¿Una ciudad sin ciudadanas?
- Mujeres Que Saben Latín
Estela Casados González /
En el siglo XV, Christine De Pizán, filósofa y poeta francesa de origen italiano, escribió un libro muy interesante llamado La ciudad de las damas. En él argumentaba que las mujeres tenían valía como seres humanos, merecían recibir educación, desempeñarse en algún oficio para ganarse la vida, que tenían derecho a transitar las calles con libertad, sin ser molestadas o agredidas por nadie.
La ciudad de las damas fue un texto publicado al final de la época medieval, en 1405, para ser precisa, y en aquel entonces las argumentaciones de Christine no fueron tomadas de muy buen agrado. Las mujeres de aquella época no tenían ninguna clase de derechos, y si bien es cierto que esa era la situación generalizada de la población que no pertenecía a las élites, hay que resaltar que por añadidura a las mujeres se les imponían fuertes restricciones a su movilidad. Es decir, muchos espacios les estaban vedados, no podían participar de las decisiones importantes que influían en el destino de sus pueblos y la violencia hacia ellas era un asunto normal y cotidiano.
En la segunda década del siglo XXI pareciera que ya no compartimos la misma suerte que nuestras ancestras. Si hoy en día aspiramos a ser ciudadanas más que a ser damas, lo cierto es que existen leyes que nos protegen, tenemos derecho a trabajar y ganar un salario digno. Al menos en el papel y en el discurso las cosas son así para nosotras.
¿Hasta dónde esto es cierto? ¿La ciudadanas del siglo XXI podemos transitar y apropiarnos libremente de nuestra ciudad, tal como lo pedía Christine De Pizán hace más de seis siglos?
Las mujeres que vivimos en esta ciudad no nos sentimos seguras en ella. Desde hace tiempo, Xalapa dejó de ser la Ciudad de las flores y se transformó en un lugar donde agreden y asesinan a ancianas en sus hogares, hay “levantones” de mujeres con la finalidad de integrarlas a redes de trabajo sexual forzado o simplemente se le asesina por celos, por enojo, para culminar una agresión sexual: por el simple hecho de ser mujeres. Nos vemos obligadas a replantear el uso que hacemos de las calles y del espacio público debido a la violencia de la que somos objeto.
No importa la edad. Anciana o joven, corremos riesgos en nuestros hogares, en la calle, en nuestros empleos, en los espacios para el deporte y la recreación.
La violencia hacia las mujeres siempre ha estado presente, pero en los últimos años se ha intensificado.
Xalapa es un ejemplo sobresaliente de falta de planeación urbana y, en consecuencia, es una ciudad que no está planeada para que las mujeres la habitemos de manera segura. Si a ello sumamos la situación de inseguridad que padecemos cotidianamente, la ausencia de medidas preventivas y de atención, el día a día de las ciudadanas se torna cada vez más peligroso.
Esta ciudad se ha transformado para empeorar. Me pregunto si algún día se transformará para mejorar. Nos estamos acostumbrando a vivir con miedo, a esperar pacientemente a que nos toque el turno de padecer a la delincuencia. El miedo parece un refugio seguro (permítaseme lo ilógico de la expresión).
No hay ciudad de las damas ni para las ciudadanas, como tampoco lo había en la época de Christine de Pizán. Seis siglos después seguimos atoradas en una cultura medieval aderezada por elementos modernos que lo único que hacen es replantear la manera en que las mujeres padecemos la violencia y que legitima el desinterés que en los hechos demuestran quienes, desde sus puestos de decisión, tienen la obligación de procurar el bienestar de las mujeres y hombres que habitamos esta ciudad, este estado, este país.
Pero las cosas no se transforman sino seguimos empujando. Nadie lo hará por nosotras. Imaginemos una ciudad y una vida sin violencia. Actuemos y exijamos para que sea una realidad. Para que no pasen otros 600 años y las ciudades se encuentren desoladas: sin damas, sin ciudadanas.