La miseria de los sindicatos

  • Rafael Antúnez

¿Qué hacen los sindicatos con el dinero que reciben del erario público? Es una pregunta que parece sencilla, incluso boba. ¿Qué hacen con el dinero? Bueno, la respuesta no lo es tanto. En primer lugar, porque ningún sindicato tiene entre sus prácticas transparentar su información financiera. Sería más fácil quitarle amas a un árabe que obtener información de cómo y en qué gastan los millones que reciben los sindicatos.

Por ejemplo, de 2007 a 2015, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) recibió del erario más de 671.8 millones de pesos por conceptos de apoyo económico al Comité Ejecutivo. Sin duda han de ser muy buenas fiestas las que organizan los petroleros pues esa cifra la gastaron, dicen, en los festejos del aniversario para la expropiación petrolera y gastos para la revisión del Contrato Colectivo de Trabajo. Pero si esa cantidad le parece escandalosa, para como se las gastan ahí es modesta; entre 2000 y 2012, recibieron más de 2000 millones de pesos. El concepto en el cual gastaron la cifra es por demás ilustrativo: “distintas actividades sindicales”. ¿Qué deberíamos entender por actividades sindicales? ¿Mejoras en los planes de salud de sus agremiados, mejores planes de retiro, becas para los hijos de los trabajadores, capacitación…? No, las que la razón dictaría como las “actividades sindicales”, no forman parte de sus principales preocupaciones, sí, por el contrario, el lavado de dinero, el tráfico y venta de plazas, la persecución de los disidentes, la adquisición de bienes inmuebles que no forman parte del inventario del sindicato y la formación de grupos de choque… entre otras menos refinadas “actividades sindicales”.

El cinismo de su respuesta es hijo de la impunidad en que se mueven. Por supuesto, esto no es privativo de los petroleros, lo mismo ocurre con los sindicatos de maestros, de mineros, los trabajadores de la salud, etc.

Gabriela Bensusán, una académica especialista en el tema, afirma que “desde hace muchos años, los sindicatos lo único que hacen es defender los intereses de sus dirigentes y no el de los trabajadores”. Esta práctica permite a todos sus líderes amasar obscenas fortunas a costa de sus agremiados. Líder sindical en nuestro país es sinónimo de corrupto. Un breve repaso por algunas de las figuras del sindicalismo mexicano, que no debe confundirse con la historia de la charrería, le revuelve el estómago a cualquiera: Francisco Hernández Juárez, Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps, Napoleón Gómez Urrutia, Joaquín Gamboa Pascoe, Martín Esparza, Víctor Flores Morales… Todos con graves acusaciones de corrupción, todos poseedores de enormes fortunas, todos con más merecimientos para estar en prisión que para estar al frente de su gremio. Reyezuelos, capos entregados defensores a ultranza del charrismo, y, mientras no cometan el error de volverse una piedra en el zapato para el gobierno (tal como la maestra Gordillo lo hizo) gonzando de una pueden darse la gran vida, comprar caballos pura sangre como Martín Esparza, poseer una flotilla de Mercedes Benz (como Gamboa Pascoe), vivir en lujosísimos condominios (como Napoleón Gómez Urrutia) o regalar aretes Cartier de diamantes (como lo hizo Flores Morales)… pueden hacer lo que quieran pues cuentan con las cuotas de sus agremiados, de los jubilados y, por si fuera poco, con la generosa ayuda del erario público que año con año les entrega cuantiosas sumas para sus “distintas actividades sindicales”.