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En Jamiltepec, Oaxaca velan a los muertos que no dejó el sismo
OAXACA (La Silla Rota).- Un grito desolado retumba entre las paredes del cuarto donde yace el féretro de una de las víctimas. Sin poder contener el llanto, un joven se deja caer en el ataúd de su madre. Apenas ayer daban gracias de haber salvado la vida del terremoto que azotó a la Costa oaxaqueña.
"¡Mamacita, mamacita! ¡por qué!", lanza el joven que no da crédito de ver a su madre muerta.
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Entre el llanto lanza una maldición contra aquellos que habría causado la muerte de toda una familia que sólo buscaban encontrar tranquilidad en un lugar despejado, donde muros y paredes no pudieran caerles encima.
El viernes caída la noche en Jamiltepec, los habitantes trataban de descansar entre las penumbras debido a fallas en el servicio de energía eléctrica, muchos optaron dormir en la calle por miedo a las réplicas.
En la Colonia Aviación, en el campo del mismo nombre, toda una familia había decido descansar en el espacio abierto para mayor seguridad. Habían pasado ya el susto de sus vidas.
En el cielo un impotente ruido anticipaba la tragedia que no dejó el terremoto. El estruendo fue ensordecedor y de pronto la caída inminente del gigante, dio varias vueltas, la ola de polvo impidió ver qué pasaba y anticipar la tragedia cuando de pronto estrelló justo donde se encontraba niños, mujeres y hombres.
"Yo lo vi, vimos como el helicóptero perdía el control y se vino abajo dio varias vueltas y quedó ahí. El rechinido del fierro todos lo escuchamos, venían a dar ayuda y terminaron por causa muerte", dice uno de los vecinos que observó la caída del helicóptero Black Hawk, de la Fuerza Aérea Mexicana, donde viajaba Alejandro Murat, Gobernador de Oaxaca y Alfonso Navarrete, secretario de Gobernación.
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"Era mi hermana, tenía a su bebé casi recién nacido y mira se nos fue, ahorita su hijita está en el hospital no sabemos qué va a pasar", dice Martha Mendoza.
En otra habitación yacen seis féretros juntos, todos eran familiares; la ulrima caja tiene encima un pequeño ataúd blanco con los restos de un menor que apenas comenzaba a vivir.
Decenas de personas acuden a darles el pésame a quienes quedaron con vida. Del terremoto que se registró la tarde del viernes casi no hablaban, todo se centró en la tragedia posterior.
"Venía el gobernador y otros funcionarios, ¡caray que suerte tuvieron!, pero aquí solo causaron desgracia, comenta uno de los familiares de las víctimas.
Los heridos son atendidos en las calles y en carpas improvisadas, hasta ahora tres de ellos están graves.
Custodian el campo
Al amanecer, la magnitud de la tragedia era evidente. El campo ya estaba cercado por decenas de militares que portaban armas largas como si fuese la escena de un crimen perpetrando por el crimen organizado, y no permitían acercarme a la zona.
Ahí llegaron los ataúdes para velar a las víctimas y darles el último adiós dado que sus casas sólo están enseguida de donde ocurrió el fatal accidentes.
Los cuchicheos eran más que evidente, los pobladores se mostraban molestos, era ma primera de la visita del gobernador y de un funcionario federal de alto nivel. Iban a evaluar los daños, a dejar promesas de ayuda y esperanza y en su lugar dejaron una estela de dolor y muerte.
Con información de La Silla Rota
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