Pero si es el amor lo que lo desvela, no le haga caso a Luis Spota, no se detenga por mantener el estatus, a veces hay que entrarle al amor como pobre, para que nada nos falte.

Lo bueno de: desvelarse

No voy a mentirle. Hay muy pocas cosas buenas en eso de desvelarse. Uno tiene una idea romántica del asunto, pero cuando el desvelo lleva más de tres días, ya no es tan romántico ni tan divertido. Y ya no se ve uno interesante, sino destrozado. Sin embargo, para equilibrar este texto, me dispuse a buscar algo bueno qué decirle del desvelo.

En una página de “desarrollo personal” dice que el desvelo es “…una forma de ejercer presión para cambiar la mentalidad” y que si una persona se desvela “… es mucho más fácil llegar al convencimiento de cualquier idea”. Pero siendo sincero, no suena nada positivo. Lo que dice esa página charlatana es que si a usted lo ven desvelado, más fácil lo pueden hacer tonto.

Para buscarle lo positivo a no poder dormir, le recomiendo ver a la dueña de una buena parte de mis desvelos, Susan Tedeschi, tocando una gran rola, “Can’t sleep at night”: Disfrute:

A veces, no me deja dormir que usted todavía no me siga en Tuiter: @albantro