Como expusimos ayer en este espacio, en breve serán anunciados una serie de movimientos en el gabinete del gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa. Dichos cambios están más que cantados y han sido profusamente difundidos por los columnistas de la prensa veracruzana, pero no está de más hacer hincapié en éstos y en sus implicaciones.

A la Procuraduría de Justicia del Estado llegará Luis Ángel Bravo Contreras, quien para tal efecto ya presentó su renuncia como presidente del Instituto Veracruzano de Acceso a la Información. Y precisamente ése es el punto.

Aunque al parecer Luis Ángel Bravo Contreras cumple con todos los requisitos de la ley para asumir la titularidad de la Fiscalía del Estado, resulta poco congruente políticamente que quien hasta hace dos días estaba encargado del organismo autónomo garante de la transparencia en el uso de los recursos públicos del gobierno estatal, sin más se incorpore a éste y, en particular, al área encargada de perseguir delitos.

No es el único cambio que suena bizarro. De no ocurrir algo extraordinario, Alberto Silva Ramos, hasta este momento secretario de Desarrollo Social estatal, será el nuevo coordinador de Comunicación Social del gobierno duartista.

¿Qué sabe Alberto Silva de difusión y medios? Nada. Y aun cuando la experiencia reciente nos dice que tener una vida dentro de la comunicación tampoco es garantía de buenos resultados ni de sensibilidad ni solidaridad gremial, lo cierto es que para este cargo sí hace falta tener relación con las empresas mediáticas y saber quiénes son los periodistas. No basta con firmar convenios.

No es lo único que llama la atención de este inminente nombramiento. Silva Ramos tendrá la muy difícil tarea de recomponer la pésima imagen del Gobierno de Veracruz, dentro y fuera de la entidad, lo que por fuerza lo distraerá de sus propias aspiraciones a ser el sucesor de Javier Duarte en la gubernatura. Esto es prácticamente salirse de la jugada. Y lo debe saber el tuxpeño.

En lugar de Silva, a la Sedesol local llegará Jorge Carvallo Delfín, quien se venía desempeñando como secretario particular del gobernador Duarte. En él, el nombramiento opera de manera inversa al de Silva Ramos, pues se encargará de la operación de los programas sociales para zonas marginadas y por supuesto, de aplicar sus recursos, lo que lo colocará en posición para pelear la candidatura a la gubernatura en 2016.

Quizás por eso es que de inmediato le empezaron a salir esqueletos en el closet a Carvallo, a quien le dieron un “tallón” en el periódico Reforma al señalarle un presunto manejo discrecional en la asignación de la obra pública e inversiones en Veracruz, lo que según lo publicado estaría siendo investigado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

El destino de Gina Domínguez Colío será la secretaría técnica del Gobernador, cargo con el que Javier Duarte la mantendrá a su lado pero que de ninguna manera le conferirá el mismo poder que acumuló como coordinadora de Comunicación Social.

Los demás movimientos son en cargos menores. Pero como es notorio, se trata de meros enroques que no muestran intenciones de enderezar el barco, de promover una nueva dirección en la política del estado. Es mero gatopardismo: cambiar todo, para que todo siga igual. Hasta Lampedusa palidecería con esta demostración.

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