Esgrimiendo un más que justo reclamo: justicia, un grupo de periodistas y seguidores ha propuesto en repetidas ocasiones que la plaza Sebastián Lerdo de Tejada deje de llamarse así y le sea impuesto el nombre de la periodista Regina Martínez. ¿Por qué? Porque fue asesinada y la investigación (si así puede llamársele) llevada a cabo por las autoridades ha arrojado más dudas que certezas.
No creo que nadie sensatamente pueda negar la validez de dicho reclamo. Regina, como cualquier otro ciudadano (no sólo los periodistas), merece una investigación que entregue cuentas, que sea coherente, que, lejos de plantear absurdas versiones, fabricar culpables y ocultar pruebas, brinde información, certezas y, al final: justicia.
Ahora bien, ponerle su nombre a una plaza que ya tiene, es, por donde se le vea, un acto muy pobre de justicia. ¿Qué justicia hay en quitar el nombre de uno de los xalapeños más grandes y honorables que ha existido? un hombre al que la historia, irónicamente, no ha terminado por hacerle justicia. Claro ejemplo de ello es que, si los que proponen quitar su nombre a la plaza supieran quién fue y qué hizo Lerdo de Tejada, difícilmente mantendrían su propuesta por obvias razones. La diferencia de estaturas que media entre don Sebastián y la periodista Regina Martínez es, dicho sea con respeto, abismal.
Hemos sido injustos con Lerdo de Tejada y no le reconocemos lo mucho que hizo por nuestro país. Baste decir que, si don Sebastián no hubiera ido con Juárez en la famosa carreta, otra historia muy distinta estaríamos contando el día de hoy, pues la actuación de Lerdo fue, en muchos sentidos y en muchas ocasiones, decisiva para la historia del país.
Regina fue a lo largo de su ejercicio una periodista entregada y combativa a nivel local. Se dice que murió debido a sus investigaciones, porque a alguien no le gustó lo que escribía, porque juzgaron que esa era la mejor forma de silenciarla. Una versión que difiere del todo con la presentada por las autoridades que, lejos de aplacar la indignación avivó la inconformidad, la justa ira que invade a sus amigos y lectores que acusan y no cesan de clamar por una profesional.
Regina Martínez merece justicia, pero dudo mucho que ponerle su nombre a una plaza tenga que ver con la justicia que ella merece. La propuesta es desproporcionada y no tiene más sustento que la impotencia y la irritación provocadas por el pobre y cuestionable accionar oficial.
Hasta ahora, me he topado con voces que claman justicia, pero no he tenido la suerte de encontrar textos coherentes que investiguen y planten pistas, señalen posibles culpables, vínculos entre la víctima y sus victimarios, los motivos que estos tuvieron para asesinarla… Me he topado con gritos, incluso con insultos y descalificaciones por no estar de acuerdo en que a la Plaza Lerdo se le cambie el nombre, pero he encontrado poca investigación periodística sobre el caso y ni un solo argumento que intente validar la propuesta. ¿Dónde están las crónicas, los editoriales que profundizan seriamente sobre el caso? No creo que cometiendo una injustica (un acto que linda con la barbarie típica del populismo) se logre justicia para Regina. Si cada grupo indignado de Veracruz pidiera una plaza para su causa tendríamos la plaza de los periodistas, la plaza de las desaparecidas, la plaza de los jóvenes de Tierra Blanca, La plaza de Daphne…
Una plaza, a final de cuentas es muy poco, nada, comparado con lo que nos hace falta para acallar los reclamos.
¿Por qué no mejor organizar un premio de periodismo que lleve su nombre? La primera convocatoria podría tener por tema el caso de la misma Regina. Un premio, serio, de investigación periodística, avalado por periodistas reconocidos, entregado por periodistas, escritores, ajeno del todo a partidos e instituciones. Un premio que prolongue su nombre, honre su trabajo y, desde el propio periodismo, arroje la información que las autoridades se esfuerzan tanto en ocultar. Un premio que le haga justicia, justicia periodística en espera de que tenga la que realmente merece y merecemos como sociedad.