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A sus 101 años, fallece Alfonso; vivía en un baño público de Xalapa
Xalapa, Ver.- Alfonso Torres falleció este viernes 9 de agosto a los 101 años de edad en el Centro de Alta Especial (CAE) “Doctor Rafael Lucio”, en la ciudad de Xalapa, Veracruz.
El adulto mayor fue internado en el hospital el pasado martes 6 de agosto. Sus vecinos y activistas lo canalizaron para sus atenciones médicas y, de acuerdo con las personas que estuvieron al pendiente del señor, murió porque su corazón no resistió más.
Desde ese mismo martes se emitió la ficha de búsqueda para poder localizar a su familia, ya que sus vecinos de la colonia Rafael Lucio comentaron que era la segunda ocasión que el adulto mayor era abandonado.
A pesar de los intentos por tener contacto con sus familiares, nunca fueron hallados, indicaron los ciudadanos que se hicieron cargo de “Don Poncho”, el abuelito que vivía acompañado de su perro Rocky.
Sus últimos años, Alfonso Torres vivió en el abandono en un baño público de las canchas conocidas como “El Adoquín”, ubicadas en la colonia Rafael Lucio, en el norte de la capital veracruzana.
Desde hace 20 años, Alfonso buscó protección en esas canchas que, cuando era más fuerte, se encargaba de limpiar. A sus 101 años, su vida fue cada vez más complicada por su estado de salud, pues ya no escuchaba bien y levantarse de su cama era todo un suplicio.
Un grupo de vecinos le llevaban de comer tanto a Alfonso como a su perro Rocky, porque estaba casi imposibilitado para moverse ya que requería de atención médica y aseguraba tener dolor en el pecho y malestar al respirar.
Quienes lo conocieron lo ayudaron con lo más que tuvieron a su alcance, “urgentemente necesita atención médica y algún medicamento para que él pueda tener una respiración mejor y ya no sentirse agitado, ya no tan cansado”,declaraban a finales de julio cuando hubo más gente preocupada por las condiciones en las que vivía Alfonso.
Sólo le acompañaba su fiel compañero: Rocky, un perro de casi 10 años, con machas negras y blancas que permanecía echado frente a la puerta del sanitario al cuidado de su amo que descansaba en una cama improvisada.
Don Alfonso amaba tanto a Rocky que no quería separarse de él y que aceptaba irse a tratamientos médicos, siempre y cuando su perro quedara en buenas manos sin sufrir maltratos y bien alimentado.