Tras su Congreso Nacional del pasado fin de semana, quedó claro que el Partido de la Revolución Democrática seguirá siendo controlado por la tribu de los Chuchos, que se ha apoderado por completo de las estructuras burocráticas y de decisión.
Eso implica la permanencia de un proyecto político que poco (o nada) tiene que ver con el espectro ideológico de izquierda. Es más bien la eternización del pragmatismo a ultranza que –con la dispensa por la cacofonía–, “transa”, en el sentido de que pacta y negocia (y en el otro también) para obtener ventajas, canonjías y prebendas, no para procurar el bienestar social.
Ciertamente, esta manera de hacer política le ha dejado buenos dividendos a la jerarquía perredista, que se ha insertado en el centro del debate de las reformas legislativas, aunque no necesariamente para bien, ni en concordancia con los postulados que dice enarbolar.
Para muestra, su apoyo a las reformas hacendaria y financiera del presidente priista Enrique Peña Nieto, que aumentaron la carga impositiva a la clase media en lugar de buscar ampliar la base gravable, y le conceden a la banca facultades para ejercer un verdadero terrorismo contra sus usuarios, entre otras incongruencias para un partido que se dice de izquierda.
En Veracruz tenemos un claro ejemplo de la caricatura en la que se ha convertido el PRD. Su actual dirigencia, encabezada por Sergio Rodríguez, que se hizo del control del partido gracias a una asonada promovida desde el gobierno estatal para reventar la alianza electoral que ya se había pactado con el PAN para enfrentar al aparato priista, es una mera comparsa del régimen, que recompensó bien a los golpistas, con alcaldías y diputaciones. Todo esto bajo la mirada complaciente del dirigente nacional Jesús Zambrano.
Sin embargo, lo que se presenta como una alternativa de izquierda, tampoco es una opción real. Cuando el Movimiento de Regeneración Nacional logre su registro como partido político nacional, su objetivo primordial será el de encauzar la tercera candidatura presidencial de su líder carismático, Andrés Manuel López Obrador, caudillo autoritario que no acepta crítica ni escucha más razón que la suya.
No obstante que el lopezobradorismo dice defender causas populares, lo cierto es que su praxis política se reduce a seguir ciegamente lo que diga su líder, sin aceptar cualquier clase de disenso, lo que tampoco es democrático. Si a alguna corriente de izquierda se asemeja esa actitud, es al estalinismo o al maoísmo. Y ni qué decir de sus aliados PT y Movimiento Ciudadano, que no son más que negocios particulares de los dueños de esas franquicias políticas, Alberto Anaya y Dante Delgado, respectivamente.
Así las cosas, la izquierda languidece en Veracruz, en México. Y los ciudadanos que no nos sentimos representados por el priismo autoritario, ni por el panismo sectario, y mucho menos por el perredismo mercenario, estamos, simplemente, en la orfandad política.
Al final de cuentas, todos terminan siendo lo mismo.
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Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Inició su carrera en el periodismo como reportero gráfico en el Diario “Cambio”, en 1995, en la ciudad de Puebla, siendo aún estudiante.
Fue Subdirector fundador de Diario “AZ Veracruz” y Subdirector de Información en Diario “AZ Xalapa”.
Entre 2005 y 2006 participa en el proyecto periodístico colectivo “Horas Extra”, el primer periódico gratuito que se publicó en el estado de Veracruz, y del cual fue uno de los fundadores e integrante del Consejo de Redacción.
De 2006 a 2014 fue Director Editorial de Grupo Líder, que edita la revista Líder en los estados de Veracruz y Puebla.
Actualmente es colaborador de la revista etcétera, del noticiario radiofónico “Infórmese” de EXA FM en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, y autor de la columna “Rúbrica”, que se publica en diferentes medios de comunicación, impresos y digitales.