Hasta siempre, Pilar; abrazo, muchachos; solidaridad, familias…

  • José Luis Ortega Vidal
Se llamó Pilar Molina Antonio, tenía 42 años.

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A las 19:00 horas del miércoles 21 de diciembre recibimos la noticia: había sufrido una caída y presentaba traumatismo craneoencefálico.

Las trasladaban de su natal Acayucan hacia el Hospital Regional de Coatzacoalcos.

A las 01:30 horas del jueves 22 –apenas concluida la jornada de trabajo- acudí al nosocomio y me encontré con su esposo que me aclaró: sí hubo una caída pero desde su propia altura y no hay traumatismo craneoencefálico, sino un aneurisma que devino rompimiento de venas en el cerebro y la mantenía al borde de la muerte.

La neurocirujana que acudió a su atención urgente diagnosticó un caso sin solución: de sobrevivir –lo más improbable- los daños serían irreversibles y profundamente graves, al grado de no despertar más.

“Quizá no pase de esta noche” advirtió la especialista.

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Se llamó Pilar Molina Antonio, tenía 42 años, dos hijos –un adolescente y un puberto- y fuimos compañeros de trabajo en El Diario del Sur donde trabajó como editora.

Para mí un editor, lo mismo que un diseñador o un camarógrafo, son periodistas.

Sin ellos no sería posible que el quehacer reporteril se diera a conocer oportuna y profesionalmente cada día.

Pilar fue eso aunque los últimos años se retiró a casa para cuidar de sus hijos.

Su esposo –Carlos González Alonso, otro colega en el Diario del Sur y hoy compañero en Notisur de Coatzacoalcos- es corresponsal de noticias policiacas pero cubre también eventos deportivos y políticos para otros medios y sus propias redes sociales.

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Cuando hablaba con Carlos fuera del hospital saludé a su hijo menor; un niño envuelto en la tristeza más profunda pero con ojos de esperanza.

¡Sobrevivió! Fue la noticia.

Se encuentra estable en todos los sentidos a excepción del salvaje e irreversible daño cerebral.

Fue una de esas noticias que te colapsan, te dejan petrificado…

Ya no supe de ellos salvo vía telefónica y a través de amigos comunes, hasta pasada la pascua de nacimiento.

Pilar y sus familias: los Molina Antonio y los González Molina pasaron la nochebuena y la navidad en espera de la decisión final de Dios.

Ésta llegó en el transcurso del martes 27.

El corazón de Pilar se detuvo y las gestiones de Notisur, la CEAPP y alguien más apenas alcanzaron para que el cuerpo de su esposa les fuera entregado con la cobertura de gastos muy elementales.

El día 28 Pilar Molina Antonio, vecina del barrio Tamarindo en Acayucan al sur veracruzano, fue sepultada y sus hijos han quedado en manos de un padre que es de oficio ingeniero, ha sido maestro de matemáticas pero optó por convertirse en periodista por esos azares que sólo se explican por la vocación y el amor al oficio que se decide abrazar para el resto de la vida.

Cada quien es libre de dedicarse a lo que desea y en ocasiones esa libertad se trunca por lo que muchos terminan haciendo algo distinto a lo que hubiesen elegido.

No es el caso de Carlos, el colega hoy viudo.

Lo suyo es curioso: estudió ingeniería pero más adelante descubrió que su vocación era ser periodista y a eso ha dedicado su juventud y parte de su edad adulta.

No lo imagino abandonando el periodismo; este oficio mal pagado, lleno de riesgos, ingrato, contradictorio en su vida interna y su contacto social externo.

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Angélica Martínez, compañera de trabajo de Carlos, abrió una cuenta a su nombre en el sistema Saldazo que manejan Banamex y Oxxo.

Es la número 4766840712909196.

Ahí se pueden depositar desde un peso hasta la cantidad con que se desee y se pueda apoyar al periodista que ha visto morir a su compañera y madre de sus hijos.

Si la CEAPP puede hacer algo más que una llamada para disminuir los gastos hospitalarios, empezaría a convertirse en un organismo útil.

Becas y atención en materia de salud para sus hijos; recursos económicos para la solución de sus gastos inmediatos; la asesoría que Carlos pueda requerir…

Los periodistas estamos desprotegidos por las instituciones y por las empresas pero lo estamos también por nosotros mismos.

No es estrictamente necesario que maten a alguien del gremio y colgarse de la bandera que represente su nombre para hacernos famosos y –en algunos casos- sacar raja del ausente- para demostrar que en serio nos preocupamos por los demás.

He aquí una oportunidad.