La cruda deshumanización

  • Manolo Victorio
El temporal lluvioso también nos exhibe como especie

El filósofo francés René Descartes acuñó una frase que es oda permanente a la inteligencia humana: cogito, ergo sum (pienso, luego existo).

Dice el buscador de Google que “esta frase es el punto de partida de la filosofía de Descartes y resume la idea de que la existencia humana está ligada al pensamiento”. 

Pensamos, luego, existimos, es la demostración cartesiana de que “dudar es una forma de pensar, y que pensar es una prueba de la existencia”.

La reflexión introductoria se origina por los estragos provocados por el temporal lluvioso provocado por la combinación de la tormenta tropical Nadine con el frente frío número 4, además de una vaguada conectada con el disturbio 95L.

Las lluvias trastocan la vida cotidiana.

Y aun nos faltan 40 días para terminar con el periodo de lluvias y huracanes, marcado oficialmente del sábado 1 de junio al sábado 30 de noviembre.

El temporal lluvioso también nos exhibe como especie, deshumanizada, esclavizada por la realidad virtual que nos aparta de los demás, que nos encierra en una burbuja artificial que nos hace rehenes de los likes, haciéndonos olvidar todo principio elemental de solidaridad.

Este fin de semana la noticia más viral fue el video subido a las redes sociales por un grupo de habitantes de La Victoria, en el municipio de Catemaco, justo en el momento que un joven pescador llamado Rodrigo Rodríguez, de unos 30 años de edad, intentaba con todas sus fuerzas aferrarse a la orilla de un pequeño puente, antes de sucumbir arrastrado por la corriente del río.

Con teléfono en mano, alrededor de la víctima, los vecinos transmitieron en live las dos tragedias, la del joven que está desaparecido y el propio egoísmo del colectivo que fue omiso en el auxilio, so pena de no lanzar el momento en las redes sociales. Que lamentable que pese más la popularidad en las redes sociales que la vida del prójimo.

En la grabación, testigo de esta deshumanización, se alcanzan a escuchar los gritos de algunas mujeres: “¡no manches!”, “¡no, ya se lo llevó!”, “¡el arroyo se lo llevó!”, fueron las expresiones de morbo e impotencia al no arriesgar la vida por un salvamento. 

Y en esta modernidad líquida, donde los likes son más importantes que la vida misma, nos obliga a la reflexión social.

Que hicimos los padres con nuestros hijos que viven en una realidad creada por un ordenador, que se niegan a trabajar en horarios de ocho horas laborales y rechazan la autoridad de un jefe y creen ser influencers, youtubers y/o creadores de contenido les garantizará una monetización a pasto sin que tengan que salir de su habitación.

En el 2021, hace tres años, la serie Black Mirror hizo un vaticinio escalofriante que es ya parte de la realidad actual.
"Nosedive", algo así como caer en picada en el número de likes, vistas en vivo o manitas arriba, narra el episodio de una joven mujer que anhela ser aceptada por la sociedad a través de los likes y vistas en las redes sociales, aun a costa de su dignidad como persona.

Lacie, la joven aislada de la modernidad liquida, se obsesiona con el estatus en las redes sociales. 
La trama muestra el efecto nocivo, erosionador de la dignidad humana que puede acarrear el uso excesivo de las redes sociales en la humanidad de una persona. 

El episodio es una crítica a la cultura del "me gusta", dicen los analistas.

Se desarrolla en un mundo color de rosa, donde los dispositivos celulares se han convertido en una prolongación del cuerpo humano, en una prolongación de una personalidad que se oculta en la pantalla de un teléfono, reflejado en las imágenes que vemos con dolosa cotidianidad cuando las jovencitas que caminan solas por las calles en noches oscuras, se refugian en la pantalla del celular, como si el aparato fuese un escudo que las librará del acosador o el atacante sexual.

 … de otro costal

El hombre se reinventa a sí mismo todos los días.

En uno de los tres encuentros que sostuvieron Muhammad Ali y Joe Frazier, donde intercambiaron más de 450 puñetazos demoledores, cuentan los clásicos que, a media pelea, el grandísimo Ali le dice al entrenador que tire la toalla, que ya no puede más.

Ángelo Dundee, su entrenador le dice que salga un round más a pelear, a contener la furia de Frazer, con la técnica de picar y retroceder, patentada por el propio Ali.

Termina el round, Ali no puede más, pide que su entrenador arroje la toalla, Dundee le dice que cuando suena la campana, se pare en el medio del ring y que ahí tirará la toalla desde la esquina. Tambaleante, Ali llega al centro del encordado, su rival, Joe Frazer, se queda en el banquillo. Venció la determinación.

Esta historia la comentó en una charla en una mesa del café Esaú Valencia Heredia, reportero de muchas jornadas, quien se hará cargo de la Comunicación Social en la LXII Legislatura.

Esaú es arquetipo del reportero de grabadora de casette y libreta de apuntes, empezó desde abajo en el oficio, hizo talacha, continúa haciéndola en cada municipio de Veracruz.

Alguna vez le preguntaba cómo le hacía para estar en Pánuco, Tuxpan o Las Choapas, en una itinerancia reporteril que nutria su portal Cambio Digital.

“Me tomo una foto en cada cartel de bienvenida a la ciudad o pueblo donde vaya, las archivo y cuando me toca viaje, las publico en cascada”, reveló off de record como dicen los románticos en este quehacer a veces ingrato, muchas veces vivificante.

Lo conocí en una caseta de Telmex, con una torrecilla de monedas, listas para tener viva la llamada, dictando las notas al “hilo” informativo de la desaparecida agencia oficial Notimex, donde un editor, en los albores de la tecnología actual, le escribía, del otro lado de la línea, alimentando en directo el Télex, hasta las comas dictadas en oraciones de cuatro párrafos.

Nunca dejó de reportear, aun en los días oscuros que le permitieron exorcizar sus propios demonios, siempre con una pluma en el bolsillo de la camisa recién planchada, con los botines naolinqueños que usaba en sus años mozos y el cabello alisado con Wildroot.

Sin embargo, como dice la canción, de esos tragos amargos, ya no bebe su corazón.
Hará un buen trabajo, sin duda, el periodista Esaú Valencia; si no es así, le recordaremos sus anécdotas cuando marcaba de incognito al noticiero de La Costeñita, en el Puerto de Veracruz o sus andanzas en La Noche Buena, sucursal de la sala de redacción de los reporteros de antaño.

Enhorabuena.

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