- Sociedad
Dulce colección: Óscar tiene más de 5 mil piezas Coca-Cola en Xalapa
Xalapa, Ver.- La habitación en la que Óscar Corzas Salas duerme con su esposa Xóchitl en una vivienda de interés social en la periferia de Xalapa es un mini museo. Una vieja, pero aún conservada botella Contour, resalta entre toda una colección. Del envase sobresale un logotipo con tipografía Spencerian, similar a la caligrafía manual.
La bebida que contiene el envase es un asesino silencioso en México. La herramienta Statista Consumer Insights revela que este país es el que más consume Coca-Cola en el mundo, incluso por encima de otras naciones como Estados Unidos, Japón o Dinamarca.
“Aquí en la casa es raro que la consumamos”, dice Óscar, un coleccionista de artículos de la Coca-Cola. Su pasión va más allá de las polémicas que envuelven a la compañía, acusada de elevar el índice de enfermedades crónico-degenerativas, aceleramiento de fallecimientos por el consumo excesivo de azúcar y el saqueo de agua en múltiples regiones de la república.
La atracción de Óscar por los productos de Coca-Cola fue amor a primera vista. En los años ochenta, la embotelladora se ubicó en la avenida Américas esquina con Justino Sarmiento, en un edificio que en la década de los dos mil se convirtió en sede de la Universidad Hispanoamericana y actualmente es un colegio cristiano.
Imagen: Jesús Aguirre López Créditos: Xalapa en la Historia
Imagen: Jesús Aguirre López
Créditos: Xalapa en la Historia
“Se podía ver cómo se embotellaba todo el refresco, me llamó la atención. A los tres días compré un refresco para comer y ahí fue amor a primera vista, me enamoré de la botella, me enamoré del logotipo”, narra el coleccionista.
La primera botella que Óscar coleccionó en 1987, a sus 14 años –un frasco clásico de vidrio con el logotipo de Coca-Cola en letras de color blanco y sin el característico cintillo rojo – permanece casi intacta en medio del mini museo que creó en su cuarto.
“Esta fue la primera botella con la que me disponía yo a comer, la puse en la mesa y empecé a dibujar el logotipo, ya no la destapé”, dice.
Hasta entonces, el coleccionador pensaba que el refresco se distribuía únicamente en México y Estados Unidos, donde tiene su origen la corporación multinacional The Coca-Cola Company. Un mundo de posibilidades se abrió días después, cuando un compañero le mostró una botella de Belice con el término Coke.
Óscar supo entonces que la soda se vendía en todo el mundo, en diferentes países y diversas presentaciones.
El logotipo, los colores y la variedad de los productos del refresco enamoraron a Óscar. A 37 años del comienzo de su colección, el velador de la Rectoría de la Universidad Veracruzana (UV) se interesa por adquirir botellas de diversos países, con las letras de Coca-Cola en sus respectivos idiomas. Las tiene en una sección de su pequeño museo, todas marcadas con diminutas banderitas de papel de las naciones en que fueron fabricadas.
Un mini museo en casa: 5 mil piezas y contando
La colección de Óscar Corzas Salas está valuada en cien mil pesos y se conforma por aproximadamente cinco mil piezas que se encuentras apiladas unas sobre otras en diversas secciones de su cuarto. Algunas ni siquiera alcanzas a estar en exhibición por la falta de espacio.
Tiene al menos tres mil latas de Coca-Cola, dos mil mexicanas y, el resto, de países como Rusia, Malasia, China, España, Estados Unidos, Canadá y otros ubicados en Centroamérica y América del Sur. También tiene entre 500 y mil botellas de cristal y más de dos mil juguetes y productos navideños que la multinacional lanzó al mercado en las últimas cuatro décadas.
En su recopilación, Óscar tiene artículos que se volvieron objetos de culto para los coleccionistas: un antiguo teléfono de disco de los años noventa, la primera generación de cabezones Coca-Cola de la Selección Mexicana por la edición de la Copa del Mundo de la FIFA Alemania 2006, una lata de Cola-Cola dietética de 1987, una serie de balones de futbol soccer, futbol americano y basquetbol, botellas con ediciones especiales de Star Wars, vasos del mundial de Estados Unidos 1994 y pines de las mascotas de cada una de las selecciones de futbol participantes, una palomera, carritos y camiones de juguete, un tren, un Monopoly, dos cámaras fotográficas de rollo, villas navideñas y un par de radios.
Cada uno de los objetos que conserva tiene una historia. La compañía refresquera lanzó al mercado latas con la imagen de Paul McCartney como edición especial por la gira que el exintegrante de The Beatles tuvo en México en noviembre de 1993. Orgulloso, Óscar sostiene en sus manos uno de esos envases.
“Las saca Coca-Cola de venta. El promotor, el representante de Paul McCartney no le da permiso a Coca-Cola, lo que hace Coca-Cola es retirar todas las latas. Las pocas que se quedaron son estas”, relata.
Óscar también asiste a convenciones de coleccionistas cuando el sueldo y los gastos le dejan margen. En su habitación hay un portarretrato con una fotografía de su última convención en Ciudad de México, en junio de 2018. Además, tiene varias latas diseñadas con su nombre.
Una colección formada por regalos
Óscar Corzas Salas comenzó su colección cuando aún era menor de edad. En el ocaso de los ochenta, su madre le permitió y lo alentó a comprar productos relacionados con el refresco. Cuando un joven Óscar conoció a Xóchitl, quien a la postre se convirtió en su esposa y madre de su hijo Óscar Eduardo, la serie ya era vasta.
“Ella me conoce teniendo ya la colección, incluso ella siendo novios me regalaba cosas, ahora sí dijera por ahí ‘si no puedes con el enemigo, únete’ y no le queda otra mas que unirse. Lo acepta muy bien, incluso cuando ve alguna otra cosa que no tengo – porque sabe también lo que no tengo – me va avisando o me lo compra, igual mi hijo”, externa.
En los primeros años algunos familiares lo criticaron, “coleccionas pura basura”, pero poco a poco se acostumbraron y aceptaron su pasión por la marca. Desde entonces, la mayor parte de la colección de Óscar se conformó por regalos que familia y amigos le hicieron.
“Me apoyan, viajan a otras partes del mundo y me traen desde una corcholata, una botella, una lata. Lo que se acuerdan. Me lo traen”, comenta.
Coleccionistas de Coca-Cola los hay por todo el mundo. Óscar es parte de al menos cinco grupos en los que los coleccionadores hacen comunidad a la distancia a través de las redes sociales. Unos a otros se avisan sobre el lanzamiento de nuevos productos, intercambian piezas para completar series y se envían regalos.
Intendente de día, vigilante de noche, coleccionista de tiempo completo
Óscar Corzas Salas divide sus días como intendente durante las mañanas y vigilante por las noches. Así costea los gastos de su familia y repentinamente aparta algo de dinero para continuar haciendo crecer su colección de Coca-Cola.
Su vivienda se ubica en un fraccionamiento de la periferia de Xalapa. La zona es insegura, con poco alumbrado público y poco patrullaje de policías; además, algunas viviendas tienen agua potable menos de ochos días cada mes. En el refrigerador del coleccionista está pegada una hoja con las escasas fechas en las que tienen el servicio.
En 37 años, Óscar formó su colección con poco o nada de dinero. La mayoría de las piezas que se observan en su habitación son regalos de familiares, amigos y coleccionistas de otras partes del mundo; otras las consiguió a un precio muy bajo.
“Entre amigos, entre coleccionistas nos damos buen precio cuando vamos a vender algo. La mayoría de las cosas son regaladas, llegan y me dicen ‘mira, te traje esto de Coca-Cola’. ¿Que gaste yo mucho en la colección? Sí, sí gasto, pero no así que llegue el momento en que esté viendo por redes sociales un producto y lo vendan y rápido ponga ‘lo compro’, pues no, si no tengo lo dejo pasar y cuando tenga ya lo compraré”, expresa.
Coca-Cola: saqueo y tradición en México
Tomar Coca-Cola a la hora de la comida es casi una tradición en México. El Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) reveló en abril de 2024 que Chiapas es la región del mundo donde más se consume el refresco. Cada habitante del estado bebe al menos 821.25 litros de esta bebida azucarada cada año, mientras que el consumo pér cápita en todo el país es de 160 litros.
Su consumo se sobrepone a su costo – 19 pesos por una botella de 600 mililitros – y a los estragos hídricos causados por la trasnacional en diferentes regiones de México. Coca-Cola es responsable de saquear 28.2 millones de metros cúbicos de agua al año, según datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). El saqueo abarca a Veracruz.
El todavía presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó el 17 de enero de 2024 que la Conagua revisaría si la empresa multinacional dejaba sin agua a pobladores del municipio de Coatepec, en donde Coca-Cola tiene su embotelladora actualmente.
Además, las bebidas azucaradas como la Coca-Cola son responsables de la muerte de por lo menos 40 mil personas cada año en la república mexicana. Su consumo mata más que el crimen organizado y está estrechamente relacionado con enfermedades cardiovasculares y renales, obesidad, diabetes y cáncer.
“Aquí en la casa es raro que la consumamos”, afirma Óscar pese a su pasión por los productos de la refresquera.
A pesar de los daños que causa el refresco, las botellas de “la coca” están por cada rincón de Veracruz. Los jarochos acompañan sus volovanes con una Coca, de preferencia de vidrio y “bien muerta”, fría, pues. En el sur de Veracruz se toma una Coca cuando se comen memelas. En Los Tuxtlas con unos taquitos de Tilapan. En Xalapa con tacos de guisado con chile seco. En Rinconada con unas garnachas. En el norte con un zacahuil cubierto de chiles en vinagre.
Óscar Corzas Salas dejó de tomar Coca-Cola de manera regular hace cinco años debido a cuestiones de salud. Ocasionalmente, le da tragos al refresco. Antes que disfrutar el sabor de la bebida, le emociona ver y sentir cada uno de los objetos que consigue, que le llevan su esposa, su hijo y amigos.
“Estoy acostado con mi esposa y le digo ‘ay, está padre la colección’, entre juegos”, bromea.
La colección creció tanto en las últimas cuatro décadas que apenas cabe en su cuarto, pero sabe que algún tendrá que parar. Entonces venderá cada pieza de su recopilación y disfrutará del dinero que consiga. Pretende que la colección quede en buenas manos, en poder de otros coleccionistas. Poco le importa que cuando la venda, los compradores solo le den solo la tercera parte del valor de lo que le costaron.
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