Para estudiar, fuera los acordeones
- Luisa Martínez Baxin
Recuerdo perfectamente a mis maestros de la secundaria, sus métodos, sus estrategias y sus formas de compartir sus enseñanzas. Soy la generación de los 90s, aún tuve una educación estricta y tradicionalista, no olvidaré las caras, gestos y preocupaciones de mis compañeros cuando no sabían contestar una pregunta que hacia el maestro de historia o de formación cívica y ética.
Cuando llegaba el maestro de historia inmediatamente formulaba una pregunta para ser contestada por orden de lista, sin embargo casi nadie lo hacía, no teníamos idea de qué es lo que quería escuchar, por lo tanto como castigo todo el salón permanecía de pie hasta terminar la clase. Más terror nos daba el maestro de geografía cuando no memorizábamos las capitales de un país, la obligación de cada uno era aprenderse la ubicación geográfica de los estados y ciudades así como saber el nombre de sus capitales.
El miedo seguía invadiendonos en el momento de la clase de química, tenías tan solo 15 minutos para memorizar 10 elementos y conocer su símbolo puesto que el objetivo era aprenderse toda la tabla periódica.
No olvidaré los gritos y regaños durante la clase de español, y el momento de enojo cuando nos lanzaban el borrador. Esa educación recibida de alguna manera marca tu trayectoria académica pero, a su vez, muestras interés y te preocupas por tus estudios, ya que ni en la escuela ni en casa ni mucho menos en tu vida cotidiana, cuentas con celular, ni con internet gratuito, por lo tanto los papás te inculcan a dedicarte exclusivamente a los estudios y sacar buenas notas.
El periodo de exámenes era el más estresante, aprenderse de memoria los temas, los personajes históricos, las fechas, los elementos químicos, las capitales, una cantidad de contenido que daba dolor de cabeza. Para ello el estudiante nacido en la década de los 90s recurre a sus estrategias para obtener buenas calificaciones, no faltaron compañeros de la secundaria y preparatoria que elaboraran los típicos “acordeones”, doblados en pequeños papeles para evitar ser descubiertos por el profesor, el uso de la goma, o el lapicero, o las señas realizadas cuando no sabían la respuesta.
Recuerdo mucho un comentario de una compañera de clase: Creo estudié mucho, realicé dos acordeones. La preocupación siempre fue diferente, hubo quienes sí estudiaban, otros se confiaban del uso del acordeón, otros que contestaban al azar y por último quienes solo contestaban para no dejar en blanco el examen.
Los maestros, mis compañeros de clase, las famosas sillas de paleta, los libros forrados, el pizarrón, el borrador, los gises, conformaron mi trayectoria escolar. Muy poco nos proyectaron películas o documentales debido a que no estaba tan arraigado el uso de la tecnología.
El maestro adaptaba su situación didáctica con los pocos elementos que tenía, es por ello que en ocasiones las clase era aburrida y tediosa. Sin embargo recuerdo el respeto que teníamos hacia ellos, quizás por la postura que realizaban y el enojo mostrado cuando explicaban una clase.
Hoy, 2017, son pocos los jóvenes que quieren estudiar, pocos los que quieren leer, discutir, comentar, opinar. Son contados quienes muestran interés, preocupación. ¿A quién culpar? A los padres, a las redes sociales, a la tecnología, al tiempo, al espacio.
Es de tomarse en cuenta que es otro contexto histórico, y como docente coincido en que son otra generación, es otro momento, por lo tanto la educación no puede ser la misma. Ahora el maestro cuenta con más herramientas para compartir sus conocimientos puesto que nos enfrentamos a una gama de información. Son mis alumnos quienes están la mayor parte del tiempo en el teléfono, en facebook y whatsapp y quienes se enteran rápidamente de algún tema ya sea de un aspecto social o cultural.
De tal manera que nos corresponde buscar formas y métodos para los estudiantes, ya que la mayoría de ellos cuenta con un teléfono móvil o una computadora, interesarlos es el objetivo. Debido a que actualmente ya no estudian para un examen, contestan sin importarles el resultado porque saben que la reforma educativa les da la oportunidad de pasar con 6, es una generación que se conforma, en dos años como docente no he encontrado ningún acordeón, no he visto ni escuchado en mis alumnos; ¡Pásame la respuesta de la uno, de la cinco!
Saben que el examen no es tan valioso para acreditar una materia, porque cuenta su desempeño durante un bimestre, y porque la reforma educativa tiene como finalidad pasar al alumno. A pesar de ello, coincido con la intención de la reforma de dar espacio al constructivismo y al humanismo, en el trato hacia los estudiantes, en la búsqueda de elementos que sean útiles para su formación académica, en métodos para interesarlos en la enseñanza de la historia, debido a que no hay interés de ellos por conocer el pasado, ya no quieren saber de su país porque comentan que está lleno de tristeza y de injusticia.
Estoy de acuerdo en el uso de la tecnología para las clases, de invertir el tiempo para involucrarlos, pero también son los padres quienes tienen la gran labor de apoyar el trabajo del docente puesto que aún falta mucho por avanzar en el campo educativo.
Son las experiencias como docente y el conocimiento que tengo de mis alumnos quienes diariamente crean historias distintas. Es por eso que ese diario vivir dentro del aula me permite ver los jóvenes que se van formando, tanto su creatividad, su entusiasmo, sus actitudes, como también el desánimo e incluso el desinterés de no querer estudiar ni para el examen, lo que implica que esta generación haya dejado atrás los acordeones.
No aplaudo esta técnica como cuestión didáctica para el alumno ni mucho menos para sacar buenas calificaciones, sino más bien es la actitud de los estudiantes, el interés que observo en ellos no es el mismo, simplemente es otra generación que se conforma y no quiere estudiar, no quieren leer, es por eso que compete a todos repensar la educación del siglo XXI.