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El día que se rompió el silencio en La Bocanita
Boca del Río, Ver.- Un niño de 13 años usa un cuchillo de la cocina como espátula para raspar la sangre seca en el piso donde una noche antes quedó tendido el cuerpo de su papá, el periodista Celestino Ruiz Vázquez.
Junto con su hermana mayor dejan caer una cubeta de agua con cloro y jabón para disolver los coágulos de sangre en la pequeña tienda de abarrotes al pie de la carretera federal 55.
Más de 12 horas pasaron desde el asesinado del corresponsal del Gráfico de Xalapa, en su casa en la comunidad de La Bocanita, a siete kilómetros de la cabecera municipal de Actopan.
Apenas el 27 de julio cumplió 58 años de edad, 30 los pasó siendo periodista, desde los 12 años quedó enamorado del oficio, cuando acompañó a su padrastro Jorge en el taller de imprenta del Diario de Xalapa.
Trabajó entre las rotativas cuando era joven y hasta que pudo pagar sus estudios como licenciado en Derecho para ingresar a la redacción del Gráfico de Xalapa, como corresponsal de la región de donde era originario, cubriendo hechos noticiosos desde Alto Lucero hasta La Antigua.
A última hora del mediodía termina por consumirse, el olor a sangre es cada vez más penetrante, en un calor seco que se desprende desde el asfalto de la carretera a menos de cinco metros de la tienda y casa del reportero.
La hermana de Celestino, Silvia Vázquez, no soporta el hedor y deja de limpiar, pasa la escoba entre sus manos temblorosas a otras que se acercan con un balde de agua para terminar de quitar la sangre de la escena del crimen, que unas horas antes fue fotografiada por elementos de la Policía Ministerial, sin colocar ningún tipo de restricción sobre el sitio.
El rostro del hijo de Celestino está limpio pero evita el contacto visual con el ejército de extraños que rodean la casa, policías estatales, agentes de la Fiscalía General del Estado, un hombre y una mujer con chalecos blancos que se presentan como personal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y un par de cámaras fotográficas que apuntan a la cuneta ensangrentada frente a su casa.
La otra hija de Celestino, una joven de 18 años de edad, le pide a su hermano más agua para dejar limpio el lugar antes de que llegue el cuerpo desde la ciudad de Xalapa, a donde fue trasladado por el Servicio Médico Forense la noche anterior.
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Su esposa Blanca Flor guarda silencio a la distancia, su mirada trata de evitar el llanto, entra a la casa pasando a un costado por una camioneta que en la parte frontal dice ‘Prensa’ con letras negras y un auto tipo Sedán con la misma inscripción.
El vehículo tiene impactos de bala producto de una agresión que ocurrió el 27 de noviembre, en un ataque que Celestino denunció públicamente para pedir medidas de protección para él y para su familia.
Pero no fue el primer ataque en su contra, el primer hecho violento se registró el 24 de octubre de 2018.
De acuerdo con la carpeta de investigación 114/2018, el auto del comunicador fue golpeado por personas desconocidas, que se presentaron su vivienda en la que adaptó como tienda de abarrotes.
Blanca Flor sale de nuevo con una página de periódico doblada en tres partes, un desplegado con la cabeza de ‘Carta Abierta’ fue publicado en la edición del 30 de diciembre del periódico El Gráfico de Xalapa, del cual era corresponsal Celestino.
Ahí detallaba la situación de peligro en la que se sentía luego de ser amenazado en diversas ocasiones, responsabiliza de manera directa al alcalde de Actopan y al Director de Obras Públicas, a quienes afirma le incomodaba el trabajo que ejercía.
La publicación fue dirigida al gobernador Cuitláhuac García Jiménez, pero nunca tuvo respuesta.
Por el contrario, la mujer asegura que desde hace cuatro meses la patrulla que custodiaba su vivienda dejó de presentarse y solo realizaba recorridos de esporádicamente, hasta este sábado que nuevamente se instaló debajo de un árbol a unos 20 metros de la vivienda.
“Nosotros tenemos miedo, yo me sentía protegida porque estaba él, pero sin él no sé qué nos pueda pasar, solo quiero que nos dejen en paz, que quien hizo esto nos deje en paz (…), porque las medidas que le pusieron para protegerlo no sirvieron, menos nos van a servir a nosotros”.
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Ningún directivo del diario tuvo contacto con los familiares del periodista en las primeras 16 horas de su asesinato. Ni una ofrenda floral o mensaje para dar el pésame a la familia.
El tono de Blanca ahora es de impotencia, reprocha a la empresa editorial el desdén con el que se toma la noticia del asesinato de uno de sus trabajadores.
Conoció a Celestino Ruiz hace 20 años en el municipio de La Antigua, a 80 kilómetros del puerto de Veracruz, ambos eran jóvenes y él era pasante de la licenciatura en Derecho, desde entonces era corresponsal del Gráfico de Xalapa.
Vivió con él coberturas en eventos de política, sabía de su bajo salario y de los gastos que le significaban conseguir la información para un medio que en el que no tenía un sueldo fijo.
“Cuando lo conocí su trabajo se veía fácil, pero cuando supe cómo era me di cuenta que como periodista se sufre mucho, hay días en los que nos quedábamos sin dinero, en los que él tenía que poner gasolina o comprar llantas para su carro y ese dinero no se lo reponía nadie."
“Yo siempre vi que él era responsable, que no le gustaban las injusticias y que buscaba siempre ayudar a la gente, porque me decía que con lo que escribía ayudaba a la gente, que por eso lo hacía”.
Fuentes de la Comisión Estatal de Protección a Periodistas (CEAPP) confirmaron a E - Consulta Veracruz que Celestino Ruiz Vázquez no recibía un sueldo fijo del diario Gráfico de Xalapa, sin embargo, era corresponsal activo desde hacía varios años.
Su esposa le pidió más de una vez que se dedicara a otra cosa, pero él no se veía ejerciendo otra profesión, su amor lo compartía hasta con su pequeño hijo que limpiaba su sangre, al que subía a la camioneta para llevarlo a levantar entrevistas cada mañana cuando no iba a la escuela.
Blanca lo ayudó a montar una tienda de abarrotes que les servía como sustento en una pequeña propiedad que compraron con sus ahorros el año pasado. La Bocanita era descrita por Celestino como un sitio tranquilo para vivir, en el que nadie lo molestaría y así como a la comunidad le puso a su tiendita de abarrotes.
Asimismo describen los vecinos la comunidad hasta el año pasado, que comenzaron una lucha frontal para frenar la instalación de una granja de pollos que aseguran vendría a contaminar el lugar.
Celestino fue parte fundamental en la lucha porque dio voz a la pequeña comunidad y después asesoró a los manifestantes con parte de sus conocimientos legales, de lo cual se sienten agradecidos, aunque ninguno había acudido a sus servicios funerarios.
La calma en el pueblo fue interrupida la noche del 2 de agosto cuando escucharon los balazos que dieron muerte a Celestino, uno de ellos se lo dieron en la espalda, asegura una de las tres hermanas del reportero.
“Nada nos va devolver a nuestro hermano, no creemos en la justicia, pero sabemos que quien lo hizo la va pagar con la justicia divina, de eso sí estamos seguros, porque lo mataron a traición, por la espalda, no le dieron tiempo ni de defenderse.”
Es ella quien suelta un grito cuando ve el ataúd de madera con el cuerpo de su hermano en medio de la sala, los demás integrantes de la familia se abrazan entre del llanto. En ese momento solo quieren paz.
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