• Migrantes

"Golpeábamos por todos lados, pero no querían abrir la puerta”: migrante

  • E-consulta Veracruz
No hay sensación más desesperante y dolorosa que la de no poder respirar. Eso fue lo que experimentaron cerca de 150 migrantes.

VIOLETA SANTIAGO

Agua Dulce, Ver.- No hay sensación más desesperante y dolorosa que la de no poder respirar. Eso fue lo que experimentaron cerca de 150 migrantes procedentes de Honduras, Guatemala y El Salvador, quienes estuvieron al borde de la asfixia y que salieron de sus naciones para dirigirse hasta la frontera de México con Estados Unidos para alcanzar mejores condiciones de empleo y de vida.

El viaje comenzó el lunes desde la frontera con Centroamérica hasta alcanzar los estados del sureste mexicano y para el viernes a temprana hora, subieron a la caja blanca de un tractocamión de cabina roja, con placas 59-AA-6B.

[relativa1]

La unidad originalmente estaba habilitada para transportar productos que necesitan refrigeración, por eso cuentan con una especie de sistema de enfriamiento, sin embargo, este se descompuso y cuando iban ingresando a Veracruz en la carretera Villahermosa–Coatzacoalcos (tramo dentro del territorio de Agua Dulce) comenzó a faltar el aire.

Los más de cien viajeros, desesperados, comenzaron a tratar de rasgar las paredes del camión con la ilusión de hacer un boquete para aspirar aire fresco y quienes podían pegaban la nariz a las pequeñas rendijas de la puerta para tomar un poco de oxígeno.

Con golpes en la puerta, cada vez más fuertes y frenéticos para hacer ceder el seguro externo, finalmente los traficantes se estacionaron en una gasolinera ubicada en la zona conocida como “el paralelo”.

A marrazos —herramienta que quedó tirada en el lugar— los dos ‘polleros’ y un motorista que los custodiaba abrieron la puerta de la caja y huyeron, abandonando el tráiler en el lugar, mientras que los migrantes saltaron hacia la maleza para esconderse.

Justo cuando el camión se estaba vaciando, arribó una patrulla de la Policía Estatal que se encontraba haciendo un recorrido de rutina por la zona, por lo que auxiliaron sólo a 16 personas que se quedaron sin huir, entre ellos 6 menores de edad y 4 jóvenes mujeres.

Los rescatados fueron atendidos por paramédicos de Protección Civil de Agua Dulce así como de la Cruz Roja de Agua Dulce, pues presentaban además de una crisis nerviosa, un fuerte cuadro de deshidratación.

Los 6 menores, las 4 mujeres y los 6 hombres adultos fueron llevados hasta la base de operaciones de la Policía Estatal Delegación XI en Las Choapas, en donde esperaron hasta que por la tarde fueron atendidos por el Instituto Nacional de Migración para su traslado a la estación migratoria de Acayucan.

[relativa2]

Los viajeros se encontraban sumamente nerviosos y asustados, no sólo por el episodio vivido, sino por la incertidumbre de su futuro, pues quienes se quedaron a recibir ayuda por la deshidratación o el hambre que padecían sabían que serán retornados a sus naciones, mientras que más de cien migrantes se aventuró a seguir el camino hacia el norte y por sus propios medios.

Un milagro

Para Agustín Bonilla Díaz, de 45 años de edad, la segunda vez que se aventuró en cruzar México casi resulta en una tragedia. Originario de Honduras, narró que en esta ocasión pagó 6 mil dólares —unos 111 mil pesos mexicanos— para viajar de forma ‘segura’ con su hijo de 9 años. ¿Su argumento para este viaje peligroso? “En nuestro país no tenemos trabajo”, responde.

El entrevistado comentó que inició el viaje el lunes y que por la mañana del viernes los metieron en el camión que casi se convierte en su tumba debido a una falla en el sistema de refrigeración que traía la caja.

“No hallábamos de donde agarrar, golpeábamos por todos lados, pero no querían abrir la puerta”, recuerda Agustín, parado al pie de la caja en donde lucen regadas prendas de ropa y botellas de agua y refresco.

En un acto de desesperación, cuenta que tomó a su hijo menor y que lo acercó lo más que pudo a una de las esquinas del contenedor, por donde se colaba una ínfima cantidad de aire, para evitar que desfalleciera. De repente, el camión se detuvo, la puerta se abrió y una bocanada de vida llenó sus pulmones.

Después de esta experiencia, muchos como él no piensan volver a embarcarse en la aventura de llegar a cruzar la frontera con Estados Unidos. “Unos minutos más y no la contamos, aquí nos hubiéramos muerto”, acepta Agustín Bonilla al mirar a su pequeño, que yace sentado en el pavimento. Cansado, triste, pero vivo, al final sólo sentencia: “Definitivamente hoy Dios hizo un milagro con nosotros”.

Foto: Violeta Santiago

[relativa3]