- Migrantes
Eblin, migrante hondureño que vende dulces en el puerto para sobrevivir
Veracruz, Ver.- "Tengo que echarle ganas porque pago dos mil pesos de renta y un día que pierdo es un día que se acumula. Aunque deje de comer, primero mi renta", dice Eblin Aroldo Mejía, un migrante hondureño con una discapacidad que vive desde 14 años en el puerto de Veracruz.
Eblin Aroldo detiene por un momento su silla de ruedas bajo la sombra de los árboles del zócalo de la ciudad. Sobre dos tablas que sirven de soporte, transporta una caja de madera de color rojo en la que lleva dulces y cigarros que vende para juntar los dos mil pesos del cuarto que renta cerca del Centro Histórico de Veracruz.
"Ando buscando un apoyo, una chamba, pero no he visto a nadie que me pueda apoyar", señala.
El migrante hondureño, de 40 años, sufre una discapacidad por hemiplejia musculoesquelética como consecuencia de un atropello automovilístico que sufrió en su adolescencia, por lo que se traslada en silla de ruedas.
Su propósito es que lo contraten en algún trabajo o que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador le brinde un apoyo por discapacidad, sin embargo, ninguno de sus deseos es posible hasta el momento.
De acuerdo con el delegado federal de la Secretaría del Bienestar en Veracruz, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, los apoyos que se entregan a personas con discapacidades contemplan un rango de edad de 29 años hacia abajo.
Según el funcionario, a partir del 15 de abril se levantarán las solicitudes de apoyos que realicen las personas con discapacidad con un rango de edad superior a los 29 años, sin embargo, esto no garantiza que reciban la pensión.
Eblin Aroldo Mejía cuenta con una credencial de residencia permanente que el Instituto Nacional de Migración (INM) le entregó en 2021, con la promesa de que en un par de años se le brindará una identificación del Instituto Nacional Electoral (INE).
Hasta hace un año solo contaba con un permiso de estancia temporal en el país que renovaba cada año ante el INM, explicó el migrante originario del municipio de San Francisco de Ojuera, ubicado en el departamento de Santa Bárbara, en la república de Honduras.
Manuel Huerta Ladrón de Guevara explica que, pese a que la Secretaría del Bienestar apoya a todas aquellas personas que residan en el país de manera legal, Eblin Aroldo deberá acreditar que su estancia en México es permanente.
"Lo que hacemos es dar una pensión, es para toda la vida, entonces yo no sé si él va a estar, si se puede acreditar la discapacidad y más, por eso que se acerque", asegura.
Eblin Arnoldo tampoco tiene un trabajo debido a que en las empresas le argumentan que en este momento no hay contrataciones debido a la pandemia de la covid-19. Cansado de la misma respuesta, desistió de seguir visitando lugares para pedir un empleo.
Hacerlo significa perder hasta dos horas diarias, tiempo que invierte para juntar por lo menos 200 pesos diarios que guarda para su renta.
En Honduras no había trabajo para él
Eblin Aroldo Mejía fue atropellado por un automóvil cuando tenía 13 años. El accidente le causó fracturas en la columna y en la pierna derecha, por lo que los médicos que lo operaron le pusieron tornillos en el tobillo y la rodilla.
Dentro de su casa puede moverse apoyado en unas muletas, sin embargo, tiene que utilizar una silla de ruedas para desplazarse fuera, debido a su discapacidad, por la cual no consiguió encontrar un empleo en la república de Honduras.
"Me atropellaron, pues por eso me vine de allá, porque no puedo vivir mi vida porque no puedo trabajar. No hay trabajo, así como para mí, puro trabajo pesado con machete", relata.
El migrante dejó atrás su vida en el departamento de Santa Bárbara y a sus padres y hermanos, a quienes no ve desde hace 14 años, el mismo tiempo que tiene viviendo en el puerto de Veracruz.
"Consiguiendo un trabajo mínimo los voy a ver una semana y ya me regreso", expresa.
Eblin recuerda que cuando llegó a México hizo su primera parada en el municipio de Tapachula, Chiapas, en la frontera con Guatemala, en donde recibió apoya de los miembros de una casa de migrantes. Después partió a la ciudad de Veracruz, donde finalmente se instaló.
Desde su llegada al puerto de Veracruz, el migrante se dedicó al comercio. Dice que nunca molestó a nadie y que muchos jarochos lo conocen, lo apoyan y lo felicitan por sus ganas de luchar.
Si no está en el zócalo, se va a la playa. Su horario es fijo, casi como el de un empleo formal, pues trabaja de ocho de la mañana a ocho de la noche, a veces hasta más tiempo, toda la semana. Eblin afirma que no puede darse el lujo de quedarse en casa un solo día.
Tampoco lo hizo a raíz del inicio de la pandemia de la covid-19, que aprovechó para dejar un rato la venta de dulces y dedicarse al comercio de cubrebocas.
"A mí me gustaría tener un trabajito para poder depender más de mí, me gustaría poder ir a descansar un día. Llego muy cansado a casa", concluye.
FP