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Don Ramón, el campesino que desafió a las huestes del Bukanas
Acultzingo, Ver.- En la cantina “La Academia” hay caras largas y litros de pulque que se sirven en honor a un viejo de 62 años que hoy está preso. “¡Salud!”, brindan diez hombres que levantan sus sombreros por don Ramón Merino, un campesino que ya es reconocido por haber enfrentado a la banda de El Bukanas, el criminal más buscado en los estados de Puebla y Veracruz.
Para las autoridades, el elogiado en el estanquillo es ahora un imputado que debió ser recluido en el penal de Zongolica mientras se resuelve su situación legal por provocarle la muerte a un presunto secuestrador de su hijo, el pasado 8 de diciembre.
En contraste, para los amigos de Don Ramón, es el primer habitante del municipio de Acultzingo que desafió con su escopeta a una célula delincuencial que siembra terror en la región de Las Altas Montañas y cuyos integrantes también habrían desaparecido a su sobrino, Ángel Soriano Merino y violado -durante días- a su hija.
“Por aquí han desaparecido a un chingo de gente. Esos hijos de su pinche madre llegaban como gavilanes y se llevaban a nuestros chamacos. Ramón hizo lo que muchos no habíamos podido”, cuenta Vicente, un hombre de bigote entrecano que pide a los más jóvenes a su alrededor “buscar al viejo en el Facebook”.
Un muchacho larguirucho se acerca a la mesa y muestra en su celular una de las facetas de Ramón. El hombre viste una camisa color azul que lleva sin abrochar -como acostumbran los jornaleros- y se le ve apoyar sobre su pierna izquierda una guitarra con la que, presumen, solía deleitar a decenas en “La Academia”.
“Cuando me ven en la casa que estoy triste y casi durmiéndome de tristeza me dice mi esposa. Qué es lo que quieres mi Ramón, si tú quieres tu pulmón (pulque) voy a traerlo a “La Academia”. Aunque te pongas locochón porque el pinche de Wichón le ha aventado harta hierva… Y yo me muero por un pulmón, mamacita”, se le oye improvisar al también ex militar en una de sus últimas presentaciones, previo a que fuera encarcelado.
Los señores -ya abochornados por las rondas de pulque que no han parado de llegar a su mesa- se trasladan al 8 de diciembre de 2019. Ellos aseguran que antes del intento de secuestro el hijo de Ramón -un hecho que ya es de dominio público- fue amedrentado por presuntos integrantes del cartel Sangre Nueva Zeta, cuyo líder es Roberto de los Santos de Jesús, alias El Bukanas.
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“LAS PINCHES BALAS SON MUY CARAS PARA TI”
Corrían las 12:00 horas del 9 de diciembre, cuenta Vicente (así llamado por seguridad), Jonás, hijo de Ramón Merino, degustaba unas cervezas en una cantina de Tecamalucan. Mientras convivía, esperaba que terminaran de lavar un carro rojo que ocho días atrás había comprado a través de un financiamiento.
“Yo le dije a Jonás, ese pinche carrito te va a traer problemas. Aquí en Tecamalucan la gente ya no puede poner una casita, comprarse algo, porque vienen aquellos y te lo chingan”, comparte otro de los campesinos reunidos en la mesa.
A la cantina arribaron al menos cinco hombres –la mayoría de ellos jóvenes y armados con gruesos calibres- y estacionaron un vehículo color gris. Ellos fueron hasta el lugar de Jonás y lo sacaron a punta de pistola.
“Nosotros escuchamos cuando Jonás les dijo ¡Jálenle! (disparen) que no les tengo miedo”.
“Las pinches balas están muy caras para ti, pendejo”, le respondieron sus agresores y se marcharon. La frase, comparten los entrevistados, advirtió que para el hijo de Ramón habría alguna agresión distinta a efectuar disparos. “Por acá te levantan, te queman, te decapitan o te desaparecen”.
La amenaza cobraría validez unas siete horas más tarde (a las 19:00 horas), mientras la mayoría de la gente en el pueblo se entretenía en la fiesta patronal de la Virgen de Juquila, en la parroquia “Nuestra Señora de los Dolores”.
Los mismos hombres que amenazaron a Jonás, arribaron hasta su casa para, probablemente, privarlo de su libertad. De acuerdo con versiones periodísticas, el joven alertó a su padre de lo sucedido mediante una llamada telefónica. Ramón salió con su rifle y habría respondido a un ataque con disparos para finalmente privarle la vida a uno de los agresores y herir a otro.
Tras la llegada de autoridades, Ramón Merino fue detenido en flagrancia y puesto a disposición de un juez. Este 11 de diciembre la autoridad judicial legalizó su detención e instruyó -bajo una medida cautelar- recluirlo en un penal de mediana seguridad durante un año mientras su inocencia se comprueba mediante el argumento del uso de la defensa legítima.
De la cantina “La Academia” a la casa de Ramón hay 20 metros de distancia. La propiedad de muros color verde pastel luce deshabitada, solo un perro criollo resguarda la entrada principal. “¿Quién puta madre va a querer estar ahorita en esa casa?”, lamenta una vecina.
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DE MILITAR A CAMPESINO
Sobre Ramón Merino, los amigos confirman sus antecedentes militares. Como parte de una tradición en su pueblo -cuentan- a los 16 años probó suerte en el Ejército Mexicano y, tras ser aceptado, afinó su puntería en destacamentos de Sinaloa, Tlaxcala y Sonora.
Tras retirarse de ese giro regresó a Tecamalucan donde trabajó como velador de una fábrica, pero terminó dedicado al campo. En un rancho cosecha berros, elotes y además cría cerdos. Ramón adquirió una escopeta con la que, además de cazar toches (armadillos) en los cerros, solía resguardar la entrada de su propiedad.
Uno de sus conocidos da un dato sobre la imagen cuando fue detenido y que se hizo viral en redes sociales con el hashtag #LiberenADonRamón. “Si se fija lleva un pantalón que tiene lodo a la altura de las rodillas; eso es porque, como siempre, anduvo en el campo”.
Ramón es popular en el pueblo, explican, porque en 2015 fue comisario ejidal de Tecamalucan. “Desde allí ayudó a muchos de nosotros; repartió tierras, gestionó apoyos con el gobierno. Y hasta la fecha es un tipo que, si necesitas, te presta que 300 o que 500 pesos”.
Al hombre de 62 años lo describen como bromista, bohemio y solidario, quien toca música norteña con su guitarra, que imita a Vicente Fernández y a Antonio Aguilar en las fiestas; quien se toma sólo un litro de pulque después de jugar rayuela en su cantina favorita.
“¿Quién puede juzgar mal a Ramón?, nadie. Es un delito matar a una persona sana, pero a personas como aquellas, que son malas, Dios lo agradece. Él nos puso el ejemplo y de aquí en adelante los malandros lo van a pensar dos veces”, dice Vicente sosteniendo su copa.
A las diez personas reunidas en el estanquillo se les cuestiona, antes de pedir la cuenta al mesero. ¿Protestan porque quieren ver libre a su amigo?, “Claro, porque es lo justo. Pero también creemos que en la cárcel ahorita está más seguro que aquí afuera”, responde Vicente quien organiza un último trago de aguamiel por don Ramón.
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