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Con trato amable, Rosa hace frente al covid en su florería El Lirio
Xalapa, Ver.- Los botes blancos y amarillos del pequeño local son contados. Las variedades de flores también son limitadas; solo hay girasoles, azucenas, orquídeas y rosas; unos botones rojos resaltan en en este negocio semivacío.
La Florería el Lirio del mercado Jáuregui es atendido por sus propietarios, dos adultos mayores que en todo momento muestran su mejor sonrisa para quien se acerca al local. ¿Qué va a llevar clienta, qué busca?, preguntan con entusiasmo.
A diferencia de los otros negocios del mismo giro, el número de flores es poco, pero resaltan los propietarios, que a pesar de la crisis económica y de consumo generada por el virus SARS-CoV-2, no pierden el buen humor y la amabilidad en el trato con los posibles clientes.
Doña Rosa María Mendoza cuenta que su vida entera ha trabajado en el mercado Jáuregui. El local es herencia de su padre, y los locatarios que la rodean son su familia. Por más de 60 años ha vivido de las flores y los arreglos.
El mercado Jáuregui tiene 141 años abierto al público, por lo que la florista conoce todo lo ocurrido en las últimas seis décadas, y se ha tenido que adaptar a las circunstancias, que desde el 2018, cuando se quemaron las instalaciones, a la fecha, no han sido las mejores.
Ante las medidas sanitarias por la pandemia del covid-19, como el cierre de negocios esenciales, Rosa vio pasar la oportunidad de tener sus mejores rachas en el Día de la Madre, las fiestas de fin de cursos. La oportunidad de vender arreglos adornados con algún globo o peluches, fueron fugaces.
Rosa comenta que desde que se quemó el mercado en 2018, la situación económica ha sido complicada. Las cenizas del incendio, por el corto circuito en la zona de comida, manchó toda la planta artificial. En el caso de las flores naturales, se marchitaron con el humo que generó la conflagración.
Cuando empezaban a retomar el ritmo de las ventas, después de que se remodeló el mercado, el municipio ordenó la repavimentación de Revolución. Y la gente dejó de ir al mercado Jáuregui, dice.
“Nuestras ventas han bajado un 80 por ciento, pero ahí vamos tratando de salir adelante. En primera nos gusta trabajar y el ambiente del mercado ya es parte de nuestra vida. Nos siguen trayendo la flor, pero un poco más cara. Estamos aquí porque Dios es muy grande”.
La pandemia por el virus SARS-CoV-2 también influye en la calidad de la flor, quienes se dedican a la siembra dejaron de comprar fertilizante y producto químico para erradicar las plagas y los hongos.
En Puebla, dónde se produce el mayor número de especies que se comercializan en el mercado local, les cerraron la central, por lo que la gente dejó de producir y desatendieron lo que ya estaba listo para la venta.
“Eso me produce tristeza, nunca pensamos en esto, siempre vendíamos y guardábamos, pero ya con tres meses, lo poquito que tenemos ya se nos acabó. Mi florería siempre estaba al 100 por ciento”, dice con la voz entrecortada.
Los gastos por mantener abierto su local es poco, pero dice, cada mes es un problema juntar para el teléfono y la luz. En el bimestre mayo-junio el recibo de la energía eléctrica se disparó en 300 pesos.
El aislamiento social los obligó a innovar, sus nietas -de 9 y 12 años- crearon una cuenta de Facebook de la florería, Recibieron unos cuantos pedidos el 10 de mayo, cuando se les ordenó cerrar para reducir la movilidad urbana, pero lo que se logró comercializar solo les permitió recuperar un 20 por ciento de la inversión.
“Ya ve que los niños saben más que uno, ellas estuvieron recibiendo los pedidos. Vamos a tratar de resistir, esto es parte de nuestra vida, y preferimos estar aquí, aunque a veces no vendemos nada”.
Doña Rosa está consiente que la situación económica por la pandemia no es alentadora, pero dice estar dispuesta a abrir su negocio a pesar de que es hipertensa y diabética, lo que la ubica en la población de riesgo por la pandemia.
Antes se apoyaba de al menos otras seis personas para atender a la clientela, ahora sólo acude con su marido, necesitan salir de su casa para distraerse un poco y luchar por su negocio que es su legado familiar.