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En minutos, diputados echan abajo años de trabajo para proteger animales en Veracruz

  • La Silla Rota
Proteger a los animales en el estado de Veracruz no sólo se resume en cuidar mascota, bestias de carga, circos o peleas de gallos.

Rodrigo Barranco Déctor/Corresponsalía Veracruz

Veracruz (La Silla Rota).-  El 20 de mayo del 2016, el entonces candidato a la gubernatura por la alianza PAN-PRD, Miguel Angel Yunes Linares, llegó al bulevar costero de la ciudad de Boca del Río con su perro "toto" en los brazos.

Abrazando al perro mestizo, color blanco, que jadeaba por el calor jarocho, el panista firmó ante decenas de cámaras el compromiso de velar y proteger por el bienestar de los animales de la entidad veracruzana.

El 4 de junio de ese mismo año, los votantes del estado de Veracruz decidieron darle el triunfo a Yunes Linares, sin embargo, los partidos que lo abanderaron no cumplieron con esa promesa de campaña.

Ahora, que ya gobierna a más de 8 millones de veracruzanos, diputados de varias fracciones, incluyendo panistas y perredistas, han echado abajo los candados que las leyes proveían para no se maltratase la fauna en la entidad.

A la borda años de trabajo

El 1 de noviembre del 2016, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) logró su primer triunfo político en el estado de Veracruz. Dos de sus diputados locales adecuaron la Ley de Protección Animal rigente que prohibía eventos taurinos como las vaquilladas, y espectáculos como las peleas de gallos.

Lo anterior se hizo gracias a decenas de agrupaciones en pro de la defensa de los animales que exigían parar el uso de toros, vacas, bovinos, perros, gallos y hasta gatos en las fiestas patronales de Veracruz.

No ha pasado ni un año del decreto y los nuevos legisladores, que entraron en funciones el 5 de noviembre del año pasado, echaron abajo todas esas modificaciones que permiten de nuevo en la entidad veracruzana eventos con la participación de animales.

Diputados de la LIX Legislatura del Estado, que ganaron en las urnas el mismo 4 de junio, aprobaron, con 25 votos a favor, esos cambios echando por la borda años de trabajo de activistas.

El exregidor panista de la ciudad de Boca del Río y activista ambiental, Gaspar Monteagudo Hernández, ha lanzado una colecta de firmas en change.org para exigir su veto al gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares.

Por redes sociales, periodistas y sociedad civil han condenado la decisión de perredistas, panistas y priistas pues achacan esa decisión a intereses económicos de algunos sectores.

Antes de la votación, durante semanas, integrantes de las asociaciones de galleros de la entidad veracruzana protestaron afuera del Congreso Local para exigir a los diputados echar abajo la ley que prohibía ese tipo de funciones.

Incluso, al finalizar la sesión que echó abajo la protección a los animales, empresarios galleros y diputados como Rodrigo García Escalante, celebraron con aplausos y porras afuera del recinto legislativo.

Escalante es hijo de Ricardo García, excontralor del gobierno de Javier Duarte de Ochoa, ahora aliado del gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares.

Un pueblo acostumbrado a la tortura

Proteger a los animales en el estado de Veracruz no sólo se resume en cuidar mascota, bestias de carga, circos o peleas de gallos. En la entidad pululan fiestas patronales que tienen como costumbre la tortura de toros, principalmente.

La más conocida es la de la Candelaria, en el municipio de Tlacotalpan, ciudad considerada patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO.

El pueblo es mítico pues ha sido hogar de personalidades como el expresidente, Porfirio Díaz y el autor, Agustín Lara. Sin embargo, en los últimos años se ha popularizado el llamado embalse de toros del 1 de febrero, fecha en que llegan turistas de todo el mundo a disfrutar de ese evento.

La tradición consiste en pasar por una balsa unos seis toros de la raza cebú. Las cabezas de cada animal son amarradas a un costado de las lanchas de pescadores, así todo el cuerpo queda bajo el Río Papaloapan, solo asomando las fosas para respirar.

Así, decenas de embarcaciones zarpan de un islote a la orilla del pueblo. Una vez que llegan a tierra firme, los toros emergen, bravos, bufando, buscando embestir para desquitar la tortura que es pasar varios minutos a punto del ahogo.

Ahí empieza la fiesta. Los cebús corren despavoridos por el centro de Tlacotalpan, mientras cientos de personas los siguen, los torean y provocan golpeándolos o picándolos con armas blancas.

El embalse dura cerda de tres horas, al final los animales acaban exhaustos y lastimados, sin que falte algún asistente herido por cornada o atropellamiento de la multitud.

Sin embargo, no es la única festividad similar, en el municipio de Xico, por ejemplo, cada julio se realiza la famosa xiqueñada, una pamplonada en la que se usan toros de lidia.

A lo largo del territorio veracruzano hay decenas de festividades de ese tipo, como en Teocelo o Cuitláhuac, es por eso que los animalistas consideraban importante la ley de Protección Animal que fue echada abajo por 25 diputados.

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