El Partido de la Revolución Democrática “celebró” su 25 aniversario en medio de la más grande crisis de credibilidad de su historia.
Lo que surgió como el medio para unir a todas las corrientes de la izquierda mexicana que por décadas marcharon cada una por su lado, debido a su manía de fracturarse por diferencias sectarias, hoy es una triste y patética caricatura de lo que intentó ser.
El PRD está secuestrado por una de esas mismas tribus que le dieron origen y que encontraron en la política partidista una mina de oro, una cómoda forma de vida con cargo al erario público, que simulan un aparente progresismo y defensa de causas sociales, pero que cada vez con mayor cinismo muestran que no son mejores ni diferentes que el resto de la clase política de este país.
La corriente de los “Chuchos”, que domina la estructura burocrática del PRD desde hace varios años, pervirtió sus valores y raíces en la izquierda real en pos de un pragmatismo que sin duda les ha redituado bastante, política y económicamente, pero que los homologó con las prácticas del PRI más anacrónico, llevándolos incluso a aceptar en sus filas a personajes que representan lo peor del sistema y que incluso combatieron al sol azteca en sus orígenes.
Ese partido que inició su andar tras las elecciones de 1988, parteaguas de la historia política de México, no tiene mucho que ver con el que ahora aprueba reformas legislativas lesivas para la gran mayoría de la población, como la hacendaria, y que aparenta ser oposición mientras pacta con el gobierno a cambio de prebendas, posiciones y privilegios, tanto a nivel federal como a nivel local.
En Veracruz tenemos un ejemplo claro de lo anterior. La actual dirigencia que encabeza Sergio Rodríguez fue impuesta con la ayuda de todo el aparato político del Estado, incluyendo a los tribunales, con tal de impedir una alianza electoral entre el PRD y el PAN que el año pasado hubiera podido ganar los comicios locales al PRI.
Una vez descabezada la dirigencia pro-aliancista, los usurpadores se repartieron el botín –migajas que les dio el gobierno– y postularon candidatos a modo que se quedaron con el recurso de las campañas –caso de Xalapa con Marcos Salas– y ex panistas que se prestaron a hacerla de esquiroles para restarle votación a Acción Nacional, como hizo Julio Saldaña en Veracruz puerto.
El PRD llega su primer cuarto de siglo fracturado, amenazado con sufrir una desbandada una vez que Morena, el partido de su dos veces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, obtenga su registro como partido político nacional. Y lo peor, con el estigma de haberse convertido en un palero más del PRI, bajo la justificación de la negociación para alcanzar acuerdos en un supuesto beneficio del país.
Completamente desprovisto de los grandes liderazgos como antaño tuvo, el PRD ya no representa los ideales y convicciones de la izquierda de la que surgió hace 25 años, ni tampoco la alternativa democrática al priismo rapaz o al panismo elitista y conservador. Es una franquicia más que transa de acuerdo con los intereses del grupo que lo controla.
Y el no contar con esa opción es una verdadera desgracia para México.
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Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Inició su carrera en el periodismo como reportero gráfico en el Diario “Cambio”, en 1995, en la ciudad de Puebla, siendo aún estudiante.
Fue Subdirector fundador de Diario “AZ Veracruz” y Subdirector de Información en Diario “AZ Xalapa”.
Entre 2005 y 2006 participa en el proyecto periodístico colectivo “Horas Extra”, el primer periódico gratuito que se publicó en el estado de Veracruz, y del cual fue uno de los fundadores e integrante del Consejo de Redacción.
De 2006 a 2014 fue Director Editorial de Grupo Líder, que edita la revista Líder en los estados de Veracruz y Puebla.
Actualmente es colaborador de la revista etcétera, del noticiario radiofónico “Infórmese” de EXA FM en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, y autor de la columna “Rúbrica”, que se publica en diferentes medios de comunicación, impresos y digitales.