Todavía no están dadas las condiciones para que aparezca y se generalice en Veracruz un movimiento similar al de las Autodefensas michoacanas. Pero los hechos de extorsión, amenazas, hostigamiento, secuestros, asesinatos y violencia que se están viviendo, nos aproximan irremediablemente a tener que echar mano de ese recurso para protección de las comunidades y la propia supervivencia.
Los antecedentes que vivieron los pueblos michoacanos aún rebasan lo que se observa en los correspondientes veracruzanos. Allá, muchas familias sufrieron secuestros, robo de bienes, familiares asesinados, captura de mujeres que eran devueltas embarazadas, desapariciones, extorsiones; poblaciones sufrieron el desabasto de gasolinas, gas, alimentos y hasta Coca-Cola, el producto distribuido más famoso por llegar a todos los rincones del mundo.
Hemos visto además las escenas en la televisión sobre los bloqueos en las carreteras y autopistas, el incendio de vehículos, la suspensión de actividades de todo tipo, predominantemente por su importancia, las económicas; todo ello nos ha revelado un pueblo sin ley, más inconcebible porque el desorden alcanzó su auge en el sexenio pasado, cuando el país era gobernado por un michoacano, pero bueno, qué se puede esperar de alguien que no fue capaz de tener la influencia suficiente para poner a su hermana como gobernadora. Y hablo sólo de su nula operación política.
Pero en Veracruz ya vamos para allá. Todos los días se sabe en esta capital sobre un secuestro. Más preocupante es cuando resultan personas conocidas de uno. Por ejemplo, en noviembre fue levantado un conocido en plena avenida Úrsulo Galván a una cuadra del parque Juárez; en diciembre, un directivo de una importante empresa fue intoxicado y despojado de dinero y bienes; una semana después un modesto artesano de Banderilla fue sustraído, frente a numerosas personas, por sujetos que ni siquiera se preocupaban por taparse el rostro, pues tal es su impunidad.
Estoy mencionando casos aislados de personas relativamente cercanas o familiares de amigos, pero las redes sociales no descansan dando a conocer desaparecidos y hechos violentos. Esa misma violencia parece cada día aproximarse más, hasta que desgraciadamente le toque a uno o a un ser amado, y entonces sí, la disposición de las Autodefensas de Michoacán de hacerse justicia por sí mismas cobrará relevancia plena en nuestro territorio.
La declaración del presidente de la Cámara Nacional de Comercio, delegación Xalapa, Ernesto Pérez Astorga, de que más de mil 500 empresarios están sufriendo extorsión tan solo en esta capital, es un indicativo de lo que está ocurriendo de manera encubierta, que no sale a la luz pública en toda su crudeza, pero que mantiene en una grave tensión la vida productiva de la Entidad. Obvio que las cifras proporcionadas por Pérez Astorga deben ser muy conservadoras. Deben ser muchos más empresarios y gente de provecho, la mayoría ni siquiera afiliados a la Canaco, que sufren el acoso del crimen organizado.
¿Qué hicieron, cómo procedieron los empresarios y ganaderos de Michoacán? Comenzaron a financiar a las Autodefensas. Según las declaraciones de los propios dirigentes de esos grupos, son los sectores productivos los que aportan el dinero para que ellos adquieran las armas y sobrevivan en esta lucha a muerte contra los sicarios que pretenden mantener sometida a la población.
Desgraciadamente, cuando se ingresa en una espiral de violencia donde todo mundo toma un arma, los resultados son incalculables, pero siempre será preferible ser abatido defendiéndose, que estar esperando inerme a que vengan por ti.
Ayer, el portal XEU daba a conocer esta nota: “Pasado el mediodía del jueves 23 de enero, fue asaltada una cafetería ubicada en la Avenida Cristóbal Colón esquina con la calle Vasco Núñez de Balboa, en el Fraccionamiento Reforma del municipio de Veracruz donde dos hombres armados, uno con un machete y otro con un desarmador robaron las pertenencias de algunos comensales.
“Al estar asaltando a personas de una mesa, los asaltantes descuidaron a otros clientes que estaban en mesas cercanas, quienes ocuparon las sillas y la mesa donde estaban para intentar replegar a los asaltantes y que finalmente desistieran. Gracias a que los comensales se defendieron de esa forma, los dos ladrones sólo se llevaron cadenas, relojes y celulares, ya que no les permitieron llegar a otros clientes ni a la caja de cobro de la cafetería”.
Como dijeran los chicos adolescentes, “y así…”