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Veracruzanas rompen barreras en el Ejército y hacen servicio voluntario
¿Dónde me vine a meter?, pensó Jacqueline Pérez Pablo, xalapeña de 20 años, al ver a más de 400 varones que, junto como ella, acudieron al 63 Batallón de Infantería de la 26 Zona Militar en El Lencero, Emiliano Zapata, para cumplir con su servicio militar.
Reconoce haberse sentido intimidada, pero al ingresar al campo militar repuso su ánimo y rápidamente notó la presencia de otras cinco compañeras, quienes al igual que ellas acudieron de forma voluntaria.
Ahora, la joven universitaria considera que ellas están desbloqueando otra brecha de la desigualdad entre hombres y mujeres para aquellas que están interesadas en la profesión castrense y de seguridad pública.
La joven, cuyo padre y otros familiares pertenecieron al Ejército Mexicano, se dice entusiasta de la disciplina que imprime la Secretaría de la Defensa Nacional, algo que en su opinión es necesario inculcar entre los y las jóvenes.
“Es algo que me llena mucho de orgullo y me llama muchísimo la atención, entonces es otra parte que me va a complementar, no solo de manera personal, sino para servir más adelante a la ciudad”, detalla en entrevista.
Personal del Ejército reconoce la intención de las mujeres por hacer el Servicio. Pero tal reconocimiento apenas fue formalizado hace tres años que se determinó proporcionar cartillas también a ellas, a diferencias de la constancia que anteriormente se les proporcionaban.
Tras dos años de suspensiones por la pandemia, la joven planea ser de las primeras xalapeñas en conseguirla.
PSICOLOGÍA Y SEGURIDAD
Jacqueline estudia actualmente la Licenciatura en Psicología en la Universidad del Golfo de México y se ha ido encaminando hacia la parte organizacional, rama que pretende fusionar con los conocimientos previos y por adquirir dentro del Ejército Mexicano.
Y aunque esto podría parecer algo complejo o difícil de lograr, Jacqueline deja claro que la disciplina es la clave en su intención.
“La disciplina que tengo -de parte sus familiares del Ejército- se complementa con la formación profesional en la escuela por la parte de la constancia y la disciplina y se refuerza aquí”, explica.
La estudiante cuenta que su primera figura de autoridad y que le ayudó a descubrir su camino, fue su propio padre, oficial retirado de las Fuerzas Armadas.
“En algunas ocasiones me tocaba verlo uniformado y era como ‘wow’, cuando sea grande quiero ser eso o buscar la manera’”, relata.
Reconoce que no todos en su familia comparten su vocación, pues su hermana no tiene la mínima intención de dedicarse a algo que tenga que ver con las instituciones de este tipo.
Jacqueline recuerda los nervios que tenía cuando llegó el primer sábado a las instalaciones militares y admite que se asustó, pero “iba decidida”.
“El primer sábado venía pensando ‘dónde me vine a meter’ pero cuando vi a mis demás compañeras me dio mucho gusto y les dije ‘entre nosotras tenemos que llevarnos de la mejor manera porque somos las únicas entre tantos hombres’”.
Ahora no solo divide su tiempo entre sus estudios y la preparación militar, sino que también realiza sus residencias profesionales en el Centro de Estudios e Investigación en Seguridad (CEIS), popularmente conocido como la Academia de Policías de El Lencero, lo que complementa su formación.
Ahí trabaja en el área de desarrollo humano en el servicio penitenciario, donde tratan prevención del suicidio, trastornos mentales y gestión del trabajo en equipo.
Si bien reconoce que ha sido un proceso cansado, no está arrepentida de haber asumido el reto que enfrenta.
“Saber que va a llegar el sábado y no vas a ser como otras personas que se levantan un poco más tarde, aquí es levantarse más temprano, pero creo que si estoy aquí es porque vine de manera voluntaria y que las cosas que aprendo aquí también las voy a poder llevar a cabo afuera”, enfatiza.
Aunque estos primeros sábados que ha acudido a su formación se les ha enseñado principalmente las reglas básicas de comportamiento, espera ansiosa aquellas actividades donde pongan más a prueba sus conocimientos.
EJÉRCITO SE ACTUALIZA
Durante dos años, el Servicio Militar Nacional estuvo suspendido por la pandemia del covid-19.
El subteniente Daniel Ávila Casasola explica que son más de 400 jóvenes los que asisten cada sábado a su servicio, cifra previa a lo que llaman “la depuración”.
Este proceso consiste en identificar a las personas que tienen algún tipo de impedimento físico o médico para la realización de las actividades o que, por razones de estudio, no puedan asistir durante todo el año a los actos.
Recordó que el proceso de realización del SMN dura un año completo: entre las actividades se encuentran la ceremonia de Honores a la Bandera, desayuno, clases de educación física, legislación militar, entre otras materias.
“De una hora o dos horas consta cada sesión aproximadamente, nosotros les denominamos tareas. Les enseñan a marchar, el derecho militar, derechos humanos, derecho internacional humanitario y materias acordes”, acota.
El militar enfatiza que dos veces al año hay evaluaciones a los alumnos y también a quienes les enseñan, pues igualmente se corrobora que la distribución de los tiempos entre tareas sea la ya establecida.
Además, los jóvenes deben participar activamente en actos cívico-militares, como el 15 de septiembre o el 20 de noviembre; igualmente deben realizar actividades de recolección de víveres para el banco de alimentos en beneficio de los más vulnerables.
Debido a las nuevas reglas que rigen al Ejército Mexicano, señaló que actividades como pintura o chapeo, ya no son realizadas.
JORNADAS ARDUAS
El soldado de intendencia, José Martín López Zapata, encargado de la cocina, comenta que cada sábado prepara los alimentos para los jóvenes, los cuales generalmente consisten en una bebida caliente, un guisado, pan o tortillas y fruta.
Todos los menús están previamente establecidos tanto para la tropa como para los jóvenes que cada sábado acuden a las instalaciones.
El soldado, que antes era de infantería, también cumplió uno de sus sueños a su llegada al Ejército: gustoso de la cocina, solicitó su cambio a esa área y tras los dos años de pausa, nuevamente prepara alimentos para los jóvenes.
“Ahorita que es el Servicio Militar proporcionamos alimentación como para 150 elementos que tenemos aquí en plaza, más los del Servicio Militar”, cuenta.
Aunque es obligatorio para los jóvenes, el SMN se ha ido abriendo paso entre los voluntarios, siendo el grupo de seis jovencitas precisamente uno de los que se ha adherido a las actividades antes ideadas solo para hombres.
“En su mayoría lo hacen por mero gusto. Porque les llama la atención o quieren vivir una experiencia. Otro de los motivos son los padres, a veces algunos de ellos realizan una actividad aquí y quieren seguir la misma línea. Otras porque desean tener la misma oportunidad que los jóvenes”, enfatiza Daniel Ávila Casasola.
Reconoció que la posibilidad de expedición de las cartillas para las mujeres se abrió hace apenas tres años, pues antes solo se les daba una constancia “con el fin de reconocer la labor que vinieron a realizar”.
Sobre este punto, la joven Jacqueline tiene claro que hay una absoluta capacidad de las mujeres para abrirse paso en este ámbito disciplinar de las fuerzas armadas, empezando desde el Servicio Militar y romper la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres.
“Es como de esos pasos que se dan a la igualdad y es recordar el papel que tiene la mujer. Que mejor que dar ese mensaje de fortaleza a las mujeres y agradecer al Ejército que dé estas oportunidades.
“Empieza desde nosotros poder tener esa disciplina; en lo particular, aunque tal vez se piense que no, esta generación tiene muchas cosas que dar, mucho que ofrecer”, opina